lunes, 21 de marzo de 2011

Marzo




Bajo la luna ciega, en la mañana,
el resplandor de un verde disimula
un otoño que llega y que se azula
de azul en flor en todo y mi ventana.
Llueve un sol macilento que deambula
su guerra ardiente de verano, vana,
y ante la sangre cobre, que le mana
de esta herida del tiempo, capitula.
Yo sé que en su dolor el año llora
el borgoña y el ocre que se agrisan,
como llega la muerte, en el invierno.
No todavía, sin embargo. Ahora
la pátina de luz y el aire avisan
que hay un recién nacido otoño tierno.



jueves, 17 de marzo de 2011

Αγνή Παρθένε

Es un himno ortodoxo en honor de la Virgen María y su título se traduce ¡Oh, Virgen Pura!

La historia de esta a mi gusto bellísima composición está llena de maravillas, desde su origen hasta la vida de su autor, un monje ortodoxo relativamente reciente, san Nektarios de Egina (1846-1920), a quien, en 1998, el patriarcado de Alejandría, además de formular en su homenaje una explícita retractación por pasadas injusticias, comenzó a contarlo en el número de los santos.

Tracio de nacimiento -es decir, lo que hoy es Turquía-, estudió en Constantinopla y Atenas y finalmente, ya mayor, fue ordenado sacerdote en Alejandría de Egipto. De allí, precisamente, fue expulsado sin causa en 1890. Al año siguiente ya estaba ejerciendo su ministerio en Grecia y, tras varios destinos, en 1904 erigió en la isla de Egina un monasterio (de la Santísima Trinidad) para monjas. Allí se retiró en 1908 y vivió como simple monje hasta su muerte.

En 1905, Αγνή Παρθένε formó parte de un libro con himnos y oraciones a la Madre de Dios (Theotokarion), composiciones con las que san Nektarios ayudaba –y, principalmente, se ayudaba- a encender y sostener su devoción.

Según la tradición, san Nektarios recibió de la propia Virgen la inspiración para escribirlo. Y más: en la aparición que le dio origen, la Virgen le pidió que copiara en una hoja -que se conserva en el monasterio- las estrofas que, le dijo, habían cantado los ángeles en su honor. Del autor de la melodía, un monje athonita, se dice que también tuvo una visión similar antes de componer la partitura.

La versión de los athonitas del monasterio ortodoxo de Simonopetra es una de las más difundidas y reconocidas.



Muy popular, el himno se canta en muchas lenguas, además del griego, entre ellas el árabe, el ruso, el eslavónico antiguo y hasta en lenguas occidentales, como el inglés; no encontré versión en español.

Me quedé, finalmente, con dos. Una pertenece a un coro ortodoxo de Rumania, cantada en rumano; la otra, en griego, a una joven cantante serbia, Divna Ljubojević, que ha grabado en los últimos años no poca música ortodoxa y bizantina.





ver


Αγνή Παρθένε
Αγνή Παρθένε Δέσποινα, Άχραντε Θεοτόκε,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Παρθένε Μήτηρ Άνασσα, Πανένδροσέ τε πόκε.
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Υψηλοτέρα Ουρανών, ακτίνων λαμπροτέρα
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Χαρά παρθενικών χορών, αγγέλων υπερτέρα,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Εκλαμπροτέρα ουρανών φωτός καθαροτέρα,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Των Ουρανίων στρατιών πασών αγιωτέρα
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Μαρία Αειπάρθενε κόσμου παντός Κυρία
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Άχραντε Νύμφη Πάναγνε Δέσποινα Παναγία,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Μαρία Νύμφη Άνασσα, χαράς ημών αιτία.
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Κορή σεμνή Βασίλισσα, Μήτηρ υπεραγία,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Τιμιώτερα Χερουβείμ υπερενδοξοτέρα
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Των ασωμάτων Σεραφείμ των Θρόνων υπερτέρα,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Χαίρε το άσμα Χερουβείμ χαίρε ύμνος Αγγέλων
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Χαίρε ωδή των Σεραφείμ Χαρά των Αρχαγγέλων
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Χαίρε ειρήνη και χαρά λιμήν της σωτηρίας
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Παστάς του Λόγου ιερά άνθος της αφθαρσίας
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Χαίρε Παράδεισε τρυφής, ζωής τε αιωνίας,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Χαίρε το ξύλον της ζωής, πηγή αθανασίας,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Σε ικετεύω Δέσποινα, Σε, νυν, επικαλούμαι,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Σε δυσωπώ Παντάνασσα, Σην χάριν εξαιτούμαι.
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Κορή σεμνή και άσπιλε, Δεσποίνα Παναγία
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Θερμώς επικαλούμαι Σε, Ναέ ηγιασμένε,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Αντιλαβού μου, ρύσαι με, από τού πολεμίου,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.
Και κλήρονομον δείξον με, ζωής της αιωνίου,
Χαίρε Νύμφη Ανύμφευτε.


