martes, 20 de diciembre de 2011

La trunca tuya



Llego al río, cruzo el vado,
ay, tu costa jumealera.
Ya el violín llora en el monte
tu chacarera.

Ya es bombo mi corazón
y en su parche se entrevera
con latidos de nostalgia
tu chacarera.

Llevo guitarra de luna
y tu sombra a mi asidera;
y para luz en mis noches,
tu chacarera.

Priendita, qué cosa el tiempo
que se alarga pa’l que espera.
¿Cuándo será que me digas
tu amor en tu chacarera?


Dulce el violín, manso el bombo,
la guitarra compañera,
con sólo verte me dicen
tu chacarera.

Y mis coplas con el viento
buscan tu boca coplera
pa’ que suspires en coplas
tu chacarera.

Tengo un ranchito en el monte
pa’ cuando tu almita quiera
darme con su voz de plata
tu chacarera.

Priendita, qué cosa el tiempo
que se alarga pa’l que espera.
¿Cuándo será que me digas
tu amor en tu chacarera?


domingo, 18 de diciembre de 2011

Poetas y sables

Una muestra ligera, apenas unas pinceladas.

Valen lo mismo a veces para mirar los hilos más gruesos de las cosas.

Por ejemplo.

Una tormenta fallida podría habernos dejado sin poeta, y no es cosa de andar despreciando en la Argentina, que tiene más verseros que vates. Y eso es lo que dice Imponderables.

Hay también los trazos de una carta de un combatiente que alumbran rincones de la Independencia en ¿Por qué decían que era la cosa?

O un duelo a sable entre... ¡dos escritores!, en Quítame allá esos adjetivos como un signo rumboso de no pocas de nuestras esterilidades, bellas esterilidades, épicas esterilidades.

sábado, 17 de diciembre de 2011

He visto unos ojos verdes



Qué tarde llega esta tarde
de aroma verde en las manos,
y qué verde llega el aire
con la luz que vas dejando.

Qué donosa tu palabra,
qué limpio y verde es el talle
del trigo de tu mirada
que me siembra cuando cae.

He visto unos ojos verdes,
ay, de ti…
Crecen en valles de luna
y cuando miran perfuman,
ay, de mí…


Ya por la flor de tu pelo,
como una zamba en la noche,
va tu voz de plata al viento
y endulza hasta los mistoles.

Ya es verde el color del tiempo
Ya es plata la luz del día.
Verde y plateado el recuerdo,
plateada y verde la vida.

He visto unos ojos verdes,
ay, de ti…
Crecen en valles de luna
y cuando miran perfuman,
ay, de mí…



No sé componer canciones.

Pero esto es una zamba.

Por cierto, no hay modo de que un servidor complete en una partitura lo que falta.

Pero siempre puede haber manos diestras que sepan pulsar las cuerdas -o las teclas, como el Cuchi...- y hagan, en una de ésas, los milagros que otros no podemos, como sería volver zamba a esta zamba.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Revisando revisiones

Hay que andar revisando. Estoy seguro de que es así. El problema no es revisar de más, el problema es revisar de menos.

Decía Chesterton que la única cosa que un escéptico no podía ser era proselitista.

Y digo yo, que no soy él, que la única cosa que un revisionista no puede ser es institucional, anquilosar la mirada porque tiene que responder a un patrón. Patrón que quiere decir aquí tanto medida como capanga.

Así que, en lo que a mí respecta, señores y señoras, tengo de revisar las revisiones y a los revisores.

Porque no se puede hacer política sin eso, de ninguna clase, ni de la mejor ni de la peor. Porque no se puede hacer política sin hombres libres (que los que no son libres, no son tan hombres...), ni se puede hacer política sino para hombres libres (que si no habrán de serlo, no es política...)

Y aquí quedan, entonces, Una fecha ominosa, Elegir el enemigo y Se aposta un ángel en Santa Fe.

Y dejo estas tres de Aragón que creo bien pueden servir a este propósito, como otras. Porque eso son estas notas suyas de él que quiero publicar, al fin de cuentas.

Y estas mías, además, lo mismo, si acaso y puedo y me da para tanto.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Todavía



Era la tarde en este mundo. Había
rincones luminosos.
Y unas noches, y lunas
y soles en el aire cada día
y ese aroma de mar, y tiempos quietos
de secretas bondades,
alegres y secretos
sembrados bajo robles poderosos.

