lunes, 31 de diciembre de 2012

Cerro adentro


Sube por el dolor de unos rescoldos
el humo apenas de esta noche fría
y un resplandor de luna ya en la cresta
beatifica unas moles expectantes.
Un silencio de sierra, las majadas
al reparo del aire entumecido,
el vacaje que vaga a su reposo;
y un vigía de sombras, cerro adentro.
Bellamente es oscura la montaña.
Tan bellamente aroma los sentidos.
Bella es la soledad de su hermosura.
Y al murmullo de pumas y de espinas
que gimen en las brasas dulcemente,
el cerro acuna cuando el sueño llega.


domingo, 30 de diciembre de 2012

Cerro arriba


Lleva su ocre bermejo, el sol en cobre.
Ya voy entre vertientes, pastizales
de piedra gris, de mica que fulgura
y destella en su frente la mañana.
Es verde azul el día, falda quieta
de esta montaña antigua, sola, dulce
de menta en luz, fragante de poleo,
silenciosa de mí, de todo ausente.
Subo a la altura que murmura el aire
del viento que respira en las cañadas
hondas de cielo en nubes tormentosas.
Hasta el borde del cerro llega al paso
lento y deriva en cumbres sin edad,
mi presencia sin huellas ni testigos.


sábado, 29 de diciembre de 2012

Cerro abajo


Pajonales de sierra, flor silvestre,
acacias blancas verdes, rumorosas
centinelas de sombra en los arroyos,
espinillos y piedras altaneras.
Por la quebrada viene la mirada
y en un bordo de luz la voz titila

porque al poniente al corazón perfuma
la niebla tibia y clara de esta tarde.
Ya silba un ave; el alazán se pierde
cortando cuesta abajo, no sé adónde,
mientras su paso tienta una vereda.
Y otra ave silba tierna su silencio
como una catedral que el eco ensancha.

Es noche ya y hay fuego junto al vino.


viernes, 21 de diciembre de 2012

La muerte de Smaug

Habían pasado algunos años desde que Bilbo volviera a la Comarca, después de su aventura con los enanos y el tesoro, el Dragón y la Batalla de los Cinco Ejércitos.

Era una tarde apacible de otoño y estaba en su escritorio escribiendo sus memorias, cuando llegaron en visita inesperada Gandalf y Balin.

Mientras fumaban ya distendidos, Bilbo oyó las noticias inmejorables de la Montaña, de Valle, de la Ciudad del Lago.
-¡Entonces las profecías de las viejas canciones se han cumplido de alguna manera! -dijo Bilbo.

-¡Claro! -dijo Gandalf-. ¿Y por qué no tendrían que cumplirse? ¿No dejarás de creer en las profecías sólo porque ayudaste a que se cumplieran? No supondrás, ¿verdad?, que todas tus aventuras y escapadas fueron producto de la mera suerte, para tu benficio exclusivo. Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te aprecio mucho; pero, en última instancia, ¡eres sólo un simple individuo en un mundo enorme!

-¡Gracias al cielo! -dijo Bilbo riendo, y le pasó el pote de tabaco.

* * *

-Muy bien, lindo final, lindo texto... Pero, ¿qué hace esto acá si usted en esta bitácora habla más bien de otras cosas?

-¿Y de qué otras cosas habló más bien en esta bitácora?

-Bueno, de política, por ejemplo, o de cosas de acá, de ahora, cosas así...

-Ah, mire usted... ¿Y esto no es política, acaso? ¿Y está seguro de que estas cosas no son cosas de acá y de ahora?

-¿Qué? ¿Con dragones? ¡Dragones...! Pero, déjese de pavadas, hombre...

-Ahí está el problema, ¿ve? Usted no cree en los dragones. Y eso que los ha visto y los conoce y, como nos pasa a todos, a alguno hasta puede que lo haya tenido tan cerca durante años...

-¡Jamás en mi vida he visto un dragón! ¿Vivir cerca de un dragón? ¿Durante años? ¡Usted está loco...!

-...


jueves, 20 de diciembre de 2012

La montonera



 A Manuelita Rosas
La dulzura punzó tiñe tu risa.
Domas la crin feliz y el viento pampa
en la noche sin luna de tu pelo
trasmina madreselvas y jazmines.
Por tu elegancia niña de señora,
le quedan a este sur que enamoraste
corazones en sueños y grandezas,
guerreando a muerte por tus ojos pardos.
El yugo de tu ley es amoroso:
Gobernadora, riges y gobiernas
el desierto y la luz, el río, el monte.
Y en tus venas germina el brillo quieto
de otra mirada clara y corajuda
que corre por tu sangre y heredamos.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Don Nadie


Tan vagamente nadie a la mirada;
tan soso y tan sin sal y tan sin tono;
tan ademán de nube y abandono
y tan sin voz la voz de tan callada.
Tan sin sangre, sin dicha y sin encono;

tan sin sabor la risa desalada;
tan sin corona el trono y tan sin trono,
y tan y tan sin ton, sin son, sin nada.
Así con tan sin tanto y despreciado;

así con tan sin cuerpo y tan sin sombra;
así con tan sin gracia o luz que irradie:
hay Alguien que lo tiene por amado
y lo mira y se alegra y si lo nombra
jamás lo nombra Nadie a este Don Nadie.


martes, 11 de diciembre de 2012

Mil años




Un día cualquiera de estos días, más tarde o más temprano, Julio Alak será Raúl Granillo Ocampo y Aníbal Fernández será Ramón Hernández. Y Mauricio Macri será Osvaldo Cacciatore y Daniel Scioli será Alejandro Armendáriz, Luis D'Elía será Vicente Saadi y Rodríguez Larreta será Carlos Aloé. Y valdrán en el calendario y en el recuerdo más o menos lo mismo unos y otros.

¿Qué? ¿No sabe quiénes son o apenas se acuerda?

Por eso, ve...

Pero aunque sus nombres fueran perdurables (como la Coca Cola, el Che, Perón, Trostky, Hitler, Rucci o Juan B. Justo...), lo mismo da, me parece. Los hombres a veces tenemos esa cosa rara de pensar en eternidades terrenas. Ya sé, ya sé: non omnis moriar..., dice Quinto Horacio y cualquiera con él, claro. Cómo no. Y, en la historia, en parte es verdad.

Mil años puede ser el nombre de la esperanza, sí. De una esperanza que sea más que historia, incluso en la historia. Raro, pero puede ser. Según cómo se piense y se diga.

Más frecuentemente, mil años es el nombre de la inmanencia y de una intensidad metafísica, diría, que busca llegar hondo, a las raíces del mundo. Todo milenismo, medido en años de hombres, es una mirada histórica que no ve más que historia en la historia y que cree que las raíces del mundo son la historia misma. Es decir, la historia hecha a mano y sudor de hombres, excluyentemente. Es el mundo hecho a imagen y semejanza del hombre.

Y como eso no existe, es más bien el nombre de la desesperación.

Suena épico y grandioso, pero mientras sea eso es desesperado lo mismo.


                                                             *   *   *


Cristina Kirchner (la viuda de Néstor Fernández, dicho por qué no en términos políticamente correctos...) tiene un problema: quiere terminar una revolución honda y raigal y que dure mil años y más. Y no tiene nadie cerca que viva mil años y querría ser ella la que viviera mil años para hacer y gozar de la revolución que quiere. Está difícil, es verdad. Pero: que lo quiere, lo quiere, sí. No es la única que lo quiere, pero es la que más lo quiere ahora, aunque haya otros cerca que quieren más cosas que las que ella quiere y algunas distintas.

La revolución que quiere es cosa fiera. Sobre todo por lo que tiene de dizque bueno. Y además por lo que tiene de malo, que es más hondo. Y esa revolución, en lo que tiene de hondo, creo que va a durar. No porque ella haya hecho bien su parte y lo que ha hecho sea difícil de deshacer. Sino, y más que nada, porque esa revolución es anterior a ella, es más honda que lo que ella pueda querer; y porque además la quieren muchos que son para ella la quintaesencia de lo deleznable, y la quieren en muchas cosas graves y hondas que unos y otros -ella y ellos: enemigos irreconciliables- quieren por igual, casi más que nada en el mundo.

Pero, a la vez y a como lo veo, ella tiene una ventaja que le permite seguir adelante, a ella más que a ningún otro: no hay a la vista nadie que se lo impida verdaderamente. ¿En los próximos mil años? Y tal vez ni en los próximos cien, ni en los diez que vienen siquiera...


                                                             *   *   *


Salvo que aparezca un hobbit, claro.

Un hobbit: un tipo insignificante y comodón, un tipo que se diría más bien burgués y hasta en apariencia púsil de ánimo, que mal que mal esté dispuesto por buenas y sencillas razones a llevar como carga insoportable un anillo que hace y puede hacer mucho mal, y llevarlo hasta el fuego mismo que lo forjó y que por eso lo puede disolver.

Y un hobbit que esté dispuesto a joderse fiero en la empresa.

Y joderse tanto en la empresa que no le alcanzarían mil años de los de acá, de la historia de los hombres (y de los hobbits, se entiende), para curarse las heridas.

martes, 20 de noviembre de 2012

Marenostrum


A ti voy por la costa antigua de mi sangre
como una barca sola, merodeando milenios,
aleteando tus siglos de cantos y conquistas
con las alas sin tiempo que sembraste y me diste.
A ti voy por los vientos que silban desde el norte,
por el aire quemante del desierto africano,
y en mi voz tú respiras albahaca y rosmarino,
y en mis ojos de salvia hay olivos y robles.
A ti se van mis pasos y el corazón nostalgias
de tu sal y tu arena madura lentamente,
hasta que todo en mí se presta a tus oleajes.
A ti se van las horas de esta distancia enorme
que cuento en los latidos que me quitan la vida,
mientras tu nombre hiere mi amor y mi memoria.


domingo, 18 de noviembre de 2012

Coplas

Vide la flor del limón,
y del naranjo el azahar.
Y yo sin nada que dar.
 