Encontré una versión en francés, impecable. Incluso por esa osada traducción exacta del tan difícil Νύμφη Ανύμφευτε como Épouse inépousée, Esposa inesposada, que me parece indecible en mi lengua.

Ô Vierge Pure, Souveraine, Immaculée et Mère de Dieu.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Ô Vierge Mère Reine, Toison couverte de rosée.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Plus élevée que les cieux, plus brillante que le soleil.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Ô joie des vierges surpassant les chœurs angéliques.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Plus splendide que les cieux, plus pure que la lumière.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Plus sainte que les multitudes des armées célestes.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.

Marie toujours Vierge, la Souveraine de l'univers.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Épouse Vierge Immaculée, très sainte Reine toute pure.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Marie Épouse Souveraine, la Source de notre joie.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Ô jeune Vierge vénérable, très sainte Mère Impératrice.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Plus vénérable que les Chérubins et combien plus glorieuse
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Que les Séraphins incorporels.
Plus élevée que les Trônes.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.

Réjouis-Toi, chant des Chérubins. Réjouis-Toi, hymne des Anges.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Cantique des Séraphins. Réjouis-Toi, joie des Archanges.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Réjouis-Toi, Paix et Joie. Réjouis-Toi, Port du Salut.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Du Verbe sainte Chambre nuptiale, Fleur d'incorruptibilité.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Réjouis-Toi, Paradis de joie de l'éternelle vie.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Réjouis-Toi, Arbre de vie et source d'immortalité.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.

Je Te prie, ô Souveraine, je t'invoque maintenant.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Je Te prie, ô Reine du monde, j'implore Ta grâce.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Ô Vierge pure, vénérable, très sainte Souveraine.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Avec ferveur je Te supplie, ô Temple sanctifié.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Secours-moi, délivre-moi de celui qui me fait la guerre.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée.
Et fais de moi un héritier de la vie éternelle.
Réjouis-Toi, Épouse inépousée




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La versión de los athonitas, la de los rumanos y la de la joven serbia. Por las dudas.

domingo, 13 de marzo de 2011

Rehenes

Primero llegó una lluvia, más alarde que agua. Y después el frío súbito –casi prepotente- que le puso al aire una bonanza traslúcida. Y lo bien que hizo.

Pero ni tanto que las brumas no vinieran de otras partes.

El buen cura comentó en su homilía la naturaleza del pecado original. Dijo al menos dos cosas: 1. la iglesia nunca definió en qué consistió el pecado original y 2. como en el texto dice que el hombre es barro y espíritu, muchos biblistas dicen, y habría que considerarlo así, que el pecado viene del lado del barro, y de haber preferido el barro al espíritu.

Antes, al comentar sumariamente la naturaleza humana, había dicho algo sibilino, que tampoco desarrolló: el relato bíblico de los orígenes del hombre tiene una concepción dualista, y muchos –todavía hoy- pensamos que el hombre está compuesto de cuerpo y alma, aunque en realidad se trata de algo mucho más complejo.