Era la tarde en este mundo. Había
brasas de luz amada
ardiendo leños tibios, soledades,
cenizas de las horas,
tizón de resplandores, de alegría,
de belleza y verdades
que aún florecen en llamas nombradoras.

Era la tarde en este mundo. Había
retoños de tormenta,
gajos de risa y luz
y un amor en sazón oliendo a menta.
Y un amor en su cruz.

Era la tarde en este mundo. Había
silbos de un viento lleno
libando el aire claro,
un trapiche de miel fresca de flores
que destilan la luz de los dolores.
Un vino en miel y raro,
amoroso y amable, amado y bueno.

Era la tarde en este mundo. Había
un cielo tinto y suave
que bogaba la nave
borgoña de la nube
por la noche que sube
y va en su gozo persiguiendo al día.

Era la tarde en este mundo. Había
un reino gobernado
por manos que lo rigen silenciosas
y amansan con dulzura
las hebras de esta tierra,
las piedras de la sierra,
el bosque tan amado,
el fuego, el valle mudo, el agua pura.

Era la tarde en este mundo. Había
una voz en el aire que cantaba
y todo celebraba.

Y canta todavía.

No hay que hacerle notas a los versos, en lo posible. Pero, en este caso, creo que vale la pena decir al menos que éstos vienen de un tiempo en el que aquella bitácora ya ida no estuvo disponible y nada apareció por allí; que, de no, allí habrían estado.

Los trajo en estos días una memoria de cosas que son y han sido.

Y aquí vienen ahora.

Estos versos son una celebración. Y celebran a su modo aquello que no puede marchitarse y que pervive, por más que el tiempo pase.

Su antífona, en ese pasado imperfecto, parece la cuenta que alguien hiciera de cosas que ya no están en este mundo -cuya figura pasará-, y que parecen disueltas por el tiempo que pasa por ellas sin concluirlas ni consumarlas; pero que en algo son, aún así y en algo grave y hondo, como el atisbo y la huella del otro que no pasará.

Todavía, es el adverbio -¡ah, los adverbios...!- con el que se cierra la cuenta nostalgiosa. Y así es.

Hasta el fin del tiempo -o hasta el fin del tiempo de una vida de hombre, que también es el fin del tiempo, según se mire-, habrá esa voz que canta y que celebra algo que es un bien -entero, cierto, bueno- que está más allá de la figura de este valle de faz ajada y doliente tantas veces.

Todavía quiere decir que lo que no muere no morirá. Y que vive una vida viva en la raíz de tantas cosas; y que es potente, y tanto, que es capaz de florecer entre las lágrimas y las heridas que acompañan una vida de hombre.

Alguien que recibiera el regalo de esa esperanza -que verdaderamente recibiera una esperanza verdadera- podrá dolerse por lo doloroso, pero se alegrará y celebrará -sin que lo demuela la desgracia- si sabe a qué sabe todavía.

Porque es verdad aquello que dice Simone Weil: si el que sufre no olvida, en medio del dolor, que aún ama, nunca será un desgraciado.

Y será así al final, porque, como acierta san Juan de la Cruz, en la tarde de la vida seremos examinados en el amor. Y habrá que aprobar nuestra vida -y se pondrá a prueba para que pueda ser aprobada- diciendo que aún, todavía amamos.

Y si esto resultara verdad, en la tarde de este mundo se nos dará de regalo algo infinita y realmente mejor que estos versos: todo y todas las cosas.

Incluso, y hasta especialmente, como tal vez diría C. S. Lewis, aquellas que -entre lágrimas- hemos tenido o nos han faltado en este mundo.

Y no habrá modo de no celebrar entonces.


viernes, 2 de diciembre de 2011

Pan del día


¿Qué pueden tener en común el juego del pato, la cruz y una batalla casi inútil?

No es un acertijo ni una trampa, ni es para ponerse suspicaz.

Tres cosas que, si las mira bien, tienen que ver.

Pero tampoco se apure a sacar conclusiones medio baratas y de circunstancia.

Inventar, en su origen, quiere decir encontrar. No sacar de la galera.