La albahaca regala aroma
y el mistol su fruto asoma.
Y yo sin nada que dar.

Fresca el agüita del río,
dulce el aire del chañar.
Y yo sin nada que dar.

Por la sierra y al rocío
triste canta el corazón,
tibio como una paloma
que quiere y no ha de volar.

Malhaya no haber qué dar.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Romance del adviento


Está sangrando a destajo
la sangre roja del ceibo
y un ardor de tierra en llamas
blancamente va poniendo
en la tarde unos jazmines
insolentemente abiertos,
y achiras borgoña y gualda
y agapantos azulejos
y verbenas y geranios
y en la noche unos arpegios
de las hojas de unos tilos
que, acompasadas al viento,
murmuran la primavera
que se esparce por el pueblo.
Furiosa la lluvia arranca
jirones de agua del cielo
y afrenta de tanto en tanto
el dolor sin voz del suelo
que con llanto a borbotones
la recibe en un silencio
que hace brotar en el aire,
húmedamente sufriendo,
jacarandaes de gloria
en sus colores de adviento.
Desde aquí ya voy mirando,
calladamente sintiendo
como una ansiedad de fruto
en la savia que va abriendo
una esperanza en la tierra,
más cierta que lo más cierto,
y que florece en los ojos
que, verdemente creciendo,
primaveralmente esperan,
aromada de misterio,
la novedad más antigua
que hace nuevo lo más viejo.

sábado, 10 de noviembre de 2012

54%

Es número mágico.

Parece la supremacía, y suena como si fuera; y se lo hace sonar como el chasquido de un látigo para disciplinar cualquier rechazo levantisco, todo gesto de disgusto. Y como un látigo en el lomo lo reciben los que lo reciben en el lomo como la caricia de un gato de nueve colas...

Número que acoquina a los perdedores, silencia a los indecisos, hincha como en vinagre a los que se lo apropian.

Pero.

En realidad, hoy por hoy, a mí me parece (y usted disculpe la extravagancia...), que el 54% es más que nada una especie de ruego que empieza a rugir como un aullido de pánico.

Pánico de los que se parapetan detrás del porcentaje mítico como si fuera suyo el contenido, como si fuera un derecho adquirido, como si con ese número jugado a la quiniela se hubieran ganado un país. Pero pánico también de los que se repartieron el 46 % que quedó boyando sin destino.

Pánico de quedarse sin laburo la dichosa clase política, la corporación de los dizque representantes corporativos de la corporación de los dizque representantes.

Porque no vaya a pasar que, de pronto, andando y andando las gentes por las calles sin jefes ni representantes, vengan a descubrir que de todas maneras no tenían jefes de ninguna clase.

Porque por ahí se les da por darse cuenta de que los que ganaron, al final de cuentas, no son más que unos cafishos usurpadores -que, encima, y para que no se les haga el campo orégano, les sacuden cada tanto unos cuantos chirlos a sus pupilas...-; o por ahí llegan a pensar que los que no ganaron son como maridos cornudos que, como todo marido cornudo, llegan tarde y cuando ya no hay nada que hacer...

Creo que, si resulta así, el 54% ya casi es un número fatídico para los que ganan y para los que pierden.

No vaya a ser cosa que un día cualquiera ya no alcance ni para asustar a los chicos y, de a poco, de marcha en marcha, de calle en calle y de casa en casa, anden las gentes diciendo por ahí que les importa un belín el 54%. Y otro belín el 46%. Y que les importa otro belín más los que ganaron y los que perdieron. Porque por ahí se le da por pensar a las gentes que, repartiendo porcentajes, los que parten y reparten se quedan con la mejor parte y los que pierden son siempre las buenas gentes.

Y entonces termine pasando que, los cafishos del 54 y los cornudos del 46, un día van y se quedan sin laburo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Insoportablemente viva

No voy a comentar la protesta. No tengo tiempo ahora.

Digo solamente y al pasar lo que dijo Chesterton alguna vez y lo parafraseo desprolijamente: en líneas generales y hablando más bien de economía, de los socialistas me gusta lo que quieren destruir, aunque no me gusta lo que quieren poner en su lugar; de los conservadores, me gusta que quieran conservar pero no me gusta lo que quieren conservar.

Pero eso era Chesterton. Y era Inglaterra, claro. Y hace 100 años.

Insisto, no voy a hacer comentarios sobre la protesta en sí misma y sus consignas y el modo de convocar y lo que eso representa y el papel de la política y de los políticos y de las representatividades en la vida política. Y lo que vi y lo que no vi. Otro día, si cuadra. Hay tiempo, todavía.

Solamente me interesa un punto ahora.

Creo que el mundo K, y específicamente el sujeto K, tiene un síndrome: el del hijo bastardo o el del hijo no querido, tanto da, aunque no sea lo mismo. Al sujeto K le pasa también que, por principio, se siente necesario.

Así las cosas, resulta que le ha ido creciendo hasta la deformidad un narcisismo empujado por su nacimiento fallido, su autocomplacencia y su existencia relegada, cosas esas tres que le impiden digerir que no lo quieran, y mucho menos puede digerir que se lo digan.

Sin más comentarios que éste, diré que las últimas dos concentraciones de gentes son a mi juicio lo que una puteada sería. Una puteada larga y clamorosa, sí, pero básicamente una puteada.

(Insisto: de lo que significa esa puteada, otro día hablamos...)

Y el sujeto K -ése que (no lo saben todos ahora, porque la mayoría ni había nacido en los '60 y '70, pero así fue y es ése su origen) fue engendrado épico, pero por despecho y en tiempos de necesidad y después excecrado públicamente por su padre- no tolera que se lo recuerden. Y menos si la propia puteada es un recordatorio de que no es querido.

Es un condicionamiento afectivo profundo, una tara psicológica. Vive signado por su suficiencia en combinación corrosiva con el rechazo de su progenitor y así cualquier rechazo le enciende la furia de un Narciso desdeñado.

Tendrá proyecto, ideas, modelo, revolución en curso por hacer, ganas, lo que quieran. Se revuelve como gato diálectico entre la leña para zafarse del rechazo.

Pero lo cierto es que no puede tolerar el rechazo.

A esto se le agrega la personalidad de una jovencita muy atractiva a los 18 años, la que se sabía linda, la que sabía que podía elegir con quién bailar en la fiesta de egresados o en los asaltos de la época de la facu, la que tenía además el chamuyo para terciar en las discusiones y la ironía desfachatada para dejar boqueando a los varones humillados.

Sintiéndose un minón, acostumbrada al piropo, al festejo sobón y a los aplausos (y cargando además con el síndrome del hijo abandonado y excecrado), cuando la putean larga y clamorosamente, la piba -como todo sujeto genéticamente K- se siente insoportablemente viva.

jueves, 25 de octubre de 2012

CCC

No, mi amigo: no son las letras de la Corriente Clasista y Combativa.

Hay variaciones infinitas de esta especie de sigla y su uso está muy difundido en el más o menos pútrido ámbito de las disciplinas que entrenan en liderazgo en empresas y dirigencias varias.

Los más púdicos, dicen cabeza, corazón y coraje. En realidad, creo que debe decirse cabeza, corazón y cojones.

Pero tanto da. No sé de dónde sale el trío. Importa, por el momento, que es de sentido común.

E importa mucho más ahora el que sean exactamente las tres cosas sin las cuales la Argentina no tiene arreglo posible.

- ¿Y con eso basta?

- No. Pero sin esas tres cosas no se puede. No son suficientes, pero son necesarias. Y no aparecen.

- ¿Y qué son? ¿Qué quiere decir cada una de esas cosas?

- Otro día, le prometo. Y de a una. Por ahora, mire bien, piense, búsquelas. Si las encuentra (juntas tienen que estar, si no no sirve...), me avisa.

martes, 23 de octubre de 2012

Noche de primavera

Es rocío que baja de la luna
a la serenidad de los jardines;
es prepotencia blanca de jazmines
y una fragancia azul, secreta y bruna.
Son los rítmicos grillos danzarines
y es la hora benévola, oportuna,
que da el olvido gris y nos acuna
tiritando en el cielo celemines.
Todo es el aire quieto en la espumosa
y blanda cerrazón de primavera
que deja el día al fin en nuestras manos.

Como un tesoro negro nos espera
y anda rondando el aire misteriosa,  
turgente de silencios y de arcanos.

domingo, 21 de octubre de 2012

Tarde de primavera

Hay un rincón del mundo que gotea
rítmicamente lluvia silenciosa.
La tarde la acompaña cirenea,
a desgano, y arrastra pesarosa
la nostalgia de luz de la azalea,
las húmedas protestas de la rosa,
las espinas del tala que verdea
sangrando un agua clara y quejumbrosa.
Todo espera fulgor y pasa el trueno.
La noche se agazapa, el sol ausente
es oro y salvia púrpura en la nube
que en llama líquida se incendia a pleno.
Ya el mundo exhala un salmo que va y sube
por el cielo, que muere sonriente.


Profecía de 2¢


- La Argentina va derechito a una batalla campal.