No sólo cosas que no son verdaderas o que son erróneas, ni siquiera algo confuso o dicho de modo incompleto.

Cierta desaprensión, diría. Cierta liviandad, nimbada de leve benevolencia racionalista, con paradojales hebras de saberes arcanos que suenan a que no habrán de ser revelados así nomás.

Como si de hecho tuviera más significación, prestigio o importancia hablar de un asunto, que el asunto mismo.

Como si estuviera leyendo algo que no compuso él, algo que tal vez no entiende del todo pero que se refiere al asunto, quizá algo que conviene o no tiene más remedio que ser citado vagamente.

Lo que estaba diciendo parecía no buscar más atención que el hecho de que lo dijera y lo hiciera de ese modo.

Hasta donde veo, es algo bastante frecuente, y no solamente en los altos asuntos sino incluso en las conversaciones cotidianas.

Tal vez sea verdad que, en tantas ocasiones, hablar es un modo de pedir atención, pedir el mimo de ser oídos, teniendo al asunto del que se habla como un rehén, sin que importe del todo si su vida corre peligro.

viernes, 11 de marzo de 2011

San Simion

¿Y por qué en la isla de San Simón se presentó, con el discurso de Paco Umbral, el disco de Prada con los versos de Cunqueiro ?

Los gallegos lo saben.

Una composición de Mendinho, trovador insigne del siglo XIII gallego, lleva en su nombre el nombre una de las islas de la Ría de Vigo, en las Rías Baixas gallegas.

Digo una composición y, en realidad, como todos los gallegos saben, este padre de la lírica galaico-portuguesa, del que poco y nada se sabe, dejó a nuestros ojos esta sola muestra de su talento. Y se ve que no hizo falta mucho más.

Aunque no es la única versión, se dice que pudo haber sido natural de la misma Illa de San Simión, llena de historia por otra parte. Con los años, la pequeña extensión que ni dos cuadras alcanza a tener, se la ha transformado en una de los epicentros líricos de Galicia.

Pero no todo es la poesía, vea.

Mínima como es, la isla fue de todo: sede monástica muchas veces, leprosario y cárcel. Pasaron por allí los templarios, los franciscanos, Francis Drake. Fue de Isabel la católica y se la tironearon con los siglos toda suerte de piratas e invasores en toda clase de guerras nacionales y cósmicas.

Su significado, desde los tiempos de Mendinho hasta los del franquismo y después aún, hace que la isla represente para unos y otros cosas tan diversas y encontradas que les debe resultar difícil alabarla sin maldiciones y maldecirla sin bendiciones.

Sin ir muy lejos, me entero ahora de que, recientemente, fue designada y rebautizada como Illa do Pensamento y que funciona allí un centro de quién sabe qué cosa sea el pensamiento estratégico, entre otros asuntos dizque culturales que allí se cocinan, dirigido todo por una fundación que integran sedicentes expertos en estrategia, que hasta argentinos son algunos. El año pasado hubo allí una cumbre de pensadores (sic), que por supuesto emitieron una declaración cuando terminaron de pensar.

Mirá vos…

No quiero ser displicente, créase o no, pero más lo pienso más me quedo con Mendinho y su única, afamada y maravillosa cantiga do amigo, en la que una joven enamorada, espera allí a su amado (amigo), cercada por el mar, sin haber ella modo de salir, sin saber remar, sin que alguien venga a rescatarla, sin que llegue jamás su enamorado y muriendo finalmente de amor.
Sedia-m'eu na ermida de San Simion
e cercaron-mi as ondas, que grandes son:
eu atendend'o meu amigo,
eu atendend'o meu amigo!

Estando na ermida ant'o altar,
cercaron-mi as ondas grandes do mar:
eu atendend'o meu amigo,
eu atendend'o meu amigo!

E cercaron-mi as ondas, que grandes son,
non ei (i) barqueiro, nen remador:
eu atendend'o meu amigo,
eu atendend'o meu amigo!

