viernes, 4 de noviembre de 2011

Visión

En el Libro I de La balada del Caballo Blanco, Chesterton pinta un encuentro entre Nuestra Señora y un rey Alfredo atribulado y solitario que vaga por sus tierras desoladas. Es una visión y una aparición.

El texto -que es extenso (*), pero que copio doblemente para los que quieran apreciarlo- describe la ansiedad patriótica de Alfredo, que quiere ver su tierra libre de los invasores de Guthrum, el danés. Pero no es sólo patria.

El tono de la pregunta de Alfredo a la Virgen es hondo y sentido, sin alardes, dolido verdadera, pero mansamente.

La respuesta, que como se ve no es sólo respecto de la patria, parece hasta cierto punto dura, muy dura...

Pero.

"Madre de Dios", dijo el peregrino,
"no soy sino un simple rey,
no pediré, como podrían pedir los santos,
ver secretos escondidos.

"Las puertas del cielo son puertas terribles,
peores que las puertas infernales;
no atravesaría yo los vedados esplendores,
ni buscaría conocer lo que guardan,
demasiado bueno para ser contado.

"Pero para este mundo lleno de pena,
esta pequeña tierra que conozco:
¿Será para siempre lo que ahora es
o estallarán nuestros corazones de dicha,
viendo al extranjero marcharse?

"Cuando nuestro último arco sea quebrado, Reina,
y nuestra última jabalina arrojada,
bajo algún triste y verde atardecer,
sosteniendo en alto una cruz arruinada,
echados bajo el césped cálido de las tierras del oeste,
¿volveremos por fin a nuestro hogar?"

Y vino una voz humana pero elevada,
como una pequeña casa suspendida
entre las nubes; o como cuando un siervo de barraca y pequeño campo
se sienta, como siempre, junto al fuego de su casucha,
pero oye, arriba, sobre el viejo y sencillo techado,
un campanario que prorrumpe en canción.

"Las puertas del cielo están ligeramente entornadas,
nosotros no guardamos nuestras ganancias,
el peor final puede fácilmente
venir silenciosa y repentinamente
sobre mí en medio de un sendero.

"Y cualquier pequeña doncella que camina
consagrada a buenos pensamientos,
puede vencer la guardia de los Tres Reyes
y ver las queridas y terribles cosas
que guardé yo en mi corazón.

"El más vil de los hombres, caído en los campos grises,
detrás de la puesta del sol,
oyó entre una estrella y la otra,
a través de la puerta entreabierta de la oscuridad que cayó,
el concilio, más antiguo que las cosas que son,
la conversación de quién es Tres en Uno.

"Las puertas del cielo están ligeramente entornadas,
nosotros no guardamos nuestro oro,
pueden los hombres desarraigarse allí donde los mundos comienzan,
o leer el nombre del pecado innombrable,
pero si vence o si falla
a ningún buen hombre se le ha dicho.

"Los hombres del Este pueden predecir las estrellas,
y señalar los tiempos y los triunfos,
mas los hombres signados por la cruz de Cristo
van alegremente en la oscuridad.

"Los hombres del Este pueden examinar los manuscritos
para asegurar destinos y fama,
mas los hombres que beben la sangre de Dios
van cantando hacia su ignominia.

"Los hombres sabios conocen qué perversidades
están escritas en el firmamento,
adornan tristes lámparas, tocan tristes cuerdas,
oyendo las pesadas alas color púrpura,
donde los olvidados reyes seráficos
aún traman cómo morirá Dios.

"Los hombres sabios conocen todas las maldades
bajo los retorcidos árboles,
donde el perverso languidece en placeres,
y los hombres están hastiados del vino verde,
y enfermos de mares carmesí.

"Pero tú y toda la grey de Cristo
son ignorantes y arrojados,
y tú tienes guerras que con dificultad ganas
y almas que con dificultad salvas.

"Nada te digo para tu consuelo,
sí, nada para tu deseo:
evita que los cielos se oscurezcan más aún
y que el mar suba más alto.