- ¡Eh! ¿Sí? ¿Seguro? No me parece. Esas cosas nunca pasan. No va a pasar nada...

- Difícil que no.

- ¿Y eso cuándo?

- Dentro de no mucho.

- ¿Y por qué? ¿Por la re-reelección?

- No exactamente.

- ¿Por lo de Clarín y eso de los medios?

- No exactamente.

- ¿Por las provincias y la plata y todo eso?

- No exactamente.

- Entonces, por disputas de poder, como si le dijera en el peronismo...

- No exactamente.

- ¿Qué? ¿Por el código civil? ¿Esos asuntos con la justicia?

- No exactamente.

- Ah, ya sé: por el dólar...

- No exactamente.

- No me va a decir que por el aborto y esas cosas...

- No exactamente.

- ¿Por la inflación, entonces?

- No exactamente.

- ¿Por la corrupción?

- No exactamente.

- ¿Por la inseguridad?

- No exactamente.

- Bueno, entonces, no sé... ¿Por algunas de esas cosas?

- Por todas ellas y otras, y por alguna más.

- ¿Alguna más? Pero si no hay...

- Hay.

- ¿Y entre quiénes será?

- Para cualquier batalla se necesitan dos, al menos. Pero veo uno sólo.

- Ah... Pero por eso, ¿se da cuenta?, ¿qué está diciendo?: entonces no habrá nada de nada...

- Sí habrá, aunque haya uno solo y, en realidad, habrá porque hay uno sólo. Pero cuando haya batalla habrán dos, por lo menos.

- No entiendo, es oscuro lo que dice.

- Es una profecía, no se olvide.

- Pero, ¿qué? ¿Batalla batalla, así, como quien dice una batalla campal?

- Sí, más bien sí.

- ¿Y dice que no hay vuelta, que no se podrá evitar?

- No, más bien no.

- Y, entonces, ¿cómo termina?

- No sé.

- ¿Y entonces para qué lo dice?

- Porque va a pasar. Será de 2¢, pero es una profecía.

- ¿Y usted quiere que pase eso que dice? ¿Le parece que está bien que pase?

- Si es una profecía, esas preguntas no tienen sentido.

- Y a mí, por ejemplo, ¿cómo me va a ir? ¿Sabe?

- Más bien mal. Como a mí.

- Pero, entonces, eso quiere decir que esto sí va a terminar mal...

- Cómo termina es otra cosa.

- ¿Y a la Argentina también le irá mal?

- Quién sabe.

- Y, entonces, ¿qué hay que hacer?

- Nada. Y todo.

- Mire que está difícil...

- Como estos tiempos.


lunes, 15 de octubre de 2012

Mañana de primavera

Vino la luz. Y fuiste la mañana
en un tropel de albahaca y de jazmines,
cimbrando de zorzales querubines
el aire manso azul. Y tú, lejana,
fuiste el azahar que abraza los jardines,
ese rumor del agua en la fontana,
tímidamente sol y resolana
tan amorosamente sin confines.
Vino la luz y en todo aparecías
germinando dulzor y primavera.
Limpia de tiempo, a todo florecías,
silenciosa en la luz que reverbera
tu corazón sin sombras y en los días
de la quietud salada de tu espera.


sábado, 13 de octubre de 2012

Progres, liberales, zurdos, gorilas

Anduve lejos, tierras adentro.

Cosas de allá que se ven mejor allá. Cosas de acá que se ven, desde allá, mejor que lo que se ven desde acá.

La patria, por ejemplo. Y tantas cosas.

Entre un viaje y otro, a tantos miles de kilómetros, en un lado y otro, tuve tiempo para ver.


Estas flores de un guindo estaban en un patio oscuro, como escondidas, detrás de mi habitación en un hostal.

Y allí están, en medio de la meseta petrolífera, barrida por el viento. No se parecen en nada a todo lo que tienen alrededor. En nada.


Imagine lo exactamente opuesto en pureza, en frescura, en belleza, en inocencia. Si ve blanco en ellas, imagine negro en lo otro. Si ve algo en ellas, imagine que no ve nada de nada en lo otro.

No puede ser...

Sí, créame. Puede. Es.

Pero estas flores de guindo estaban allí. Allí mismo cuando llegué. Y allí quedaron cuando me fui.


La calidez de estas maderas -las encontré en una calle perdida- no se parece en nada a la frialdad de aquellos lares, y no la del aire: de muchas de las gentes que viven allí, alrededor de estas maderas, en medio de esa peladura de estepa barrida por el viento.


Estos troncos tienen una hondura que allí no hay, tienen un corazón a la vista que en la mayoría de las gentes de aquellos lados no se ve. Son tan honestos, tan acogedores y amables que cuesta imaginar una oposición más precisa entre los troncos y muchas de las gentes que viven alrededor. Hay una nobleza y una consistencia en ellos que en los hombres es invisible, tal vez inexistente.


En el oeste, cerca de la cordillera, hace un par de semanas, vi y oí más cosas.

Pobreza parecida, parecida aridez.

Pero vi y oí un corazón limpio, una frescura y una alegría sin estridencias, sencilla y honda.

En el sur, en la meseta del viento, no vi nada de eso.

Y sí vi, en un lado y en el otro, lo que la ideología le hace a las cosas y a la gente. Lo que la codicia le hace a las cosas y a la gente.

Y vi, además, lo que Buenos Aires le hace a la patria, porque no importa de dónde quiera decir que viene el que gobierna, si gobierna en Buenos Aires -ya lo dije- Buenos Aires gobierna, aunque el/la pobre que se sienta en el sillón con cara de gobernar crea que tiene una personalidad tan avasallante que puede gobernar al Buenos Aires que gobierna cuando gobierna en Buenos Aires... pobre...


Y me apené.

Y me acordé con pena y vergüenza de gentes con las que he estado hablado hace algún tiempo, queriendo y buscando saber y entender qué tiempos eran estos, de qué estaban hechos, por si acaso es cierto que es posible sacar de todo algo bueno. Y ésas eran gentes de todas partes, no importa de dónde, pero que eran de Buenos Aires, eran Buenos Aires donde estuvieran, aunque pusieran cara de que no y tuvieran un certificado de domicilio que dijera otra cosa...

Y me avergoncé de haber hablado con ellos...

Y me acordé de los militantes a cara descubierta, y de los militantes reptantes y cobardes a cara cubierta, y de los reptantes y cobardes a secas, y me acordé de los petroleros y de los soldadosdecristina, y de elempresariadoargentino y de elmodelodeinclusión, y de lalibertaddeprensa y de todosytodas, de lanataybarone y de tinelliygasalla, de macri y de delía, de oyarbide y de rodríguezlarreta, de cobos y de abalmedina, de tecnópolis y larural...


Basta.

Asquea. Da asco.


Las flores del guindo están allá, a 2.300 kilómetros de esta página.

A 2.300 kilómetros de Buenos Aires, incólumes, mientras el viento barre todo lo que hay alrededor.

Y esas maderas están allá y el viento de Buenos Aires no las mueve.

Y las sonrisas limpias y valientes de gentes sencillas y lúcidas al pie de la cordillera. Allí están, a 1.300 kilómetros de Buenos Aires.


Si no existiera nada más, ésa sería la Argentina.


Porque ésa es la Argentina.


Lo otro, son relatos de progres, liberales, zurdos, gorilas. 


¿Y el peronismo?

El peronismo puede tragar y digerir todo eso, todo junto. Y más.

Y excretar todo eso, todo junto. Y más.


Lamentación para la Reina Ginebra


Es inútil que cantes y es inútil que llores,
Majestad. Es inútil que hundas tu cara entre las flores

O la ofrezcas al cielo como una máscara desolada.
Todo parece todo, y al cabo todo parece nada.

¿Dónde está Camelot? ¿Dónde, Ginebra,
La torre del homenaje donde se enredaba una hebra

De sol
Trémula como un pájaro sobre un facistol?

¿Dónde está el Rey Arturo? ¿Dónde la tibia sangre que
               era rojo en tu boca y latido en tu pecho
Y brazadas de rosas en la holanda del lecho?

¡Ay Majestad! ¡Qué lejos el camino inaugural de la zozobra
Y qué lejos los últimos peldaños de la vida que sobra!

¿Qué fue de tu alegría, novia y dueña de casa? ¿Qué del alto
Trajinar del estrado a la cocina y vivir tu sobresalto

De flor
Y tu alabado oficio de camarera mayor?

¿Dónde está Lanzarote? ¿Dónde la verde altura
Que con él alcanzaste, deshojada en su brazo tu cintura?

¿Dónde, Señora, la Joyosa Guarda?
¿Dónde el ilustre pabellón que aguarda,

Que aguarda todavía
Su amorosa disculpa enloquecida de culpa y de poesía?

(La amorosa disculpa
Que esperamos los que tanto tenemos de poesía y de culpa).

¡Ay de ti, Majestad! ¡Ay de nosotros! iAy de tu amante,
Reina! ¡Qué lejos el instante,

Qué total el instante de tenerte
Y qué frío el silencio de la muerte!

¿Dónde estás, Majestad? ¿Cómo encontrarte
En la demolición de las estrellas? ¿Qué estandarte,

Qué enseña, qué bandera
Ilumina tu paso sobre la grama de la Primavera?

Yo lo sé, Majestad. Me lo contó un ruiseñor
Que conocía un poco de tu culpa y mi poesía y que sabía
          otro poco de amor.


Está en la página 207 de Dulcinea y otros poemas.