E cercaron-mi as ondas do alto mar,
non ei (i) barqueiro, nen sei remar:
eu atendend'o meu amigo,
eu atendend'o meu amigo!

Non ei i barqueiro, nen remador,
morrerei fremosa no mar maior:
eu atendend'o meu amigo,
eu atendend'o meu amigo!

Non ei (i) barqueiro, nen sei remar,
morrerei fremosa no alto mar.
eu atendend'o meu amigo,
eu atendend'o meu amigo!
Encontré alguna que otra versión con música. Me quedé con ésta, de hace más de 30 años, la de Xosé Quintas Canellas, que está en un disco de 1978, Porque no mundo menguou a verdade, título tomado de una estrofa de Airas Nunes, otro afamadísimo segrel gallego de aquel siglo, y tanto famoso que se le atribuye la autoría de al menos algunas de las 417 Cantigas de Santa María del rey Alfonso X, vaya a saberse si es verdade.




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Puede pasar que no se oiga la pieza desde el enlace que puse arriba. Entonces, tal vez se la podrá oír aquí o aquí.

Tal vez algo parecido ocurra con otros enlaces que traje en estos días. Si es así, y para probar mejor suerte, aquí están A dama e o Cabaleiro, Por una senda, Outono cedo de gaitas, A dorna vai e ven y Nadie la llama y viene.

No tiene por qué, cumpa, fue un gusto.

Outono cedo de gaitas

Fin de un buen día.

Claro que no hizo menos calor mientras el sol anduvo el cielo en sus horas de luz.

Pero fue un buen día. Y no lo hubiera dicho, fíjese, si sólo me hubiese fijado en esa amenaza fiera que siempre tienen en el ceño los días de mucho trajín.

Pero fue un buen día.

Floreció, por ejemplo, una enredadera leve y frágil que rescaté hace poco de entre las alhucemas. Una diminuta flor dorada y pálida, breve pero animosa. Trasplanté hace unos días la todavía sin nombre, a la derecha de la puerta de la cueva, con el propósito de que cubriera -si crecía como pintaba poder crecer- una pared insulsa. Ahora, desde mi escritorio, veo la gracia de su gracia que se robustece cada hora, abrazándose a las guías de cañas que la ayudan a no ser rastrera y abajada.

Será como las cosas de este mundo sublunar, cómo no; pero mientras no se ha ido, está aquí y yo con ella.

Y fue también una tarde buena; mejor que el día, si me apuran y pese a más trajines. Hasta se fue apagando con un aire fresco, bastante comprensivo.

* * *

Vuelvo a oír ahora las versiones de Prada (la de 1987 y la de 1998) y veo que puedo elegir. Al menos, dos de los poemas de Cunqueiro que musicalizó se me hace que son aciertos sin peros. Y, al fin de cuentas, me quedo con las dos versiones más recientes.

Outono cedo de gaitas tiene una intensidad directamente proporcional a su brevedad.




Mientras, en A dorna vai e ven (aquí agregó Prada una "traducción" del gallego al castellano, bien dicha...), el mar y su vaivén que mece barcas son sugerentemente acompasados con el tema.




Por las hendijas de esta noche, cuando ya sólo queda un sorbo del buen día bueno que se retira mansamente, está sonando -a modo de silencio y de despedida- Nadie la llama y viene, una canción simpática que Prada hizo con los versos de Agustín García Calvo.




Porque un buen día merece yapa.


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La barca de la que hablan los versos es precisamente una dorna, que dicen que es la única embarcación de origen vikingo que ha sobrevivido en el sur de Europa y que siguen usando los pescadores de las Rías Bajas, en Galicia.


jueves, 10 de marzo de 2011

A Dama e o Cabaleiro

Una tarde de otoño, Amancio Prada visitó a Álvaro Cunqueiro en su casa, poco antes de que éste muriera, por 1980. Allí le prometió que le pondría música a algunos de los poemas neotrovadorescos que el poeta había publicado ese año en el primer tomo de sus obras completas en gallego.

