lunes, 13 de septiembre de 2010

El aire se serena

Pero la música no suena, maestro Salinas.

Hablemos de intimidades, entonces (se entiende que de las tecnológicas, obviously...)

En efecto, damas y caballeros: la música no suena.

La bitácora -tan musical que se nos viene poniendo- dizque ha enmudecido; y en 9 de 10 casos, aunque estiremos la mano, no alcanzamos el aire sonoro.

Digan unos que es impericia de un humilde servidor. Digan otros que es un servidor humilde e imperito (que no es este humilde servidor...)

¿En qué cambia?

La música no suena.

Y esos inevitablemente deslucidos rectángulos que me obligo a poner para que el aire se serene -y cuya gloria única es nada más que dejar pasar la música que suena- gritan desde hace días una rebelión muda: de puente que fueron se han vuelto ahora barricada y piquete de silencio.

Y la música no suena.


Pero sonará, mire: ya sonará.

Y entonces, un día cualquiera de estos días, verá que esta ascesis y lejanía de aire sereno pasará.

Y ya que estamos en tren íntimo tecnológico, permítame una confidencia, aunque sea una confidencia tecno.

En algunas de mis horas de faenas, miró al oriente.

Y entonces oigo bajar los sones graves de otra música que suena.

Y le diré que por momentos vuelvo a ver el aire vestirse de hermosura y luz no usada.

Cosa mía, seguro.

O será que sin aire sereno, sin hermosura y luz no usada, no se puede vivir.