En su colección La Encina y el Mar, Poesía de España y América, lo publicó Ediciones Cultura Hispánica, en Madrid, en 1965.

Su autor es Ignacio B. Anzoátegui.

Me parece que no debe perderse.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Y al fin, el fin



Con estos tres que dejo hoy, aquí termino con los artículos que tengo de la columna Bajo estos mismos cielos, de Roque Raúl Aragón y que son los que publicó durante varios años en el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca.

Más cosas escribió Aragón allí y en otras partes. Ya veremos.

No me gustan las despedidas.

Las notas son Un balance a medio hacer, sobre cosas de J. A. Roca; De nuevo en el punto de partida, sobre San Martín y La muerte de Emilio Becher, cosa de poetas.



martes, 9 de octubre de 2012

Un bello adiós


Adiós ríos, adiós fontes;
adiós regatos pequenos;
adiós vista dos meus ollos:
non sei cándo nos veremos.

Miña terra, miña terra,
terra donde me eu criéi,
hortiña que quero tanto,
figueiriñas que prantéi,

prados, ríos, arboredas,
pinares que move o vento,
paxariños piadores,
casiñas do meu contento,

muíño dos castañares,
noites craras de luar,
campaniñas trimbadoras,
da igrexiña do lugar,

amoriñas das silveiras
que eu lle daba ó meu amor,
camiñiños antre o millo,
¡adiós para sempre adios!

¡Adiós groria! ¡Adiós contento!
¡Deixo a casa onde nacín,
deixo a aldea que conozo
por un mundo que non vin!

Deixo amigos por estraños,
deixo a veiga polo mar,
deixo, en fin, canto ben quero...
¡Quen pudera non deixar!...

.........................................

Mais son probe e, mal pecado,
a miña terra n'é miña,
que hastra lle dan de prestado
a beira por que camiña
ó que naceu desdichado.

Téñovos, pois, que deixar,
hortiña que tanto améi,
fogueiriña do meu lar,
arboriños que prantéi,
fontiña do cabañar.

Adiós, adiós, que me vou,
herbiñas do camposanto,
donde meu pai se enterróu,
herbiñas que biquéi tanto,
terriña que nos crióu.

Adiós, Virxe da Asunción,
branca como un serafín;
lévovos no corazón:
pedídelle a Dios por min,
miña Virxe da Asunción.

Xa se oien lonxe, moi lonxe,
as campanas do Pomar;
para min, ¡ai!, coitadiño,
nunca máis han de tocar.

Xa se oien lonxe, máis lonxe
Cada balada é un dolor;
voume soio, sin arrimo...
¡Miña terra, ¡adiós, adiós!

¡Adiós tamén, queridiña!...
¡Adiós por sempre quizáis!...
Dígoche este adiós chorando
desde a beiriña do mar:
Non me olvides, queridiña,
si morro de soidás...
tantas légoas mar adentro...
¡Miña casiña!,¡meu lar!


Está en sus Cantares Galegos, es el número 15. Lo publicó en 1863 y fue el primer libro en gallego de Rosalía de Castro.

Volví a él a propósito de Amancio Prada.

Se llama, claro, Adiós ríos, adiós fontes.

Y es un sencillo, terrible y bello adiós. 


lunes, 8 de octubre de 2012

Ya pasará


Ya pasará esta aurora de relámpagos
vacíos; y el acíbar de esta mirra;
ya pasará el libar de taciturnas
abejas, la mirada sin descanso.
Ya pasará el dolor, el inmaduro
dolor de los mortales, la sonrisa
sin luz, la soledad de los que vagan,
el recuerdo, la noche, el sol insomne.
Ya pasará la herida; y el camino
sin puerto, la esperanza sin amor;
y la flor sin destino, el llanto, el fuego
que abrasa sin arder, la triste muerte.
Ya todo pasará. Pero no todo.


domingo, 7 de octubre de 2012

Clase abierta

Entre cosa y cosa, entre viaje y viaje, hace unos días fui a ver una obra de teatro que presentaba un grupo de estudiantes de Letras, inquilinos de la misma alta casa donde yo mismo estudié.

Por varios motivos, estuve enterado del asunto desde que decidieron hacerlo, por iniciativa de unos pocos alumnos, y así lo fui siguiendo a distancia mientras se ensayaba y se preparaba la puesta. Una proeza, al fin de cuentas. Eso vi antes y al final.

Como pasa con esas cosas, están destinadas a unas pocas representaciones. ¿Y con eso? Lo que había que ver se veía igual, aunque tuviera sólo debut y despedida. Y se vio.

Un día, llegó el día del debut.

Atinada dirección, escenografía sobria y significativa, de pocos elementos (conseguidos a fuerza de esfuerzos y pulmón), actuaciones bien marcadas y logradas. En fin, una sorpresa muy agradable, pensando en lo que suele esperarse de estos afanes vocacionales, en especial cuando todo se juega en una sola jugada.




Otros dos asuntos me quedaron.

Uno es que los anfitriones (la alta casa, la universidad institucionalmente, no el grupo de alumnos que se animó a las tablas) me da que estuvieron ausentes -o un casi ausentes irrelevante- de principio a fin, si acaso no trataron el asunto con liviandad o lo destrataron.

El otro asunto es parecido o se sigue de lo anterior.

Sentado en la butaca del anfiteatro, miré de pronto alrededor. Todo lleno. Alumnos había, por cierto, de varias carreras, afines y no. Algún que otro profesor, los menos. Y gente: mujeres, varones, viejos, maduros, jóvenes, adolescentes. Y niños.

Gente. No de Letras. Gente normal.

Vi las caras, los gestos, los modos. No se acomodaban en sus asientos (buena señal...): miraban, oían, quietos. Dentro de la escena. En la trama.

Pensé que, efectivamente, no estábamos en un teatro. Estábamos en una universidad.

Esa no era gente de universidad, en su mayoría. Era gente normal.

Y de pronto vi que estaban en clase. En una clase abierta (*), oyendo teatro, viendo teatro. Viendo y oyendo cosas.

En la antiquísima clase abierta de la cultura (y del hombre): el arte, el canto, el teatro. Como el culto.

Pensé si sabría eso la universidad. Si se daría cuenta de eso, al fin de cuentas.

Claro que no, resolví. Por lo pronto, la universidad no estaba allí para poder verlo. Por otra parte, no serían lo que son las universidades -y todo- si supieran eso.

La obra era un clásico vocacional: La barca sin pescador, de Alejandro Casona.

La gente, no me engaño, vio mucho más que eso.



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(*) Se oye a veces, demasiadas veces, ese asunto de clase abierta. Una calificación artera e infeliz que suele usarse sólo en sentido de militancia política o gremial de la dizque educación, en general. Una especie de cajoncito de manzanas sobre el que se para algún pelagatos (a veces más de uno) para decir cuatro o cinco bobadas que, frívolamente -y petulantemente-, reciben el nombre de 'clase'. Lo de abierta es una gansada, o más bien diré -aunque no es el lugar- una gorilada que tiene la transparente intención perversa de manipular la recepción, y no la de los que participan (que esos están irremediablemente adentro y encerrados en su propio asunto), sino la recepción de los afuera, los que se supone que deberían recibir el beneficio de una clase y en cambio, estafados, solamente reciben un relato militante que, en general, pone cara de pedir plata (incluso en un pedido justo de plata justa), pero que, en realidad, pide cosas más terribles.

¿Qué Juan? ¿Perón?





No.

Juan de Austria.

Don Juan de Austria.

El de Lepanto, el de la fiesta de hoy.


El señor.


Ese Juan.


Dime a quién sirves y te diré a quién sirves.


sábado, 6 de octubre de 2012

Trasluz

Leo estas dos notas que dejo más abajo y me doy cuenta de que hay algo que bien puede agradécersele a Aragón: el trasluz.

Ver a través de los relatos. Poder ver. Dejar ver. Sin que el hecho se violente, sin que se manipule la realidad para dar la versión que se acomoda a la versión y no a la realidad.

No hace falta dedicarse a la historia para eso. Por cierto que muchas veces hay un intento deliberado no por reescribir la historia (personal, de la patria, del cosmos...) -que eso, si me pregunta, es hasta casi pueril y medio pavo-, sino por rehacer la realidad, la historia, presente y futuro incluidos (personal, de la patria, del cosmos...)

Ahora que lo pienso, en realidad conozco alguna gente que puede hacer eso espontáneamente, le sale así, pobre. Y así lo hace casi todo el tiempo en toda suerte de cosas. No sé si es gente mala, creo que no. No perversa, al menos. Aunque me parece que no es buena gente del todo. Y me parece que no está bien ni de la cabeza ni del cuore. Porque de hecho hay que tener la cabeza y el cuore más o menos bien puestos, en su quicio, para la terrible ascesis de ver y asentir: las cosas son lo que son.

En fin.

No me haga caso. Ya hablaremos otro día de estas cosas.

Ahora, vea si es cierto lo que digo, por lo pronto, en Veinticinco años después y en El color del cristal con que se mira.


Buenas noches. Y que descanse.


Lucía


Con las Baladas líricas, dicen, entró el romanticismo en Inglaterra, aunque hay quienes sostienen que antes que su autor, William Wordsworth (junto con S. T. Coleridge), estuvo Blake, otro William, unos años mayor que Wordsworth y para algunos, más talentoso.

En lo que a mí respecta, pueden seguir discutiendo los críticos y literatos.