Entonces, para seguir la serie, aquí van otros tres de Roque Raúl Aragón (y el lector perspicaz ya sabrá que son suyas las palabras que importan de la entrada, porque el emblema es suyo…)

Nuestros gigantes padres, In hoc signo Vinces y Cantos de amor y de muerte son los de esta vez.

Porque -y tome esto, si le cuadra, como una pista- no todo lo que es política del día hay que leerlo en el diario del día. Porque tampoco hoy el hombre vive sólo de pan.

jueves, 1 de diciembre de 2011

De atrás para adelante



Este año que se inicia es una gran oportunidad para la democratización y la institucionalización de nuestro país. Por primera vez, un modelo desmonopolizador, descentralizador y democratizador tiene la posibilidad de manejar el Estado durante más de diez años seguidos. Los juicios por las violaciones a los Derechos Humanos son un hito para la educación civilizadora de nuestra democracia: es un mensaje de “nunca más” real para el futuro, genera en los futuros golpistas el “autocontrol”, ya que no sólo hace público lo inenarrable, sino que también genera el miedo a ser condenado pase el tiempo que pase. El matrimonio igualitario es otro mojón en esta ruta: pone un freno indubitable a la coacción de los deseos y los derechos de la otredad y es una invitación a la ampliación de derechos de lo marginado y lo discriminado. El pacto social espoleado por la presión del movimiento obrero organizado obliga a negociar permanentemente a los sectores dominantes que continúan aferrados a la “barbarie” del egoísmo desmesurado, de la renta a cualquier costo, de la especulación desenfrenada. Si la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se presenta a las elecciones de octubre y las gana, tendrá un desafío histórico: a) dotar de una institucionalidad sustantivamente democrática al Estado y a la sociedad a través de un cambio cultural que atraviese los partidos políticos, las corporaciones, las organizaciones no gubernamentales y llegue hasta las terminales capilares que son las familias y los individuos, y b) persuadir a los argentinos –con las pruebas obtenidas durante estos años– de que el mejor negocio es el compromiso social y lograr que los individuos sientan vergüenza de ser freeriders, que no puedan sonreír burlones y autosuficientes aquellos que se benefician con el esfuerzo de los demás, o como decía Enrique Santos Discépolo, que ya no sea lo mismo “el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley”.


El 9 de enero pasado, en el diario Tiempo argentino, el sociopolitólogo Hernán Brienza publicó una columna titulada Cuadernos de Traslasierra. Lo citado, es la parte final del artículo. Cercano al gobierno en general, Brienza es uno de los jóvenes gurúes de estos tiempos que, como pasa con otros, no es claro si bajan línea o tienen la clave hermenéutica de las políticas oficiales.

No lo lea si no quiere, pero le convendría. Yo lo vuelvo a ver de tanto en tanto, porque se me hace programático en más de un sentido.

Creo que tiene varias ventajas y por enumerar algunas van éstas: 1) está escrito bastante antes de las elecciones y en un contexto algo distinto del actual; 2) señala un rumbo para él necesario, de ganarse las elecciones, rumbo de superficie y a la vez rumbo también fundante; 3) redistribución de la riqueza, derechos humanos y matrimonio igualitario tienen allí un papel sinfónico en el diseño social y político, al punto de parecer ámbitos inseparables.

Ahora que veo la media sanción en la Cámara de Diputados de los proyectos de Identidad de Género y de Eutanasia, así como el debate de Fecundación asisitida, vuelvo a pensar que muchos hombres de la calle, seres comunes -a favor y en contra de este gobierno y del anterior- se equivocan en una cosa o en otra o en otra más.

Porque creo que les cuesta distinguir al menos tres cosas: 1) qué está bien y qué esta mal en las políticas del gobierno o en las que acompaña; 2) por qué está bien o está mal cada cosa y 3) el sentido y el resultado cultural de las políticas sinfónicamente consideradas, esto es: de dónde proceden las cosas, hacia dónde se dirigen y qué resultado perdurable producen, por separado y juntas.

Pero de una cosa estoy seguro: quien no pueda -o no quiera- hacer ese ejercicio de criba y pretenda opinar sobre el día a día y el rumbo de la patria, está perdido.

O, lo que es en cierto modo peor, creerá ver y decir las cosas desde un punto de vista que le resulta afín o respetado y tal vez en realidad sólo sea un hijo bastardo de una madre ideológica a la que tal vez ni siquiera conoce.