martes, 17 de agosto de 2010

Buzo en voz (III): en antología

Malagueño por malagueño, para empezar. Y también con palabras en disputa...

Porque si quiere letras raras, acá le van estos versos de Juan Gutiérrez de Padilla y estos villancicos de negros del siglo XVII, compuestos en Puebla cuando el autor –que murió allí- era maestro de capilla de la catedral de esa ciudad mexicana.

Se conocían también como negrillas o guineos y se componían imitando ritmos y habla de los esclavos africanos.



ver

Tambalagumbá
que ya noso rioso
naciro sá.

Tambalagumbé
turu en plocisione
vamo a Belé.

Ayahu, uchiha
quien tene candela nos lumblalá
y ya, y ya, y ya
tili tilitando lo niño sá.

A lo portal de Belene
venimo negro contenta,
a hace una plocisione
delante la nacimenta.

Ayahu, uchiha
tili tilitando lo niño sá
y ya, y ya, y ya
su madle vindita le cayenta.

A lo neglo don Jorjiyo
que dice tene opinió,
a ese habemo de rogá
que nos lleve la pendó.

Ayahu, uchiha
quien tene candela nos lumblalá
y ya, y ya, y ya
tili tilitando lo niño sá.

A lo neglo don Pelico
que tene glande la lona,
a ese habemo de rogá
que lleve a nosa siñola.

Ayahu, uchiha
tili tilitando lo niño sá
y ya, y ya, y ya
su madle vindita le cayenta.

A lo neglo Municongo
que tene glande barriga,
a ese habemo de rogá
que lleve la campanilla.

Ayahu, uchiha
quien tene candela nos lumblalá
y ya, y ya, y ya
tili tilitando lo niño sá.

A lo negrito Guayambo,
ese que llaman cojuelo,
a ese habemo de rogá
que lleve las candelelo.

Ayahu, uchiha
tili tilitando lo niño sá
y ya, y ya, y ya
su madle vindita le cayenta.

A lo neglo de Flasica,
ese que llamamo Antón,
a ese habemo de rogá
que guié la plosición.

Ayahu, uchiha
quien tene candela nos lumblalá
y ya, y ya, y ya
tili tilitando lo niño sá.


Si no le parecieron poéticas esas voces, vayan estos versos breves que, puestos a ver, se atreven a usar la palabra perra para nombrar a la enamorada, ¿y qué diremos a esta osadía léxica anónima del siglo XV ó XVI, a la que don Pedro Guerrero les puso música en aquellos días?

Hummm…, ya veo los ceños, ya los veo…



ver

Dí, perra mora;
dí, matadora,
¿por qué me matas
y siendo tuyo
tan mal me tratas?

Pero para que no me digan que ando buscando roña, téngase, compadre, estas dos bonitas piezas que vienen.

Una es un anónimo de aquellos mismos siglos que está en el Cancionero musical de Palacio.



ver

Al alva venid, buen amigo,
al alva venid.
Amigo, el que yo más quería,
venid al alva del día.
Al alva venid, buen amigo,
al alva venid.
Amigo, el que yo más amava,
venid a la luz del alva.
Al alva venid, buen amigo,
al alva venid.
Amigo, el que yo más quería,
venid a la luz del día.
Al alva venid, buen amigo,
al alva, venid.
Venid a la luz del día,
non trayáys compañía.
Al alva venid, buen amigo,
al alva venid.
Venid a la luz del alva,
non trayáys gran compaña.
Al alva venid, buen amigo,
al alva venid.

Para finir, entonces, estas letras de un franciscano del que poco se sabe, Juan de Cornago, que sirvió en la capilla de Fernando el Católico, pero que además fue uno de los iniciadores de la polifonía en España, en música religiosa tanto como profana.



ver

¿Qu'es mi vida, preguntays?
Non vos la quiero negar,
bien amar y lamentar
es la vida que me days.
¿Quién vos pudiera servir
tan bien como yo he servido?
Mi trabajado bevir,
¿quien pudiera aver sofrido?
¿Para qué me preguntays
la pena que he de passar?


¿Ve, mi estimado, cómo unas cosas vienen de otras?

En más de un sentido no habría Alcántara, se me da, si no saliera de estos cántaros. Notables, eso sí: magníficos cántaros.

Buzos más, buzos menos...

Y listo.

Por ahora, porque la cuestión de las palabras poéticas no termina así nomás.