Lo que me interesa ahora es uno de los misterios de la obra de Wordsworth: Lucía. Obviamente se trata de una mujer muerta supuestamente joven a la que desde 1798 le dedicó unos cinco poemas sueltos. Nadie sabe nada de ella, aunque algunos versos la sitúan en algún lugar de la norteña Cumbria, cercano a Dove Cottage, la casa donde Wordsworth y otros poetas lacustres vivieron un tiempo.

Reticente, el poeta jamás dijo nada acerca de ella. Tampoco ninguno de sus allegados. Nadie sabe entonces si hay una Lucía real o es el nombre de algo o de alguien que Wordsworth nombró y cantó. El secreto de Lucía sólo es un secreto si hubo una Lucía, pero puede no ser un secreto si el poeta recurrió a un bonito nombre de mujer para hablar de asuntos distintos.

Los versos tienen una sencillez típica del autor, que escribía así a propósito, y creo que son conmovedores, misterio aparte, aunque eso importa. El ritmo, en inglés, siempre llama la atención: escandidos, tienen a la vez la sonoridad antigua y un aire musical bastante menos grave.

Dejo dos ejemplos de esos poemas. A alguna Lucía le gustarán. Pero no hace falta ser mujer o llamarse así para apreciarlos o para interesarse por el misterio que llevan. 
She dwelt among the untrodden ways

She dwelt among the untrodden ways
beside the springs of Dove.
A Maid whom there were none to praise
and very few to love;

A violet by a mossy stone
half hidden from the eye!
—fair as a star, when only one
is shining in the sky.

She lived unknown, and few could know
when Lucy ceased to be;
but she is in her grave, and, oh,
the difference to me!

Traveled among unknown men

I traveled among unknown men,
in lands beyond the sea:
Nor, England! did I know till then
what love I bore to thee.

This past, that melancholy dream!
Nor will I quit thy shore
a second time; for still I seem
to love thee more and more.

Among thy mountains did I feel
the joy of my desire;
and she I cherished turned her wheel
beside an English fire.

Thy mornings showed, thy nights concealed,
the bowers where Lucy played;
and thine too is the last green field
that Lucy's eyes surveyed.

En una Revista Alicantina de Estudios Ingleses, encontré dos traducciones (*) de un tal Tomás Ramos Orea. Para decir verdad, no me gustaron mucho. Lucía merece algo más lírico. Veremos si con un poco de tiempo se lo podemos regalar.


_________________________________________

(*) El amor perdido

Vivió entre los parajes nunca hollados
y hontanares del Dove.
Doncella a la que nadie hiciera halagos
y llegasen poquísimos a amar.

Violeta al lado de musgosa piedra
medio ocultada de la vista;
igual de pura que la sola estrella
que en el empíreo brilla.

Anónima vivió y pocos supieron
cuando dejó Lucía de existir.
Mas ella está en su cementerio
y, oh, la diferencia para mí!

(*) Viajé entre gentes ignotas

Viajé entre gentes ignotas
por tierras allende el mar;
no supe, Albión, hasta entonces
cuánto te podría amar.

Ya pasó aquel sueño triste.
No abandonaré tus márgenes
por segunda vez, pues siempre
más y más parezco amarte.

El júbilo de mi afán
sentía entre tus montañas,
y aquélla, a quien celebré,
junto a un fuego inglés hilaba.

Muestran tus albas y tus noches cubren
las florestas do Lucía retozaba;
tuyo es también el verde y postrer prado
que los ojos de Lucía contemplaran.

jueves, 4 de octubre de 2012

Quid est kirchnerismus (IX)

Resulta que, de mayo a esta parte, ando viendo cómo van las cosas y, créame o no, he llegado a la conclusión de que no solamente Kirchner ya no existe: tampoco existen cientos de miles de cosas que uno cree que existen y que te digo que no y que no: no existen...

Me convenció Cristina: en la Argentina solamente existe lo que Cristina dice que existe, tal y como ella dice que existe. Nada de lo que cualquiera dice, piensa, siente, supone o sospecha que existe, existe realmente si ella lo niega. Y si existe con su permiso, sólo existe del modo que ella dice que existe. Y sanseacabó, no quiero oír ni una palabra más...

Pero eso no es todo. No, señor..., ¡qué va!

Leo los diarios, miro la tele, oigo la radio, hablo con la gente (políticos, jardineros, consultores, cordobeses, verduleros, profesores, peruanos, paraguayos, mecánicos, bolivianos, conserjes de hoteles, santiagueños, taxistas, mapuches, empresarios, chaqueños, boleteros, filósofos, pilotos de aviones, sanjuaninos, sintechos, camarógrafos, empleados de la Anses, obispos, trapitos, directoras de colegio, chacareros santafesinos, drogadictos, ordenanzas de los tribunales, poetas, mineros de Santa Cruz, limpiavidrios, vendeflores, sacamuelas...) y nada, malhaya: pasa lo mismo que con Cristina, qué suerte perra: solamente existe lo que ellos dicen que existe y lo demás no existe. Y sólo existe lo que existe tal y como dicen que existe. Y ya no jodan más...


Yo entiendo, no crea, yo entiendo...: sin darle un retoquecito a las cosas hasta desfigurarlas criminalmente no se puede gobernar, no se puede ser gobernado, no se puede ser adicto ni opositor, ni casi nada. ¡Pero cómo no lo voy a entender!


Lo que le digo, nada más, es que así, mi querido, no se puede trabajar.


Así que habrá que esperar un rato y dejar que pase la ola.


Un día, estoy requeteseguro, pasará.

Y las cosas serán normales y reales de nuevo. Bastante, al menos. Lo suficiente, al menos.

Y todo existirá de nuevo y será exactamente lo que es. O bastante o suficientemente lo que es como para que tenga un poco de sentido hablar de algo que es y no de escenografías.

Y lo mejor de todo: hasta llegará a pasar que cada uno podrá saber que lo que es es lo que es tal y como es. Y lo sabrá bastante, al menos lo suficiente. Y ya no será del todo posible sin riesgo grave el maquillaje brutal, la cosmética torpe, el subterfugio ladino.


¿Que soy un papanatas? ¿Por qué? ¿De veras usted no cree que eso pueda pasar?


Yo creo que sí puede pasar, mire.

Pero así como le digo una cosa le digo otra cosa más: hasta que no amanezca un poco por ese lado, ni me voy a molestar en escribir una sola línea sobre cosas que de veras no existen.



¡Hay tantas cosas de verdad!


Mientras tanto, como quien se tira al sol y vaga, para ocuparme de estupideces en mis ratos libres sigo leyendo el diario de Yrigoyen.

Y de eso no falta porque hay más de uno y casi no hay otra cosa.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Partir quiero yo

En modo alguno soy especialista (y que Dios me guarde de llegar a serlo...) pero sí soy gustador esporádico de la poesía que llaman de Cancionero.

Son decenas de poetas y escribidores españoles entre fines del siglo XIV y el siglo XVI. Hay de todo, por cierto. Pero es una buena cantera de modos y estilos que resumen muchas líneas y fuentes, que son a la vez raíz de mucho de lo que vino en el Siglo de Oro y hasta mucho después. Entre los que bebieron de allí está ni más ni menos que nuestro finísimo Enrique Banchs, de feliz e infrecuente memoria.

La cuestión es que, repasando Cancioneros, encontré a un Pedro de Cartagena, frecuentemente llamado Cartagena a secas, que parece era de una familia de conversos ennoblecidos, oficiales de la corte de los Reyes Católicos -algunos de Enrique, antes, y otros de otros, después- y él mismo, según dicen, un valiente guerrero, además de elegante poeta, que dizque se llamaba Gonzalo Franco y que murió en otra de sus heroicidades en la guerra de Granada a los 30 años.

Si es él el Cartagena de los Cancioneros, no lo sé, y aunque es cosa que parece bastante probable, no acuerdan, precisamente, los especialistas. Allá ellos, no es asunto mío.

Dos composiciones del tal Cartagena son la que siguen.

En una, razona con su amiga que le mostró una paloma blanca que por allí volaba, y él le explica lo que eso significa.
El ave que me mostrastes
dos diferencias figura
que me ponen división;
que si vos bien la miraste,
su blancura y mi tristura
dos contrariedades son:
mas yo pierdo la querella
de mí, pues mi mal m'alegra;
aunque mi ventura es negra
no lo es la causa d'ella.
La otra, es un llamado Villancico de Cartagena.
Partir quiero yo
más no del querer
que no puede ser.

El triste que quiere
partir y se va,
adonde estuviere
sin sí vevirá:
mas no que porná
en otra el querer,
que no puede ser.

D'aqueste partir
sin dubda procede:
partiendo morir
la vida bien puede,
mas no que no quede
con vos el querer,
que no puede ser.

Despídese con esta copla

En no veros en mí, veo
de vevir sin confiança;
cuanto s'alarga el deseo
se m'acerca el esperança.
¡Oh sin ventura nascido!
pues no hay medio
del que fasta que os vea
a mi mal mal gradescido,
¿qué remedio
daré sin vos que lo sea?.


martes, 2 de octubre de 2012

Guerra y batallas

Van quedando pocas notas de esta serie, lástima.

Estas dos que dejo ahora hablan de armas y de paz, de honores y deshonras.

Así en La paz y el honor como en La primera victoria ¿y la última?

Unas son cosas de doctrinas, otras de historias.

El asunto es que, de un modo u otro, siempre las cosas se amasan con sangre.

Aunque duela o sea duro, siempre hay guerra. Y no siempre hay sangre sangre, porque no todas las guerras son cruentas.

Y no siempre la sangre que se deja en una batalla es la que brota de las heridas.

