Una de dos.
Y no parece que puedan ser las dos cosas a la vez.
O es una acuarela, un trazo gracioso y ágil, algo criollo y bien aromado: contar una madrugada de ordeñe en un corral.
O es una canción de amor, tan melancólica y sentida como púdica y digna, sobria, a lo criollo, de la pampa o la sabana, tanto da.
Pues bien.
Con una impecable María Teresa Chacín, “el tío de Venezuela”, Simón Díaz, canta a dúo Corral de ordeño.
Y así es como, diría, se hacen las dos cosas a la vez.
Sin tanta vuelta, sin mucha milonga. Sencillamente. Elegante y simple, valga la redundancia.
Lo cual prueba, si hiciera falta, que se puede.
Y esto dicho para quien diga que no se puede: que una cosa es el placer y otra el deber.
Que una cosa es la milicia y otra la fiesta.
Que una cosa es la belleza y otra el trajín.
Pero el asunto puede catarse de otra guisa.
Porque, al parecer, hay aquí un solo corazón. Como parece también que, en la misma -y por la misma- superposición de cantos, hay más de un tesoro.
¿Puede ser? ¿Podrá ser? ¿O es un solo tesoro, también?
Todo un asunto, todo un problema.
No son cosas mías, son de Díaz.