sábado, 4 de febrero de 2012

Sam

Sam respiró profundamente. -Bueno, estoy de vuelta -dijo.

Es la última línea de El Señor de los Anillos, claro, ya se sabe.

Frodo, Bilbo, Gandalf, Celeborn y Galadriel, Elrond, Cirdan y otros, habían partido ya desde los Puertos Grises, rumbo a las Tierras Imperecederas. Y él, Sam, volvía entonces a lo suyo y a los suyos; aunque ése no fue su fin final, como también se sabe.


Me acordé de esas palabras en estos días.

Horas de horas enteras de partidas sin regresos en este verano, incluso mientras escribo ahora, porque no he vuelto del todo aún a mis días y a mis cosas. Y es así como todavía no puedo del todo decir aquella frase de Maese Samwise Gamgee, si es que alguna vez me es dado decirla del todo.

Y me acordé de algo más, a decir verdad.

Pudo decir aquello el bueno de Sam, en gran medida porque -una vez cumplida junto a Frodo la misión de destruir el Anillo- fue también él rescatado, junto con Frodo, del fuego ardiente del Monte del Destino, el Orodruin, por Gwaihir, Señor de las Águilas.

Podrían ambos haber muerto allí sepultados por la lava quemante, las piedras encendidas, las cenizas, sin aire, sin luz.

Pero Gwaihir, el Señor de las Águilas, su hermano Landroval y el joven Meneldor, otra más de aquellas aves poderosas, terribles y benévolas, fueron al rescate a pedido de Galdalf, que se los pidió y los acompañaba.

Desvanecidos, pero segura y amorosamente retenidos por aquellas garras inmensas, surcando casi sin aliento las alturas sobre Mordor primero y sobre otras tierras devastadas por la guerra, ambos, Frodo y Sam, fueron llevados a Ithilien, donde fueron restaurados.

Y, no, ¿qué puedo decir?

No da lo mismo decir estoy de vuelta, si antes uno ha sido rescatado por Gwaihir, el Señor de las Águilas.

Porque en este valle, al final, hay vueltas y vueltas.

Y aunque algunos podrán decir que es mucho pedir, digo por mi parte que, si alguna vez me tocara efectivamente poder repetir -con la misma verdad, hondura y alegría- las palabras de maese Samsagaz, me gustaría que fuera así: después de haber sido rescatado por las águilas.

Nada difícil de entender, creo.