A veces la guerra y las batallas son en el aire, como la de los ángeles. Están las que son en el corazón de los hombres, entre las ideas de los hombres o entre las ideas y las cosas tal como son.

La sangre en las heridas, de habitual, es la última sangre. No necesariamente la primera ni necesariamente la única.

Hay gentes que guerrean tupido y no mueren de eso ni en eso. Hay otros que nunca tocaron un arma pero no por eso sangraron menos.

Y hay quienes no quieren ni batallas, ni guerra, ni en el aire ni en el campo, ni nada. Ni sangre quieren.

No tienen nada por lo que dar su sangre, si acaso tuvieran sangre para dar.

Porque como dice Braveheart: Every man dies, not every man really lives...

Esperanza del milagro

Inútilmente pido lo que pido,
inútilmente quiero lo que quiero:
no espera mi esperanza lo que espero
ni olvida mi memoria lo que olvido.

Ni pide mi esperanza lo que olvido
ni quiere mi memoria lo que espero:
inútilmente olvido lo que quiero,
inútilmente espero lo que pido.

Todo es inútil ya. Pido y espero;
pido al amor olvido, y el olvido
se entrega a la memoria prisionero.

Quiero sin esperanza, y lo que quiero
espera eternamente en lo que pido
el milagro de amor en el que muero.

Con ese título, este soneto escribió Ignacio Braulio Anzoátegui y lo publicó en 1945, con el sello de ediciones Convivio, en un libro de poemas que llamó Desventura y ventura del amor.

Y es bien raro poder hacer eso.

La tersura lírica de Garcilaso, sin amaneramientos (tersura viril la de Garcilaso) y los arabescos conceptistas a lo Quevedo, sin la rispidez algo amarga de Quevedo.

Es decir: hondura quevediana y elegancia garcilasiana.

Los lectores de versos olvidamos, o no sabemos, que el poeta tiene que tener un traje, algún vestido para sus versos. Y no a todo el mundo le queda bien la ropa. Hay algunos que se ponen cualquier cosa y les va bien. Otros, por más que se sobrevistan, con exceso que ya de por sí es cierto mal gusto, no logran caer bien.

Decir que algo es quevediano o garcilasiano es lo mismo que casi nada. Se puede imitar eso con cierta capacidad de observación y cierta disposición a la mímesis material, extrínseca.

Pero si se dice de veras que algo es garcilasiano o quevediano lo que se quiere decir es que algo de la substancia lírica de esos autores también lo logran otros que no son ellos.

Cuando un poeta sabe poemar, es verdad, no es más que sí mismo. Pero nadie es tan sí mismo que no pase que algo de lo que le es característico y propio no sea a la vez singular y universal. Y eso vale para Garcilaso y Quevedo también, por supuesto.

No es por el traje de afuera que estos versos son lo que digo. Es por las uvas y el trapiche que dieron ese mosto. Ver algo, entenderlo, intuirlo de un modo, sentirlo y vivirlo. No son las palabras de afuera, no es la sintaxis de afuera. Es la inteligencia viendo -y el corazón sintiendo- lo que está en el origen de la factura de afuera.

No es imitar en el sentido corriente. No es parecer.

Es ser.

Ser Garcilaso y ser Quevedo. Sin dejar de ser Anzoátegui.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Coplas del aire

Manzanares de tomentas
blancas de flores que aroman
barren del pecho las sombras,
siembran frescuras de arena
en el aire que enamora;
y un viento de quitapenas
y un vino que canta y nombra
andan rondando verbenas,
tiñen la noche y las venas
mientras desgranan sus coplas.

La luna va por la sierra:
donosa abrasa a las mozas
y de plata las corona
de tan bonita manera
que hasta le lucen las sombras
que andan bailando en la tierra
una danza silenciosa
que a los álamos despierta
y que adormece a la hierba
donde mi sueño se aposta.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Política de mierda

Hace ya algunos años, recordé un comentario de Borges en ocasión de la muerte de Marechal.
"¿Será, Clemente, que por esta política de mierda nos hemos peleado tanto? Y yo lo quería mucho como amigo".
Y dejé a mitad camino el asunto por entonces.

¿Tenía razón Borges?

No sé. Creo que era sincero. Y hasta creo que entiendo que eso pueda decirse en determinado caso. Pero no creo que tuviera razón y por ninguna de las dos cosas que supone lo que dijo en esa ocasión.

Por lo pronto, se me hace que Marechal y Borges no tenían el mismo concepto de la política, lo que no es un hallazgo luminoso, eso lo sé.

Marechal creía, por ejemplo, y realmente, que la política era la hermana menor de la metafísica y que eso era una cosa seria y se lamentaba precisamente de que se notara en la política la inconsistencia metafísica. Claro que esa inconsistencia no se verá en los titulares de los diarios: pero es más grave que lo que aparece en las noticias, más raigal que las políticas de estado y más influyente en la vida de la polis que el índice de inflación. Las consecuencias de que fuera así -de que la política hubiera disuelto el vínculo familiar con la metafísica- la padeció Marechal y esas consecuencias le vinieron no menos de sus amigos que de sus enemigos. Y no fueron consecuencias etéreas o evanescentes.

También Borges padeció eso, lo supiera o no, se diera cuenta o no, pero a Borges no le interesaba la política en realidad, ni la buena ni la otra. Mayormente la tenía de apoyabrazos para una frase ingeniosa, si acaso. No eran malas algunas de esas frases, y, aunque él no se diera cuenta, eran además sumamente políticas en un sentido que Marechal entendía perfectamente y me parece que él no, con todo lo inteligente y fino que fue.

Marechal, en un sentido bastante trágico, dio la vida por la política, y no porque le interesara más que la poesía (porque, en todo caso, sabía perfectamente cuánto había de una en la otra y viceversa...) pero creo que, mal que bien, la vida de Marechal era una sola cosa, equivocado en esto de más acá o acertando en aquello otro de más allá. Y no me parece que la frase de Borges haya entendido eso. Porque si lo hubiera entendido, se habría dado cuenta de por qué estaban separados.

Hay mierda en la política, cierto. Y hay una mierda grande y honda en la política. Y hay una forma de entender y hacer políticamente que es una mierda, sin atenuantes. Y no hay que negar eso. Mucho menos si uno es argentino.

Pero, incluso en lo que tenga de universal o particular, lo que Borges decía lleva una injusticia para con el propio Marechal, y hay hasta un cierto inocente desprecio, en lo que tiene de reproche.

¿Vale la pena separarse de alguien por la política? ¿Alcanza la política para separar gente? ¿No es una mierda la política cuando separa gente? ¿Es la política de mierda la que separa gente y la otra no?

No sé. Me parece que lo que Borges no entendió es que la política importa.

Importa mucho. No solamente a una persona tal o cual -caricaturescamente retratada- que por razones ideológicas, u otras razones más bajas o más hondas, se aferra a su bandera partisana o a cosas peores.

Hay algo para decir del que sufre esa estolidez ideológica -de cualquier signo, sí...- que lo vuelve predicador y fiel de una religión al menos tuerta y renga, cuando no perversa, pero no ahora.

Porque la política importa por buenas y grandes razones, sin llegar a esas marginalidades muchas veces frívolas. Y entre las buenas y grandes razones hay una: en la política hay mucho más que política. Lo hay para todos, sepan o no de política, se interesen o no en ella. Y a veces lo hay de un modo tan personal además que las convicciones de quien sea bien nacido y bien intencionado, son casi casi su vida misma y las aprecia y las resguarda y sostiene como si fueran su vida misma. Y ojalá que así sea cuando habla de política o se mete en política, diciendo y profesando que le interesa lo político.

No tiene por qué hacerlo ni a los gritos ni a las trompadas, salvo que haya menester y la ocasión lo pida. Pero no tiene modo de no hacerlo si es bien nacido y de buena leche. Lo otro sería -ni siquiera un matrimonio...- un concubinato sin amor, de pobre conveniencia. Pero el que ama algo, si de veras lo ama, tiende a dar la vida por ello y no se le ocurre preguntárselo: va y lo hace. Como se hace cuando se ama. Y es así porque lo que se ama se hace la vida misma del que ama, en todo, o en buena parte. Y si lo que ama es cosa grande y noble, más.

La vida se da de muchas maneras, no solamente muriendo.

Ahí está el caso del propio Marechal, que murió pacíficamente en su cama y no en una rumbosa carga de caballería ni baleado en un alzamiento. Pero, y en un sentido real, dio su vida por la política lo mismo, porque sus opciones políticas lo hicieron indeseable para muchos en la vida común y entonces lo extirparon de la vida común por años.

No quiero decir que Borges se amara más a sí mismo que a la patria. Eso no lo puedo decir de cierto. Pero de tanto en tanto así parece. Y si tenía algún amor a la patria, tal vez amara más el amar a la patria o aun el verse a sí mismo amando a la patria que a la patria misma.

Y eso no pasa solamente en la política: puede pasar con todos los amores. Y cuanto más grande es el objeto amado, más se ha de notar. Y cuanto más noble sea el objeto amable, peor estará eso.

Pero está lo otro.

¿Es verdad que la política -la de mierda, dice Borges, pero yo digo la política a secas- hace que la gente deje de quererse?

Podría, claro que sí.

La política de mierda mucho más, claro; siempre diría, salvo en el caso de que, de tan mierda, sea lo suficientemente cínica como para que no haya separaciones ni desafectos, porque no hubo nunca uniones y afectos. Porque, entre otras razones importantes, por eso es una mierda: sus amores son de mala calidad, si acaso los hay allí. Un político de mierda no se pelea jamás con nadie, ni se separa de nadie y más bien tiende a amancebarse con cualquiera. Y eso es porque, más allá de que él sea o no una mierda, su política lo es.

