(Pero, en algún momento tendré que tomar el toro por las astas, den lo que dieren las linhas tortas y magras por las que tengo de andar. Si, total, ya sabía de antemano que iba a meterme en un lío...)
Tal vez, eso sí, y en algunos días más, un poco de la tierra sin monasterios haga con su aridez fructuosa lo que tanto ruido y vida estéril parece que impiden aquí. Un poco de frío sureño, del que hay tan al sur de este sur, en aquella cada vez más tierra sin monasterios; un frío que me auguro mejor que la tibieza de este otoño vacilante, al norte de aquel sur.
Eso necesito, creo; eso espero ahora.
Mientras...
Buscaba asuntos que recordaba haber puesto en esta bitácora no sé ni recuerdo cuándo y dónde y que me venía bien tener a mano.
¿No va y me doy con un olvido?
Quise oír allí otra vez esa sevillana bíblica que hace Paco Toronjo en la película de Saura, que sigue sin existir todavía para mí. Y vi que el enlace que puse entonces, ahora no daba ni música ni ná.
Por eso volví a buscarla por otros rumbos y la encontré, mejor que la anterior, diría.
Me sigue gustando esta sevillana y la interpretación de don Paco Toronjo. Sigue pareciéndome muy concentrado y potente su cante sencillo, sobre todo por ese aire de sentencia universal que tiene la letra y que alcanza a tanta suerte de asuntos graves (incluso -fíjese lo que le digo- a la materia misma de las Linhas tortas), y todo como sin querer.
¿Sin querer? ¿De veras podrá hacerse eso, así: sin querer?
No.
Pienso que no puede hacerse sin querer, y por eso se me ocurre respecto de esto lo que, en un aforismo que dedicó a San Isidoro de Sevilla, decía Braulio Anzoátegui:
Lo dijo Chesterton, refiriéndose a los labriegos castellanos: "¡Qué cultos son estos analfabetos!"
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Puede verse si se tiene tiempo y ganas, porque tiene su real provecho, una versión con imágenes, minimalista y muy sugerente, con una suntuosidad visual difícil de conseguir con tan pocos elementos, que entiendo es de la película misma y de la que extraje la canción que ahora dejo.