¿Debería ocuparme de esta conversación de señoras que dicen que es un reportaje de El País de Hispania a George Steiner?
Sí. Tal vez.
¿Y entonces?
Y, no sé. Hagamos de cuenta todos que ya lo comenté. Que ya dije que a los 80 hay que llegar como se pueda. Bien, en lo posible. Sin que a uno se le dé por ser un provocateur, justo en los últimos 50 metros...
Así como uno tendría que saber cuándo salir de la cama a la mañana, así tendría que saber cuándo irse a dormir por la noche. Algo matutino nos dice cuándo empezar, algo vespertino nos dice cuándo finir. Pero a la inversa quizá también vale: con la mañana algo termina y la noche algo inaugura.
Hay algunas frases, claro. Una que otra. Ingenio no le falta, libros leyó.
Pero no hay alegría en esas letras. Ni ganas de que haya, me parece.
Y ahí sí que hay un tema: la alegría.
La alegría en medio de los terrores y los horrores. La alegría en medio de las tristezas y de las alegrías de estos tiempos y de este mundo. Aquí abajo y aquí ahora.
Una alegría de la mañana y otra de la noche.
Por eso.
Mejor dejamos que Steiner se vaya pa'l silencio, como gustaba decir Don Yupanqui y me apronto para algunas líneas sobre la alegría, que es asunto que vengo llevando en las mientes y así me lo saco un poco de encima, si lo boceto.