Pero no necesariamente la política tiene que mover al desamor. Y, sin jugar con las palabras, lo más probable es que sea al revés si es de la buena.

Una persona recta, con amores sanos, no deja de amar nada amable por la política, menos a los que no piensan y sienten a la patria como él la piensa y la siente. Ni en política ni en nada. No debería si es persona recta y sus amores son sanos.

El propio Borges, si vamos a ver, es un ejemplo. Se habrá separado de Marechal por el peronismo, dejaron de hablarse, dejaron de frecuentarse, pero dice Borges que lo quiso mucho.

Es un poco infantil el planteo. A Borges parece que le cuesta entender que el camino de Marechal no era el suyo, afecto más o menos. Y que, aun cuando el afecto sobreviviera a esa diferencia, el camino de cada uno pudo llevarlos en direcciones distintas, como de hecho los llevó en direcciones distintas. Y eso es una consecuencia de lo primero: si uno quiere sostener sus convicciones, finalmente lo hace y anda su rumbo. Podrá lamentar que otro no lo haga, podrá lamentar incluso que aquellos a quienes ama o admira no les importen las mismas cosas o no les importen las cosas de la misma manera. Lo más probable es que no se detenga allí y su amor a lo que ama lo lleve en la dirección por la que va, que no es la dirección que otro pudo haber elegido y -ojalá- sostenido.

Borges respetaba, por ejemplo, a Castellani y hablaba con afecto de él y con admiración. A lo Borges, pero lo hacía. Y en parte Castellani también lo trata con afecto y respeta su talento, aunque tenga cosas para decirle y se las diga. ¿Acaso eso hizo que no se separaran? Y más precisamente, ¿acaso se unieron por eso?

En algún otro lugar, me ocupé de la relación de Borges con Chesterton. No fueron amigos, pero tal vez Borges vivió su admiración como si lo hubieran sido. Y estoy seguro de que Chesterton lo hubiera querido a Borges como quiso a Bernard Shaw, de quien lo separaban la política y cosas mayores. Como a Borges lo separaban de Marechal asuntos parejos a esos, política incluida. Y también de Chesterton, es verdad, como de Castellani, claro.

Para el caso, distintos por el diámetro y todo, nunca oí que Shaw no quisiera a Chesterton. Oí siempre lo contrario. Y creo que Shaw era sincero en eso. No estuvieron menos separados por el hecho de que se respetaran y quisieran.

Pero es verdad que, hasta donde se sabe, Borges y Chesterton no tenían nada que ver en las cosas que importan, política incluida. Y Borges en nada siguió el camino de Chesterton, hasta dónde sabemos, aunque ojalá que sí, porque el de Chesterton era en cosas importantes mejor que el de Borges.

Borges podía admirar a Marechal, podía quererlo como creo que sinceramente lo ha querido y apreciado, pero no fue por el camino de Marechal, sino por el suyo propio.

Amaban, si acaso, cosas distintas y de maneras diferentes.

Y por eso es verdad que no se separó más Marechal de Borges por sus convicciones y opciones -políticas y más- que lo que Borges se separó de Marechal por las suyas.

Y, si me pregunta, creo que está bien. O al menos es consistente, que no es poco y es mucho. Porque al menos esa consistencia significa algún amor.

Desembarcar a la política en el primer puerto como si fuera una molesta pasajera de mierda que no nos deja conversar tranquilos con el capitán sobre la pesca de berberechos en Malasia, eso es una triste figura: de persona, de política, de amores y de todo.

Por mi parte, prefiero la consistencia honesta y sincera. Respeto incluso eso y lo otro no, si me pregunta. Prefiero verlo a Borges bajándose del barco y seguir a pie por la playa su propio rumbo, si es que el precio de un afecto que a él lo contenta es que la que tenga que bajarse sea una cosa que importa. Aunque Borges no se diera cuenta de eso, preferiría verlo tener alguna convicción que mantener. Hasta sería un signo de respeto por la persona que decía querer tanto y de la que no podía sino separarse por esas mismas convicciones.

Lo otro supondría algo indeseable en el orden de los amores grandes: que la política no importa. Y que no importa incluso porque por ser política sin más ya es una mierda.

Y otra cosa indeseable supondría, también en el orden de los amores grandes: que a una persona se la puede desguasar como a un artefacto y quitarle las piezas que me incomodan, no me sirven o no me gustan y llevarme a casa las que me caen simpáticas a mí, por mis razones o gustos o berretines.

Estoy seguro de que todos los argentinos nos perdimos algo con esa separación de Borges y Marechal. Y algo grande. Como con tantas otras separaciones nos perdimos algo grande.

Pero estoy seguro también de que, si las cosas hubieran sido sin más como Borges las deseaba, nos habríamos perdido por lo pronto a Marechal.

Y ya eso sólo se me hace que es pagar un precio demasiado alto con tal de darle el gusto a Borges.

O a cualquiera.
 

martes, 25 de septiembre de 2012

La soledad de María




Meditación de la Soledad de María

Composición de lugar

Palidecidas las rosas
de tus labios angustiados;
mustios los lirios morados
de tus mejillas llorosas;
recordando las gozosas
horas idas en Belén,
sin consuelo ya y sin bien
que sus soledades llene...
¡Miradla por donde viene,
hijas de Jerusalén!

Meditación

Virgen de la Soledad:
rendido de gozos vanos,
en las rosas de tus manos
se ha muerto mi voluntad.
Cruzadas con humildad
en tu pecho sin aliento,
la mañana del portento,
tus manos fueron, Señora,
la primer cruz redentora:
la cruz del sometimiento.

Como tú te sometiste,
someterme yo querría:
para ir haciendo mi vía
con sol claro o noche triste.
Ejemplo santo nos diste
cuando, en la tarde deicida,
tu soledad dolorida
por los senderos mostrabas:
tocas de luto llevabas,
ojos de paloma herida.

La fruta de nuestro Bien
fue de tu llanto regada:
refugio fueron y almohada
tus rodillas, de su sien.
Otra vez, como en Belén,
tu falda cuna le hacía,
y sobre Él tu amor volvía
a las angustias primeras...
Señora: si tú quisieras
contigo lo lloraría.

Coloquio

Por tu dolor sin testigos,
por tu llanto sin piedades,
Maestra de soledades,
enséñame a estar contigo.
Que al quedarte Tú conmigo,
partido ya de tu vera
el Hijo que en la madera
de la Santa Cruz dejaste,
yo sé que en Ti lo encontraste
de una segunda manera.

Yo en mi alma, Madre, lavada
de las bajas suciedades,
a fuerza de soledades,
le estoy haciendo morada.
Prendida tengo y colgada
ya mi cámara de flores.
Y a husmear por los alcores
por si llega el peregrino
he soltado en mi camino
mis cinco perros mejores.

Quiero yo que el alma mía,
tenga de sí vaciada,
su soledad preparada
para la gran compañía.
Con nueva paz y alegría
quiero, por amor, tener
la vida muerta al placer
y muerta al mundo, de suerte
que cuando venga la muerte
le quede poco por hacer.

Oración final

Pero en tanto que Él asoma,
Señora, por las cañadas,
-¡por tus tocas enlutadas
y tus ojos de paloma!-
recibe mi angustia y toma
en tus manos mi ansiedad.
Y séame por piedad,
Señora del mayor duelo,
tu soledad sin consuelo,
consuelo en mi soledad.


José María Pemán



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Poco más o menos así mismo como lo presento ahora, recibí de un fino y buen amigo esta mañana esta imagen y unos fragmentos de la Meditación de Pemán, que aquí dejo completa. 

Estoy viendo de rastrear este ícono impresionante en su versión original, si es que la hay y si eso es posible. Tiene mucho más que una belleza conmovedora. No conocía esa imagen y me alegro de haberla conocido, gracias a la intercesión del buen JIL.
 
Lo que creo que no le diré a mi estimado amigo es que, quieras que no, me hizo tres regalos en un solo envío, cada uno mejor que el otro.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Septiembre y la tarde

Septiembre,
ay septiembre,
país de los estruendos que bullen en la sangre
y en las venas
de esta tierra del sur...

Septiembre lisonjero,
tenorio de la savia que va por cada cosa;
septiembre, el atrevido,
el joven invasor.

Septiembre, capitán
de ejércitos de brotes en las ramas de todo,
general de las flores,
corifeo del aire,
padre de las semillas,
mariscal en el cielo de las aves
que ya braman su celo.

Así viene.

En su monta briosa,
en su jaca de nardos renacidos,
brillante en sus arreos de jazmines y salvias,
septiembre el insolente cruza el aire nublado de esta tarde
y lanza la conquista de la tarde del mundo,
en proclamas de vientos
que agitan oriflamas de viñas, de geranios.

Y septiembre comanda
hordas que claman vida
y reclaman el mundo atardecido:
lo quiere su jardín, quiere el mundo en septiembre,
para siempre septiembre.

La tarde permanece,
respira lentamente,
hondamente respira
un silencio más sabio, más hondo
que el aire de este mundo.

El sauce la requiebra y la enamora,
el cedro azula el cielo en su homenaje,
los fresnos la cortejan;
hay mistos y zorzales melodiosos,
pudorosas calandrias,
y rumores torcaces verde y oro
en los brazos tremantes de los tilos
que cercan a la tarde.