Prada cumplió en 1987, cuando incluyó en un disco (A Dama e o Cabaleiro, precisamente) 13 poemas del poeta. Y volvió a grabar los versos en otro disco 12 años después, en 1998, en el que incluyó poemas del gallego, además de otros de García Lorca y García Calvo.

En la isla de San Simón, en la ría de Vigo, Francisco Umbral, al presentar el disco en aquel 1987, dijo unas palabras -graciosas y disonantes, en pareja proporción- como éstas:
Obispo de plata y olvido, padre gordo de mis almuerzos célebres, cuerpo de sochantre con un alma de bardo atlántico que le cantaba dentro. Trombón mayor de la prosa y el verso galaicos, contrapunto obeso de la gaita y de la flauta, que de pronto empezaba a parir en sus versos gaiteros y flautistas. Incomprensible y comprensivo Álvaro, mi provinciano genial en Madrid, a quien sólo Amancio Prada ha entendido como generador de pentagramas que sólo están, escritos a pulso, en el aire/mar (airemar) de Galicia.

Así las cosas, siempre que quedábamos para comer, Cunqueiro invitaba a un ángel, y el ángel comía poco, ésa es la verdad, pero Cunqueiro le interpelaba como si en realidad estuviese allí, Casa Guría, calle de las Huertas, Madrid. No sé qué decir de aquel cruce de arcángel y cardenal que fue Cunqueiro. Los cardenales son unos ángeles que se frustran por impacientes. Prefieren los poderes terrenales de Anthony Burguess. Los ángeles son los atletas de Dios, unos seres teológicos en las listas del paro, que nunca llegarán a cardenales. Cunqueiro vivía por dentro toda esa revolución menos social que teológica, alimentaba a sus ángeles interiores con setas de Mondoñedo y guisaba él solo para todo el santoral y todas las putas que llevaba en el alma. Dejó dichas cosas que son música, y así las ha puesto Amancio. Islas donde celebrarle. Él era una isla humana pobladísima de imaginación. Nuestra fiesta ocurre dentro del mapa mágico que él era. Y la lengua galaica con que la rozara, al paso, Rosalía.

Conseguí ambos discos hace unos días.

Me gusta la canción que hizo Prada con esos versos de Cunqueiro.



Para lo que pudiere ser útil, no podría irme todavía sin antes dejar como de regalo Por una senda, los versos de Miguel Hernández que Prada grabó en su primer disco Vida e Morte, en 1974, y que reeditó en 2008.

Verde seco (II)

José ya no estaba en el jardín, no es su ámbito natural y su paso fue fugaz, aunque tanto como luminoso, sin querer, y por eso mismo doblemente luminoso.

Apenas después de nuestra conversación, volví a mis asuntos. Pero ahora con la impresión de que había algo distinto en el paisaje y que por alguna razón no resultaba absolutamente nuevo.

Desde la puerta y los ventanales de la cueva, se ve un arco de horizonte que va desde el este al sur, con el sudeste al frente en línea más o menos recta. Mi escritorio, detrás de los ventanales semicubiertos por estantes de libros, mira en la misma dirección. Y yo con él. A mi frente, longitudinal y angosto (son parcelas bastante grandes pero antiguas), está el entero jardín y más allá la casa y su movimiento infatigado, después otro pequeño jardín frontero con la calle. Más allá, el mundo.

Desde que la cueva es la cueva, ya hace unos 20 años, muy pocas veces la dirección de mi mirada fue otra. Habitualmente, cuando voy de la casa a mi cubil, miro en todas direcciones, porque se abre a la vista un ancho de cielo y verde que no se deja ignorar. Pero como yendo a la cueva estoy yendo a mis asuntos, voy más bien con mis asuntos.

Obligado por las preguntas de José, parados en medio del jardín, mirando en todas direcciones, recorrimos árboles y plantas distintos de los cientos que hay todo alrededor, en la casa y más allá de los linderos.

