viernes, 22 de mayo de 2009

Niebla (IV)

Frodo y Galadriel hablan, apenas él ha visto el Espejo y, en él, cosas que habría preferido no saber.

En ese momento, Galadriel le revela al Portador que ella es la depositaria de uno de los tres anillos de los Elfos, Nenya, al que llaman el de Diamante. En realidad, el anillo era de mithril y tenía una piedra blanca de suave luz. En Quenya, su nombre significa agua.

Los otros dos anillos de los Elfos eran Vilya (que significa aire o cielo) y que Gil Galad le dio a Elrond. Era de oro y y tenía una piedra azul; era, además, el más poderoso. Finalmente, estaba Narya, llamado el anillo de Fuego y que fue el que Círdan le dio a Gandalf cuando éste llegó a la Tierra Media. En Quenya, el nombre significa sol.

Sauron había participado en la forja de los tres. Si recuperara el Único, los gobernaría a los Tres, esclavizándolos como a los demás. Pero si el Único fuera destruido, los Tres perderían su poder y su virtud, y las obras hechas con y por ellos empalidecerían hasta desaparecer.

Sauron no sabe dónde están los anillos de los Elfos.
-Él lo sospecha -le dice Galadriel a Frodo- pero no lo sabe aún. ¿Entiendes ahora por qué tu venida era para nosotros como un primer paso en el cumplimiento del Destino? Pues si fracasas, caeremos indefensos en manos del Enemigo. Pero si triunfas, nuestro poder decrecerá, y Lothlórien se debilitará, y las mareas del tiempo la borrarán de la faz de la tierra. Tenemos que partir hacia el Oeste o transformarnos en un pueblo rústico que vive en cañadas y cuevas, condenados a olvidar y a ser olvidados.
Frodo bajó la cabeza.
-¿Y vos qué deseáis?
-Que se cumpla lo que ha de cumplirse -dijo ella-. El amor de los Elfos por esta tierra en que viven y por las obras que llevan a cabo es más profundo que las profundidades del mar, y el dolor que ellos sienten es imperecedero, y nunca se apaciguará. Sin embargo, lo abandonarán todo antes de someterse a Sauron, pues ahora lo conocen. Del destino de Lothlórien no eres responsable, pero sí del cumplimiento de tu misión. Sin embargo desearía, si sirviera de algo, que el Anillo Único no hubiese sido forjado jamás, o que nunca hubiese sido encontrado.
-Sois prudente, intrépida y hermosa, Dama Galadriel -dijo Frodo-, y os daré el Anillo Único, si vos me lo pedís. Para mí es algo demasiado grande.
Galadriel rió de pronto con una risa clara.
-La Dama Galadriel es quizá prudente -dijo-, pero ha encontrado quien la iguale en cortesía. Te has vengado gentilmente de la prueba a que sometí tu corazón en nuestro primer encuentro. Comienzas a ver claro. No niego que mi corazón ha deseado pedirte lo que ahora me ofreces. Durante muchos largos años me he preguntado qué haría si el Gran Anillo llegara alguna vez a mis manos, ¡y mira!, está ahora a mi alcance. El mal que fue planeado hace ya mucho tiempo sigue actuando de distintos modos, ya sea que Sauron resista o caiga. ¿No hubiera sido una noble acción, que aumentaría el crédito del Anillo, si se lo hubiera arrebatado a mi huésped por la fuerza o el miedo?
"Y ahora al fin llega. ¡Me darás libremente el Anillo! En el sitio del Señor Oscuro instalarás una Reina. ¡Y yo no seré oscura sino hermosa y terrible como la Mañana y la Noche! ¡Hermosa como el Mar y el Sol y la Nieve en la Montaña! ¡Terrible como la Tempestad y el Relámpago! Más fuerte que los cimientos de la tierra. ¡Todos me amarán y desesperarán!
Galadriel alzó la mano y del anillo que llevaba brotó una luz que la iluminó a ella sola, dejando todo el resto en la oscuridad. Se irguió ante Frodo y pareció que tenía de pronto una altura inconmensurable y una belleza irresistible, adorable y tremenda. En seguida dejó caer la mano, y la luz se extinguió y ella rió de nuevo, y he aquí que fue otra vez una delgada mujer elfa, vestida sencillamente de blanco, de voz dulce y triste.
-He pasado la prueba -dijo-. Me iré empequeñeciendo, marcharé al oeste y continuaré siendo Galadriel.

Permanecieron largo rato en silencio. Al fin la Dama habló otra vez.
-Volvamos -dijo-. Tienes que partir en la mañana, pues ya hemos elegido y las mareas del destino están subiendo.
-Quisiera preguntaros algo antes de partir -dijo Frodo-, algo que ya quise preguntárselo a Gandalf en Rivendel. Se me ha permitido llevar el Anillo Único. ¿Por qué no puedo ver todos los otros y conocer los pensamientos de quienes los usan?
-No lo has intentado -dijo ella-. Desde que tienes el Anillo sólo te lo has puesto tres veces. ¡No lo intentes! Te destruiría. ¿No te dijo Gandalf que los Anillos dan poder de acuerdo con las condiciones de cada poseedor? Antes que puedas utilizar ese poder tendrás que ser mucho más fuerte y entrenar tu voluntad en el dominio de los otros. Y aun así, como Portador del Anillo y como alguien que se lo ha puesto en el dedo y ha visto lo que está oculto, tus ojos han llegado a ser penetrantes. Has leído en mis pensamientos más claramente que muchos que se titulan sabios. Viste el Ojo de aquel que tiene los Siete y los Nueve. ¿Y no reconociste el anillo que llevo en el dedo? ¿Viste tú mi anillo? -preguntó volviéndose hacia Sam.
-No, Señora -respondió Sam-. Para decir la verdad, me preguntaba de qué estaban hablando. Vi una estrella a través del dedo de usted. Pero si me permiten que hable francamente, creo que mi amo tiene razón. Yo desearía que tomara usted el Anillo. Pondría usted las cosas en su lugar. Impediría que molestasen a mi padre y que lo echaran a la calle. Haría pagar a algunos por los sucios trabajos en que han estado metidos.
-Sí -dijo ella-. Así sería al principio. Pero luego sobrevendrían otras cosas, lamentablemente. No hablemos más. ¡Vamos!


Sí, señora: Mejor, vamos...

Porque por ahora se me hace suficiente con estos diálogos como para pensar sobre el problema del bien.

Si Frodo fracasa, caen. Si Frodo triunfa, desaparecen.

Está raro. Pero algo hay que ver allí.

No hay apuro.

El problema del bien. Sí.

El asunto es que vemos apenas como en un espejo y no es el Galadriel.