martes, 26 de mayo de 2009

Niebla (X)

Veamos, ahora, una segunda parte; otros textos en los que Tolkien habla de Galadriel ya en la Tierra Media, en tiempos todavía muy anteriores al final de la Tercera Edad y la Guerra del Anillo.

Antes de que Galadriel y Celeborn reinaran en Lothlórien pasaron muchos años. Buena parte de ese tiempo estuvo en Doriath, donde Elu Thingol y Melian, la Maia, reinaron.
Galadriel, su hermana, no fue con él (Finrod) a Nargothrond, porque en Doriath vivía Celeborn, pariente de Thingol, y un gran amor los unía. Fue así que permaneció en el Reino Escondido y vivió con Melian, y de ella aprendió la ciencia y la sabiduría de la Tierra Media.
Los Elfos que habían llegado de Valinor y Aman se habían diseminado y habitaban la Tierra Media y muchos de ellos fundaban ciudades y reinos y en aquellos años muchas cosas hicieron por embellecer y engrandecer sus dominios. Otros, andaban por ella aún sin destino fijo. Fueron apareciendo Enanos y Hombres, tal como Ilúvatar había previsto y querido.

Melian, Maia como era, vislumbraba que las edades de paz se agotaban y vigilaba. Nuevas amenazas se habían despertado ya alrededor de sus dominios. En una ocasión, Galadriel y Melian hablaron otra vez sobre el pasado. Deben tenerse en cuenta los claroscuros de esta conversación.
Ahora bien, mientras la ciudad de Gondolin se construía en secreto, Finrod Felagund trabajaba en los sitios profundos de Nargothrond; pero Galadriel, su hermana, moraba como se dijo en el reino de Thingol en Doriath. Y a veces Melian y Galadriel hablaban juntas de Valinor y de la dicha de antaño; pero los relatos de Galadriel no iban nunca más allá de la hora oscura de la muerte de los Árboles. Y Melian dijo en una ocasión: —Hay una pena secreta en ti y en los tuyos. Eso puedo verlo, pero todo lo demás está oculto para mí; porque ni con los ojos ni con el pensamiento veo nada de lo que sucedió o sucede en el Occidente: una sombra pende sobre toda la tierra de Aman, que se extiende hasta el océano. ¿Por qué no me dices más?

—Porque esa pena pertenece al pasado —dijo Galadriel— y acepto de buen grado cualquier alegría que haya aquí, sin recuerdos que me perturben. Y quizá nos aguardan otras pesadumbres, aunque parezca que aún brilla la esperanza.

Entonces Melian la miró a los ojos y le dijo: —No creo que los Noldor vinieran como mensajeros de los Valar, como se dijo al principio: no, aunque llegaran a la hora precisa de nuestra necesidad! Porque no hablan nunca de los Valar, ni ninguno de esos altos señores han traído mensaje alguno a Thingol, ni de Manwë ni de Ulmo, ni siquiera de Olwë, el hermano del rey, y de su propio pueblo que se hizo a la mar. ¿Por qué motivo, Galadriel, las altas gentes de los Noldor fueron expulsadas de Aman como exiliados? O ¿qué mal pesa sobre los hijos de Fëanor, para que se muestren tan altivos y feroces? ¿No me acerco a la verdad?

—Te acercas —dijo Galadriel—, pero no fuimos expulsados, y partimos porque así lo quisimos nosotros, y en contra de la voluntad de los Valar. Y aunque con gran peligro y a despecho de los Valar, con este propósito vinimos: para vengarnos de Morgoth y recuperar lo que se robó. Entonces le habló Galadriel a Melian de los Silmarils, y del asesinato del Rey Finwë en Fórmenos; aunque no dijo una palabra acerca del Juramento, ni de la Matanza de los Hermanos, ni del incendio de las naves en Losgar. Pero Melian dijo: —Mucho me dices ahora y, sin embargo, adivino más todavía. Una sombra arrojas sobre el largo camino desde Tirion, pero veo allí un mal del que Thingol tendría que estar enterado.

—Quizá —dijo Galadriel—, pero no por mí.