Detrás de la cueva, por ejemplo, en terrenos vecinos ya alcanzó una altura más que digna un palo borracho de flor rosada, que ha extendido ramas por encima del techo y cobija a la cueva como un hermano mayor. A su lado, sobre el cerco mismo, un laurel que dejé venir árbol, compite en altura y contrasta el verde oscuro de sus hojas y el gris humo del tronco, con el aspecto siempre verdemente juvenil de las hojas y las deformidades espinosas del borracho.


* * *


Pero ahora ya era la tarde baja, casi la noche. Recién volvía a la casa de las faenas de exámenes y clases. Había llegado del pueblo vecino, en bicicleta, andando entre una brisa tibia y los últimos alaridos vegetales del verano por todas partes.

Sin embargo, no bien enfilé hacia la cueva, noté que la luz dorada de estos días de calor sin destino de marzo, le estaba dando otros tonos y otros contornos a las copas y a las frondas de matas y arbustos, en los que no recuerdo haberme detenido antes.

Recostados sobre el norte, una tipa lejana y un alcanforero glorioso que no sé si alguna vez advertí lo bastante. Una acacia, al noroeste, y un olmo a su lado que la custodia enorme, parecían recién puestos.

Apenas algo más hacia el oeste, un cedro, más conocido, pero poco reconocido. Detrás de sus agujas y sus ramas, una luna creciente, pálida todavía, parecía una sonrisa genuinamente feliz, como de bienvenida.

Parecía que el oeste, el oeste del cedro con una luna ágil y equilibrista, hincada entre sus ramas, me recibía con una sonrisa.

Es el oeste de mis espaldas, pensé. Porque durante años tuve el oeste a mis espaldas, invisible a mis ojos.

Hay por esos rumbos un molino en uso que, como un gallo canta el sol, grita los vientos. Está justamente al oeste de mí, detrás de paredes opacas que me lo ocultan, no muy lejos. Vi que cuando el sol se pone, brilla como un Quijote armado, escuálido, erguido y firme en la semiherrumbre de sus varillas. Ahora giraban sus aspas cadenciosas, enfrentando el noreste, y parecía que estaba mirándome como un paisano cordial mirara al forastero que acaba de llegar al pago, saludándome con sus brazos al viento, hospitalario, sin conocerme, de puro bien nacido.

Trepada sin vértigo a un pino antiguo, una Santa Rita todo luz lila, mira al sudoeste, detrás del molino. Una dama pirata y galante, encaramada al carajo del bergantín del mundo, oteando radiante quién sabe qué tierra firme, se me figuraba. Fui hacia ella con los ojos, mirando esa guirnalda orlar una puerta rara que me invita a un lugar desusado.


Y así llegó el oeste a mis días en estos días.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Creciente de luna




Traza un umbral austero
y la noche comienza.

Armada se aparece
en su túnica módica.

Ni hiere las hendijas,
ni estalla en las ventanas.

Afila contra el cedro
sus astas diminutas.

Mira al norte y sonríe;
al poniente, la espalda.

Apenas si alza el vuelo
cerca del horizonte.

Su blanco displicente
es un cordel de luz.



martes, 8 de marzo de 2011

Verde seco

Hace calor. Calor húmedo de río y de pampa. La lluvia tarda, si acaso vendrá; el aire está pesado y caliginoso, el cielo amenaza sin cumplir.

Es marzo.

Marzo tiene eso: despedidas furiosas del verano austral, a los gritos de marzo, como si un guerrero en llamas se retirara del campo de batalla a los gritos, vencido casi del todo; viendo -barruntando- cómo por la línea del horizonte del tiempo se acercan las siluetas amenazantes ya vestidas de bronce y cobre del otoño, que viene a ocupar su territorio.