"Será la noche tres veces noche sobre ti,
y el cielo, una cubierta de hierro.
¿Tienes gozo sin causa,
sí, fe sin una esperanza?"

Aún mientras hablaba, ella ya no estaba,
ni dijo él una palabra,
sólo oyó, quieto en su sitio,
bajo la capucha de antiguas noches,
al pueblo marítimo derribando el bosque
como una marea alta que arrecia desde el mar.

Solamente oyó a los hombres paganos,
cuyos ojos son azules y desolados,
cantando acerca de alguna crueldad
cometida por un rey importante y sonriente
a la luz del día en la cubierta de un barco.

Solamente oyó a los hombres paganos,
cuyos ojos son azules y están cegados,
cantando quién sabe qué vergonzosas atrocidades se hacen
entre el soleado mar y el sol
cuando la tierra queda atrás.



----------------------------
(*) Dejo aquí el texto original, con su espléndida música original. Tomé una traducción, hecha recientemente con raro y gran entusiasmo, y le hice algunos pocos retoques.

"Mother of God", the wanderer said,
"I am but a common king,
Nor will I ask what saints may ask,
To see a secret thing.

"The gates of heaven are fearful gates

Worse than the gates of hell;
Not I would break the splendours barred
Or seek to know the thing they guard,
Which is too good to tell.

"But for this earth most pitiful,

This little land I know,
If that which is for ever is,
Or if our hearts shall break with bliss,
Seeing the stranger go?

"When our last bow is broken, Queen,

And our last javelin cast,
Under some sad, green evening sky,
Holding a ruined cross on high,
Under warm westland grass to lie,
Shall we come home at last?"

And a voice came human but high up,

Like a cottage climbed among
The clouds; or a serf of hut and croft
That sits by his hovel fire as oft,
But hears on his old bare roof aloft
A belfry burst in song.

"The gates of heaven are lightly locked,

We do not guard our gain,
The heaviest hind may easily
Come silently and suddenly
Upon me in a lane.

"And any little maid that walks

In good thoughts apart,
May break the guard of the Three Kings
And see the dear and dreadful things
I hid within my heart.

"The meanest man in grey fields gone

Behind the set of sun,
Heareth between star and other star,
Through the door of the darkness fallen ajar,
The council, eldest of things that are,
The talk of the Three in One.

"The gates of heaven are lightly locked,

We do not guard our gold,
Men may uproot where worlds begin,
Or read the name of the nameless sin;
But if he fail or if he win
To no good man is told.

"The men of the East may spell the stars,

And times and triumphs mark,
But the men signed of the cross of Christ
Go gaily in the dark.

"The men of the East may search the scrolls

For sure fates and fame,
But the men that drink the blood of God
Go singing to their shame.

"The wise men know what wicked things

Are written on the sky,
They trim sad lamps, they touch sad strings,
Hearing the heavy purple wings,
Where the forgotten seraph kings
Still plot how God shall die.

"The wise men know all evil things

Under the twisted trees,
Where the perverse in pleasure pine
And men are weary of green wine
And sick of crimson seas.

"But you and all the kind of Christ

Are ignorant and brave,
And you have wars you hardly win
And souls you hardly save.

"I tell you naught for your comfort,

Yea, naught for your desire,
Save that the sky grows darker yet
And the sea rises higher.

"Night shall be thrice night over you,

And heaven an iron cope.
Do you have joy without a cause,
Yea, faith without a hope?"

Even as she spoke she was not,

Nor any word said he,
He only heard, still as he stood
Under the old night's nodding hood,
The sea-folk breaking down the wood
Like a high tide from sea.

He only heard the heathen men,

Whose eyes are blue and bleak,
Singing about some cruel thing
Done by a great and smiling king
In daylight on a deck.

He only heard the heathen men,

Whose eyes are blue and blind,
Singing what shameful things are done
Between the sunlit sea and the sun
When the land is left behind.