Abejas, colibríes,
las astutas patrullas de insectos entusiastas,
rumores deliciosos en el humus
de esta tierra,
cómplice y artera,
asaltan a la tarde.

Voces de miel,
frescuras de agua clara,
lavandas y canela,
limoneros que estallan,
romeros olorosos,
los mirtos y sus tenues tornasoles:
artillerías del aire,
brigadas con sus vestes aromadas y vivas,
invasoras,
asedian a la tarde.


Incólume y serena,
benévola,
distante,
generosa,
la tarde sabe un tiempo que septiembre no sabe
y vaga en su esperanza,
ya libre por el campo,
libre la voz y libre la mirada.

Libre va el corazón,
antiguo,
doliente y animoso
de la tarde.


Ya sus prendas rasgadas, sus armas esparcidas,
septiembre llora solo
un mar de sal y lágrimas saladas.
Agua y sal.
Bajarán por su faz como un bautismo nuevo.

Va añorando la tarde y su silencio,
ya seductor vencido, sus tropas agobiadas,
se extenuará su empeño de furia de septiembre.

Extraña a su enemigo,
tiene nostalgia de la bruma,
del combate a vida con la tarde.

Sabe que él pasará.

Sabe
que ella será el fin,
al fin,
en la tarde del mundo.

Y en la tarde, el amor.


Ahora, en la noche del día,
bajo estrellas frías y calladas
-son su estado mayor-,
septiembre estudia con tibio desengaño
sus inútiles cartas de guerra,
repasa su estrategia
avariciosa,
incosistentemente enamorada,
errada febrilmente.

Recuenta municiones de flores y de pájaros,
enumera sus bajas entre ayes,
y pronuncia uno a uno
sus nombres ya caídos,
sembrados en barbechos de la tierra
que cobijará los brotes, los frutos,
las simientes por generaciones,
felices
de ir hacia la tarde de esta tierra y del mundo.

Y en la tarde, el amor.

Ya calcula septiembre el infinito
y amoroso rigor de su derrota,
implora la clemencia de la tarde del mundo
y ha teñido su frente
despejada de vientos, florecida,
con las cenizas de su penitencia.


Septiembre se serena.

Ya lo sabe.


Ser septiembre no basta.


sábado, 22 de septiembre de 2012

Basta

Apenas el silencio y sus rumores,
sólo el aire sin voz, y en nada ausente
todo. La luz que pasa mansamente,
y mansamente gozos y dolores
que apenas reverberan sin ardores.
Y heridas que no matan y, en la frente
sin recuerdos, el sol que tibiamente
mide el tiempo sin odios ni rencores.
(Y apenas pan, y vino sólo apenas
y apenas flores, como apenas fuego
y un apenas de leña en la canasta.)
Dejar correr la sangre por las venas,
mirarlo todo limpio y en sosiego
esperar. Y esperar. Con eso basta.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Romance de los marineros

La mar lamenta el otoño
y llora espuma en la playa
porque el invierno la estruja
rasgando la piel del agua
con agujas de su frío
y con fieras dentelladas.

Un huracán de salitre
está batiendo cabañas
de marineros que, al fuego,
sentados en ronda, aguardan
un grito del corazón
y del pecho la llamada
para salir a una noche,
que ya tramó su celada.

Y el día en que la tormenta
a mandobles azotaba
la tierra helada y vacía
de toda cosa y de almas
-y más que nunca esa noche
oscura, ruidosa y brava-,
acantilados y esquifes
se trabaron en batalla.

Pescadores a la mar
salieron antes del alba
silenciosos y ateridos
por los bordes de la cala
para que nadie los viera
atrever sus redes blancas
y para no despertar
a la mar y se irritara.

Un viento que traza hielos
en las manos y en las caras,
mira ceñudo las proas
insolentes de las barcas
y a bufidos de su furia
abofetea con ráfagas.

Los marineros lo miran
y oyen sus roncas palabras
que sisean en las velas
maldiciones y los taja.

Los marineros se miran:
sólo se miran, no hablan:
unos los cabos sostienen,
otros sostienen la caña
de un timón que vaga inútil
por la horrible marejada,
y otros rezan los conjuros
que saben que los amparan.

Ya la mar abierta muerde
las quillas alquitranadas
que negramente la surcan,
insolentemente majas.

Ella ofendida les ruge
porque, rabiosa y airada,
ve que la montan jinetes
que, aunque le temen, le clavan,
mientras la doman, arpones
de fuego con sus miradas.
Ella se revuelve ardida,
ella sacude sus tablas:
con bocas negras de espuma
parece que se los traga.


En una boda de espanto
el viento y la mar se casan
y festejan esponsales
ajetreando con saña
barcas niñas que resisten
sus requiebros y sus danzas.

A su jolgorio en tormenta,
que celebran mientras braman,
ya van sin ser invitados,
ya llegan luciendo galas,
corazones marineros 
que son de la mar compaña
y del viento que los cruje
rivales, porque, a su amada
-la mar que tanto los duele
 y que tanto los maltrata-
con amor bueno la sirven,
con voces de amor le claman,
sobre su piel navegando
o hundiéndose en sus entrañas.

martes, 18 de septiembre de 2012

Vino de luz

Racimos de tormentos, manantiales 
que brotan en sarmientos doloridos
de viñas viejas, pámpanos heridos
tintos de pena, ahogados en zarzales.
Serán surcos de luz y matinales:
relámpagos de amor, amanecidos
en plena noche azul y renacidos
de otras brasas de fuegos celestiales.
Viene en su luz el vino que se escancia
en el cáliz del alma cuando llora
y sufre y gime el corazón ajado.
Ya de ese vino exhala una fragancia
que es dolor en trapiche y, añejado,
sabe a gloria de luz consoladora.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Romance chico

La luz de sus ojos
cantando se fue
y nadie le dice
cómo ni por qué.

La sierra de sus amores,
fragante de yerbabuena,
se despertó esta mañana
con sus galas de verbena.

Canta el agua un romancillo
y el chopo por petenera;
fandangos las aves cantan;
por soleares, las peñas.

La luz de sus ojos
cantando se fue
y nadie le dice
cómo ni por qué.

Ya va llegando al bohío,
tiembla la sangre, ya llega…
Todo el silencio del mundo
en el pecho le resuena.

¿Dónde, el amor de mi vida?
¿Dónde, tu voz? ¿Dónde?, ruega.
¿Dónde, mi sol, te me has ido?
¿Dónde? ¿Dónde…?, desespera.

La luz de sus ojos
cantando se fue
y nadie le dice
cómo ni por qué.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Romance de la casa vacía




El muro blanco dormita
al sol tibio de la siesta
y vigila con un ojo
la calle empinada y seca.

Busca unos pasos de alondra
que tantas veces oyera
correr por el huerto adentro,
refrescarse en las acequias,
trajinar por la cocina,
descansar bajo la higuera.

(Y hubo otros pasos de roble
que anduvieron por las sendas
del monte yendo a la caza
de venados y corzuelas
y que al alba ya se oían
volver a la casa quieta.)


La voz que el muro esperaba
oír en la tarde, en vela,
y que al tomillo del aire
enamoraba de veras,
ya es un silencio de cal
porque la voz ya no suena.

(Hubo otra voz que tronaba
como en el río las piedras:
el río secó su cauce
y aquella voz que trajera.)


Allí vivían dos ojos
como los que nadie viera
y un corazón que, de amante,
otros diez más parecieran.

(Hasta el muro se llegaban
dos ojos de luz tan recia
que, si siempre fuera noche,
con ellos jamás lo fuera;
  tan dulce en ellos latía
el amor que va en sus venas.)


Van diciendo los susurros
-siempre lo mismo: las viejas...-
que, un día, una mujeruca
que andaba encorvada y renga,
que se la vio por la villa
y nunca más se la viera,
como al descuido dejó
embrujos junto a la puerta
y en las hendijas del muro
sembró conjuros y hierbas.

Y al tiempo ni voces tuvo,
vacía la casa en pena.
Ya nadie caza en el monte.
Ya pasos no hay en la huerta.
Dos corazones había
y ahora ninguno queda.

Blanco el muro y la ventana
sus soledades bosteza,
sin nadie más que una sombra
que la guarda desde afuera.
Hay otra sombra que adentro
nada guarda y nada espera.



lunes, 10 de septiembre de 2012

Romance de la niña

Apenas cubre septiembre
la gala gris del invierno,
ya las abejas sospechan 
la flor blanca del almendro
y en luz borgoña se lucen
rosedales de cerezos.
Sangra una miel luz de cobre,
dolorosamente enhiesto,
un ciprés junto al camino,
que serpea polvoriento,
y mece en rumor y aroma
a los campos verdesecos.
Lejos del mar, cien gaviotas,
como escuadrón de lanceros,
ya rugen sal en el aire
azul y plata del huerto
y entre sus ramas celebran
primicias de limoneros.

Arrullada de claveles
y de azahares copleros,
que apenas llega septiembre
le florecen en el pecho,
la niña duerme en amores
sobre grama de silencio.

Sueña una jaca azabache,
sueña unos ojos de fuego,
sueña una torre de piedra,
sueña  delicias de enebro,
sueña sierras, sueña prados,
sueña un claro caballero.
Y mientras sueña que sueña,
va soñando que no es sueño.

El corazón de la tarde
murmura un latido lento.
Y un manantial en la peña
repica un cante tan fresco
que da un rocío que vibra
alrededor como un eco.

La niña duerme septiembre
como si no fuera invierno.
Y mientras sueña que sueña,
va soñando que no es sueño.