domingo, 23 de octubre de 2011

Octubre

Hace unos siete años, en otro lugar, escribí -incluso algunos versos- sobre la herida que Frodo recibió en la Cima de los Vientos, en octubre de 3019 de la Tercera Edad del mundo en Arda.

Decía, entonces, que, días después, la mañana del 24 de octubre, Gandalf miraba a Frodo convaleciente en Rivendel, sabiendo ya que esa herida era demasiado para un mortal.

Recordaba allí que, unos meses después, al borde de las fraguas ardientes del Monte del Destino, marzo le quitaba a Frodo una parte de sí y de ese modo el Anillo se fue finalmente de él y de este mundo, no porque lo hubiera soltado, sino precisamente porque no lo soltó.

De las heridas que recibió el Portador, éstas fueron las más graves y la segunda más, en apariencia, por lo que significa moral y espiritualmente esa debilidad de no poder deshacerse del mal que lo destruye.

Pero ahora creo entender también que, con ser humillante el verse obligado y empujado a hacer el bien -a los mordiscos mutiladores, si hace falta-, no es eso lo que le ha dejado a Frodo la herida mayor.

Precisamente, lo que aquí en este valle no podrá curar del todo es la secuela de una herida en la que también tuvo parte, aunque de otro modo, quizá más profundo y grave.

Al final del capítulo 11 del Libro Primero de su obra, Tolkien cuenta que Frodo recibió esa herida habiéndose puesto el anillo, pese a saber que no debía hacerlo, bien que en parte obnubilado también por el miedo y la sugestión.

Así es como cruza al mundo de las sombras, se hace nítido a los ojos de sus perseguidores y queda vulnerable y a su merced. Y es allí cuando el Rey Brujo de Angmar lo hiere con el arteramente mágico y envenenado puñal de Morgul, que entrará en la carne de Frodo y se disolverá en ella, antes de que se saque el anillo.

Necesitará la ciencia de Elrond para que la esquirla no siga penetrando en su cuerpo; con todo, cada octubre Frodo volverá a sentir algo más que el dolor físico de su cicatriz. Porque no se trata de lo que oculta la cicatriz sino de algo más hondo, que ni siquiera Elrond podrá curar aquí y que solamente tendrá reposo al fin en Tol Eressëa de Valinor, en el Reino Bendecido, siguiendo el Camino Recto, más allá de los mares de este mundo.