lunes, 20 de octubre de 2008

Negocios (III)

Según oí que decían por allí, parece que hay en el orbis terrarum unas 133 millones de bitácoras registradas. Y aquí donde la ven, señores, ésta es una de tan selecto grupo.

Por eso.

¿Quién se va a ocupar de ésta que usted está leyendo ahora, si por ejemplo a mí se me ocurriera hablar de economía? ¿A quién le importa (*) lo que pueda decir de los asuntos globales un piscui que está como a los 35º de latitud sur y a unos 59º de longitud oeste?

No: mire el mapa, cumpa, y desengáñese...

Por eso.

Vamos a jugar al delirio profético barato o siquier gratuito, qué tanto.

Cito de memoria, y no me acuerdo de qué lugar; pero está eso que dice Castellani –burlándose un poco, me parece, de la cuestión nazionalista-: los nacionalistas no son nazis, porque serían alemanes, y si fueran alemanes serían disciplinados... Y tal vez con esta cuestión financiera con la que voy a disparatar, pasa algo parecido.

Ahora bien.

Si yo fuera capitalista, seguramente no tendría una bitácora: tendría una cadena de portales cibernéticos; o incluso y además una editorial y sus respectivas librerías en cada shopping; o, pior entuavía: tendría un colegio repirulo o -por qué no- una universidad, con su campus y todo y vendería bonitamente a miles de eurodólares los postgrados, y hasta una fábrica de camperas, remeras, cuadernos y lapiceras con el logo de la universidad tendría; y hasta una empresa de catering tendría, para darle el almuerzo en el comedor de fábrica a los alumnos y a los profesores y, en otro piso más abajo, a los empleados... O, aunque fuera afiliado al PC, podría tener una super firma de bienes raíces. Claro, si yo fuera capitalista.

O, por ahí, no. Tal vez basta con no ser un inútil como un servidor y haya que ser no más que medio rápido para los negocios, y no hace falta nada ser capitalista y basta con tener los dedos rápidos, aunque uno ponga cara de progre o ya la tenga, o lo sea...

Pero, quiero decir, si yo fuera de veras capitalista lo que sí haría es ver de terminar con el circulante, terminaría con los billetes y las monedas.

Nomás lo digo y me doy cuenta de que se pierde el ingenio del diseño dinerario, claro, que es tan sutil y tan gracioso, y se los digo porque me gusta juntar monedas con sus animalitos, y esculturas y edificios, todo en bajo o sobrerelieve, y sus hojas de roble y sus números y sus tipografías especialmente elaboradas, y hasta algunas monedas con sus formas creativas: agujereadas, romboidales, octogonales y así...

Pero: basta de dinero, diría. De a poco, de golpe, tal vez aprovechando el tembladeral. Como fuere: basta de metálico.

Claro que podría formular esto mismo pomposamente, ya que estamos de jolgorio profético, y decir cosas como: “Vamos hacia una etapa nueva y revolucionaria como no se vio en otra época de la historia económica de la humanidad; una etapa signada por una nueva relación entre el circulante y los créditos virtuales y los bienes materiales; una nueva etapa en el gobierno global y en la administración de bienes y riquezas, que excluye el factor de desorden en que se ha convertido la moneda en su versión real y simbólica. Vamos hacia la desaparición del dinero tal y como lo conocemos y lo utilizamos todavía, aunque cada vez menos, reemplazado como va siendo por las cintas magnéticas de las tarjetas plásticas...”

Y podría seguir así, mezclando con elegancia irresponsable toda suerte de augurios y profecías roncas y cavernosas, o joviales y entusiastas, con porcentajes y cifras de ceros apabullantes y citas de reportes y notas del WSJ y TE y FT y quién sabe de cuántas más fuentes y cubiles.

Podría, pero no lo voy a hacer.

Aunque, claro que para explicar este disparate gratuito, que postularía de ser capitalista, habrá que gastar o invertir en otra entrada. Pero como el asunto para mí tiene interés, debería invertir, nomás.



(*) Tal vez, y si son fundados los rumores que leí, algún paspado cree de veras que estas bitácoras meridionales son peligrosas o siquiera molestas. Algunas por lo menos. ¿Será verdad? No lo creo. Si llega a ser, ¡qué cosa! ¡Qué religiosos son estos tipos! ¡Qué observantes y rituales son, mi madre...!