Aquí en el sur, marzo alardea de verano, y tiene grabado en la frente su destino de otoño. En el norte del mundo, he visto que pasa algo parecido. Así como aquí finge un calor que no puede sostener, allá finge un frío casi igualmente insolvente.


* * *


Estábamos en el jardín hacia el final de la mañana, cerca de la cueva, conversando y mirando plantas con José (21 años). Le llamaba inusualmente la atención una especie de mata que su hermano mayor había plantado hace casi dos años ya, y que él sólo veía ahora. La elegante venía abriéndose paso entre las salvias y jazmines antes ingentes, y que podé en febrero, precisamente para que esa vara oculta viera la luz. Y la luz la viera a ella. Altiva y armoniosa, con frutos verdes y rojos, pequeños, entre hojas que mudan de color con la luz y el año.

¿Y ésa?, preguntó con fraseo completamente meteco del mundo verde.

Le conté su origen, su naturaleza y le expliqué por qué no la había visto antes.

¿Es una cidra?, dijo sin saber.

Siguió caminando hacia la casa. Atrás, quedaba la nostalgia y cierta alegría.

Mi corazón, con un golpe de sangre súbito y tibio, volvió no sé bien a qué mes del año pasado.

Hasta fines de 2009, todavía vivía aquí la cidra mexicana que había traído de mis primeros viajes y que había plantado de semilla. Tardó diez años en levantar vuelo y esperó aquella nevada insólita que tuvimos en la pampa para estirar los brazos más de tres metros. En la primavera y el verano de aquel año vinieron los primeros azahares que daba. Comenzó a secarse ya en ese año, de a poco. Pero quedaba todavía erguido un tronco joven y prometedor.

De pronto, sin aviso, casi de un día para otro y como si un hálito gélido e invisible la invadiera por dentro, de la raíz hasta las flores, se fue. Para siempre.

José la nombró sin querer.

Y sin querer volvió al jardín.

Segundos, apenas. Pero lo bastante.

Lo suficiente como para darme cuenta de que la había olvidado por completo.

Lo suficiente como para darme cuenta de lo cerca que el olvido está del recuerdo, a veces, porque al solo nombre, volvió a florecer.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Meursault

Como si esta tremenda cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, delante de esta noche cargada de presagios y de estrellas, me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin, comprendía que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio.
Meursault, el protagonista y narrador de El Extranjero, de Albert Camus, dice así las últimas palabras de su relato, que son sus últimas palabras la noche antes de su ejecución.

Leí ayer de nuevo esta especie de novela. Completa, hace varios años que no la recorría.

Inmediatamente recordé todo, porque a veces es como andar en bicicleta: no se olvida.

Sigue causándome una impresión muy fuerte y sigo viendo como a trasluz, detrás de la mano que escribe, la torsión del espíritu a la que tuvo que haberse sometido el escritor. Y si no fuera que ya sé que a más de cuatro les va a sonar como un exceso, diría que es un caso parecido al de Las Cartas de Escrutopo, de C. S. Lewis.

Y se me apareció otra vez una vieja cuestión acerca de ciertas semejanzas paradojales entre Rodion Raskolnikov, el de Crimen y castigo, de Dostoievsky, y el propio Meursault.

Más lo miro, más me parece que hay muchos puntos de contacto. Claro, nada lineal, sino como si uno fuera la contracara del otro, aunque para llegar a alguna parte por ese camino haya que alejarse de las veredas más obvias. Ambos, eso sí, han sido llevados a las últimas consecuencias de sus caracteres por Camus y Dostoievsky, y muy especialmente en la cuestión de la culpa.

Ese final de Meursault, por ejemplo, ha asqueado a multitudes, y ha sido como el golpe final de un relato que no deja en ningún momento que uno se conmisere del todo, y a veces ni en parte, con el personaje.

Sin embargo, especialmente la última frase, entiendo que es como si dijera ‘crística’.

Me dirán que no es cristiana la frase y mucho menos cristiana es la novela.

Y eso todavía no lo sé.

Después de tantos años, lo estoy pensando todavía.