sábado, 18 de octubre de 2008

Saquen una hoja (II)

¿Cuál es la cuestión aquí?

Pasa que, por lo pronto, no es una sola sino que son varias, en realidad. Unas están dichas, otras están implicadas.

Veamos, por ejemplo, dos cuestiones inmediatas para empezar.

¿Está bien que Aguer se queje por la indicación ministerial de que los textos que se ofrezcan a los chicos “no deben tener moralejas ni contenidos religiosos”?

¿Es verdad que la queja de Aguer es una opinión de Aguer? ¿Acierta Tedesco cuando dice que la queja de Aguer no representa la opinión de la Iglesia?

Veamos ahora algunas cuestiones implicadas, algunas preliminares incluso, ni siquiera todas las que podrían considerarse de fondo.

¿Hay algún texto –literario, científico, periodístico- que, o en sentido estricto o en sentido laxo, no tenga o no suponga alguna moraleja o algún contenido religioso, explícita o implícitamente?

Si se leen con atención las indicaciones y las doctrinas explícitas e implícitas en el Plan Nacional de Lectura, en la Campaña Nacional de Lectura y el más o menos nuevo Plan Leer, así como los textos que para ejemplificar o difundir elige, edita y publica el ministerio, ¿es verdad lo que dice Tedesco en cuanto a que “el objetivo central, que es promover el mejoramiento de la capacidad lectora de nuestros alumnos”, sin más pretensión que ese aparente adiestramiento? ¿No es verdad que la doctrina supone y promueve alguna visión del mundo y del hombre frente al mundo? ¿No es verdad que a través de las indicaciones respecto de cómo leer se dice también cómo debe plantarse y obrar el hombre frente al mundo y a otros hombres? ¿No es verdad que al darle base antropológica y cultural a la pretendida formación de los hábitos de lectura, se establece un paradigma incluso moral, y por lo menos moral, porque podría preguntarse también lo mismo sobre lo religioso? ¿No es verdad que elaborar una lista de textos y ofrecerlos a la lectura genera explícita e implícitamente un paradigma? ¿No es verdad que excluir una serie de textos genera implícita o explícitamente un paradigma?

Pero, además, hay algunos asuntos relativos a la queja de Aguer que también conllevan preguntas y las que siguen son algunas de ellas.

¿Quejarse de que sean excluidos los textos con moraleja o contenido religioso –se entiende que ambos explícitos–, supone lo mismo que decir que no deben darse a leer sino aquellos textos con moraleja o contenido religioso explícitos? ¿Es excluyentemente por su moraleja o contenido religioso explícitos que debe juzgarse la calidad de un texto literario? ¿Es una exigencia escolar excluyente el que los textos con tales características sean los únicos aptos para educar en el hábito de la lectura a chicos y jóvenes? ¿Se lee solamente para promover el hábito de la lectura como destreza intelectual? ¿Se lee para conocer moralejas y contenidos religiosos presentes en una obra literaria?

Es claro que todas esas preguntas -y algunas más- requieren respuestas, siquiera para ver cuál es la cuestión aquí. O las cuestiones.