Y Melian ya no siguió hablando de estas cosas con Galadriel; pero le contó al Rey Thingol lo que había oído acerca de los Silmarils. —Este es asunto de gran importancia —dijo—, más todavía de lo que sospechan los Noldor; pues la Luz de Aman y el destino de Arda están encerrados ahora en esos artificios de Fëanor, que se ha ido. Y digo ahora que no serán recuperados por poder alguno de los Eldar; y las batallas devastarán el mundo antes de que le sean arrebatados a Morgoth. ¡Tenlo en cuenta! Han matado a Fëanor y a muchos otros, sospecho; pero antes que ninguna otra muerte provocada por Morgoth, ahora o en el futuro, ocurrió la de Finwë, tu amigo. Morgoth lo mató antes que partiera de Aman. Entonces Thingol guardó silencio, lleno de dolor y malos presagios; pero luego dijo: —Entiendo al fin ahora lo que tanto me había intrigado: por qué vinieron los Noldor desde Occidente. No acudieron en nuestra ayuda (salvo por azar); porque a aquellos que permanecen en la Tierra Media, los Valar dejarán librados a sus propios recursos, hasta que conozcan la necesidad mas extrema. Para vengarse y recuperar lo robado han venido los Noldor. Y sin embargo, y por la misma razón, tendrían que ser nuestros aliados más seguros, pues a nadie se le ocurriría que lleguen a pactar con Morgoth.

Pero Melian dijo: —En verdad, por esas causas han venido; pero también por otras. ¡Cuídate de los hijos de Fëanor! La sombra de la ira de los Valar pende sobre ellos; y han hecho daño, según entiendo, tanto en Aman como contra los de su propio linaje. Hay un dolor, aunque ahora esté adormecido, entre todos los príncipes de los Noldor.

Y Thingol respondió: —No sé si eso me concierne. De Fëanor sólo me han llegado noticias, y todas lo engrandecen por cierto. Y de los hijos de Fëanor poco oigo que me complazca; no obstante, es probable que sean los más mortales enemigos de nuestro común enemigo.

—Las espadas y los consejos de los Noldor serán siempre de doble filo —dijo Melian; y ya no hablaron más de este asunto.
Pasó el tiempo, pero la conversación de Thingol y Melian con los príncipes de los Noldor no había quedado sino suspendida.
Ocurrió que por ese entonces los hijos de Finarfin eran otra vez huéspedes de Thingol, pues deseaban ver a la hermana de ellos, Galadriel. Entonces Thingol, muy conmovido, le habló con enfado a Finrod diciendo: —Has obrado mal conmigo, hermano, al ocultarme asuntos de tanta importancia. Pues acabo de enterarme de todas las malas acciones de los Noldor.

Pero Finrod respondió: —¿De qué modo he obrado mal contigo? ¿Y qué daño te han hecho los Noldor que tanto te apena? Nunca pensaron o hicieron nada malo, ni contra ti ni contra nadie de tu pueblo.

—Me maravilla, hijo de Eärwen —replicó Thingol—, que te hayas acercado así a la mesa de un hombre de tu linaje, con manos enrojecidas por la sangre de tus hermanos maternos, sin adelantar alguna defensa o buscar el perdón. Entonces Finrod se sintió grandemente perturbado, pero guardó silencio, pues no podía defenderse, excepto acusando a otros príncipes de los Noldor; y detestaba hacer algo semejante delante de Thingol. Pero en el corazón de Angrod el recuerdo de las palabras de Caranthir creció en amargura, y exclamó: —Señor, no sé qué mentiras habrás escuchado, ni por boca de quién; pero no hemos venido con las manos enrojecidas. Sin culpa hemos venido, salvo quizá de locura, a escuchar las palabras del feroz Fëanor, que nos aletargaron, como si un vino nos hubiera embriagado, y también sólo por un momento. Ningún mal cometimos en el camino, pero en sí cambio lo sufrimos nosotros; perdónanos. Por esto se nos acusa de que venimos aquí con cuentos, y de que hemos traicionado a los Noldor: falsamente como lo sabes, porque de nuestra lealtad no te hemos hablado, y de ese modo nos hemos ganado tu enojo. Pero ahora ya no es posible soportar estas acusaciones y sabrás la verdad.

Entonces Angrod habló con amargura contra los hijos de Fëanor, de la sangre derramada en Alqualondë, y de la Maldición de Mandos, y del incendio de las naves en Losgar. Y exclamó: —¿Por qué a nosotros, que soportamos el Hielo Crujiente, han de llamarnos traidores y asesinos de hermanos?

—No obstante, la sombra de Mandos pesa también sobre vosotros —dijo Melian.

