domingo, 5 de septiembre de 2010

'A vucchella

Si algún italiano no cantó 'A vucchella alguna vez en los últimos 100 años, creo que todavía no cantó.

Y si un napolitano no la conoce es porque, apenas nacido en Nápoles, con seguridad lo llevaron a Petrogrado y nunca más volvió in Patria.

Porque la cantaron todos los que cantan en Italia y la conocen todos los napolitanos.

Y, miré usted qué cosa, no la compuso un napolitano sino el pescarense Gabriele D’Annunzio, ni más ni menos.

Fue hacia 1892, producto de un desafío de un compositor napolitanísimo, Ferdinando Russo, que azuzó al hijo de los Abruzos para que compusiera una canción en dialecto napolitano, a ver si se animaba. D’Annunzio se hizo cargo y escribió los versos sencillos de 'A vucchella, dedicados a una boca di rosa, dirían en la península. Se los dio entonces a Russo con el encargo de que un compositor de música muy famoso también, Francesco Paolo Tosti, los hiciera canción, cosa que ocurrió finalmente en 1904. Y se canta desde entonces.
Sì, comm'a nu sciorillo...
tu tiene na vucchella
nu poco pucurillo,
appassuliatella.

Méh, dammillo, dammillo,
-è comm'a na rusella...-
dammillo nu vasillo,
dammillo, Cannetella!

Dammillo e pigliatillo,
nu vaso piccerillo
comm'a chesta vucchella,
che pare na rusella
nu poco pucurillo,
appassuliatella.

Y me pasó, en este día de reposos, ir a encontrarme con una versión que no conocía. Estaba la que mi padre cantaba, estando yo chico, y que era la que me sonaba en la casa, además de la de Enrico Caruso, en disco de pasta, muy parecida a ésta que es grabación de 1919.



Mis preferidas en materia de tenores fueron después la de Tito Schipa, y algunas otras más recientes, como las impagables de Pavarotti o Franco Corelli. Pero, y porque tiene su aire, dejo aquí una de Andrea Bocelli que le hace favor.



Claro que hay que ser napolitano para cantar esta tonadita, y eso para que salga mejor, pese a su origen.

Por eso mismo, no se puede seguir con otros si uno no se llega hasta el infaltable Roberto Murolo, que hace una de las versiones populares napolitanas más finas que he oído, quién lo duda.



Como decía, pasó que, a la tardecita de hoy, llegaron sin avisar el eterno Sergio Bruni, ya desaparecido, y su hija, que lo acompaña en esta versión nueva para mí.



Y así, sonora y mansa, pasa la tarde de este día y va entrando la noche.

Cada cual, mi amigo, descansa como quiere. O como puede.

En lo que me toca, de tanto en tanto, librado ya de trajines por lo menos hasta que amanezcan los zorzales, tengo que pasarme siquiera algunas horas en Nápoles, oyendo el aire y oliendo una guitarra.

Entonces, sí.