Pero Thingol calló largo tiempo antes de hablar: —¡Idos ahora! —dijo—. Pues tengo un peso en el corazón. Más tarde podréis regresar si queréis; porque no os cerraré mis puertas para siempre, ya que fuisteis atraídos a la trampa de un mal que no buscasteis. No me apartaré tampoco del pueblo de Fingolfin, pues han expiado con amargura el mal que cometieron. Y nuestro odio al Poder que provocó toda esta aflicción apagará todas las quejas. Pero ¡escuchad mis palabras! ¡Nunca otra vez quiero oír la lengua de los que mataron a mi gente en Alqualondë! Ni nadie la hablará
abiertamente en el reino, mientras dure mi Poder. Esta orden alcanzará a todos los Sindar: no hablarán la lengua de los Noldor, ni responderán a ella cuando la oigan. Y todos los que la empleen serán considerados asesinos de hermanos y traidores incontritos.
No significa poca cosa la prohibición de Thingol, teniendo en cuenta el amor que los Noldor tenían por su lengua en particular y por las lenguas y las palabras en general, como Elfos que eran. Thingol, de este modo, no se enfurece con ellos, aunque advierte que no han procedido con entera lealtad pese a no ser todos por igual culpables de todos los daños causados por los Noldor.

Por fin, al final del Quenta Silmarillion está el relato del viaje de Eärendil a Valinor cuando va a buscar ayuda para aquella que se llamaría la Guerra de la Cólera, que fue la ruina de Beleriand y en la que el poder de Morgoth y la fortaleza norteña de Angband fueron destruídos por los ejércitos que los Valar enviaron desde Aman a la Tierra Media. Desde aquellos tiempos, y después de que fueron recuperados por Beren, Lúthien y Eönwë (al final de la Guerra), y pese al afán de los hijos de Fëanor por conservarlos, los tres Silmarils se alejaron definitivamente de Elfos y Hombres y están en el cielo (con Eärendil), y en las profundidades del mar y de la tierra. Pero, dice también Tolkien que otra vez los heraldos de Manwë, una vez derrotado el Poder Oscuro en la Tierra Media y antes de volver al Reino Bendecido, convocaron a los Elfos y les ofrecieron su perdón.

Muchos aceptaron y partieron con los ejércitos de los Valar.
Y cuando llegaron al Oeste, los Elfos de Beleriand vivían en Tol Eressëa, la Isla Solitaria, que mira al oeste y al este; desde donde podrían llegar aun a Valinor. Fueron admitidos nuevamente en el amor de Manwë y en el perdón de los Valar; y los Teleri olvidaron la antigua aflicción, y la maldición descansó un tiempo. No obstante, no todos los Eldalië estaban dispuestos a abandonar las Tierras de Aquende, donde habían sufrido mucho y habían vivido mucho tiempo; y algunos permanecieron durante muchas edades en la Tierra Media. Entre ellos se contaban Círdan el Carpintero de Barcos, y Celeborn de Doriath, con su esposa Galadriel, única que quedaba de los que condujeron a los Noldor al exilio en Beleriand.
En otro texto, y hablando de los Anillos de Poder, Tolkien recuerda que:
Aunque Reina de los Elfos del Bosque, y esposa de Celeborn de Doriath, Galadriel pertenecía a los Noldor, y recordaba al Día anterior a los días en Valinor, y era la más poderosa y la más bella de los Elfos que habían quedado en la Tierra Media.
En ese mismo texto, ya en tiempos de la Tercera Edad, y próximos a la Guerra del Anillo contra Sauron, vemos a Galadriel en aquel Primer Concilio Blanco que reúne a Elfos e Istari. Es curioso y significativo en ese encuentro el papel de Olórin, nombre con el que se nombraba "en su juventud" al poderoso Maia, Mithrandir, el Peregrino Gris, nuestro Gandalf.
Pero al fin regresó la Sombra, creciendo en poder; y en ese tiempo se celebró por primera vez el Concilio de los Sabios, llamado luego el Concilio Blanco, y en él estaban Elrond, y Galadriel, y Círdan, y otros señores de los Eldar, y también Mithrandir y Curunír. Y Curunír (que era Saruman el Blanco) fue escogido como jefe, pues era quien más había estudiado las estratagemas de Sauron en otros tiempos. Galadriel había deseado en verdad que Mithrandir fuera la cabeza del Concilio, y Saruman se lo reprochó, pues su orgullo y su deseo de dominio eran ahora grandes; pero Mithrandir rehusó el cargo, pues no quería pactos ni trabas excepto con aquellos que lo habían enviado, y no habitaba en sitio alguno ni se sometía a convocatorias.

Y por ahora, creo, es suficiente.

Porque me parece que, dicho casi todo lo que creo que no puede omitirse de los textos, voy acercándome al final de estas reflexiones.

Pero eso tendrá que esperar, siquiera un poco de tiempo.