miércoles, 8 de octubre de 2008

Donde se considera sobre san Pablo, Bombita Rodríguez, la cuántica, Benedicto XVI y el renacimiento, sin pasar por el muro (st.) de los lamentos

Es temprano. Está fresca, muy fresca la mañana. Soleada. Día de cumpleaños doble en la casa, y un olor ritual a pasteles, tortas y confituras en la cocina, desde el alba. Hay que sortear harinas y reposterías para llegar a la hornalla y coronar un mate. Mejor refugiarse en la cueva un rato. Afuera, sopla un viento de montaña, de esos que silban por las hendijas innumerables.

Pero, entonces, apenas recorrido el espinel, la pregunta es: ¿hace falta un nuevo humanismo, un nuevo renacimiento omnívoro de todo saber y toda cosa para poder entender lo que se pueda y terciar en el mundo? O la pregunta es: ¿hay que volver a un modo de saber, de entender y de ver, que se concentre en lo substancial, y desde allí jerárquicamente ir ordenando saberes y pertinencias para entender siquiera algo y que la dispersión no provoque desesperación?

Por ejemplo.

La lectura epistolar de este día es el pasaje de la carta a los Gálatas en la que san Pablo cuenta por qué enfrentó a san Pedro, cuando éste, con aparente doblez, judaizaba a los gentiles, mientras el mismo Pedro -judío él-, gentilizaba a su vez. El texto -conocidamente duro, pero que siempre impresiona- está lleno de luces, porque, precisamente, no se trata de rúbricas formalistas, ni de codicilos ni cánones. Es un planteo demasiado hondo el del homenajeado Pablo, como para usarlo en una disputa entre tradicionalistas y progresistas. Primero hay que entenderlo bien, me parece.

Y nada es para siempre, señores, así que la retahila actualizante me llevó a Bombita Rodríguez y una interpretación barroca acerca de su significado político, visto desde la izquierda. De allí salté por vocación y curiosidad a la información sobre el premio Nobel de física y a las soterradas -pero transparentes- implicaciones que el divulgador educe de las investigaciones sobre las supuestas asimetrías que subyacen al tramado íntimo de todo lo que Existe (dicho así por repetir las mayúsculas en las que se empecina el divulgador...) A esta altura, allí nomás me preguntaba si había que preguntarse cómo calza la voluntad de socialismo de Bombita Rodríguez y su hermeneuta con la basal asimetría cuántica nipona, cuestión que habría que solventar, me parece. Pero para eso ya habría que saber historia, política, física y filosofía, además de mirar los programas de chimentos de la TV argentina, saber japonés y tener tiempo...

Ya por una vía lateral asoma, mientras tanto, la homilía de Benedicto XVI en la apertura al sínodo de obispos y la 'denuncia' acerca de la descristianización de los cristianos, más cuestiones acerca del Québec que era y que ya no es. Con lo cual la imaginación se me vuelve un poco -no sólo al modelo standard y a Bombita- sino más que nada a la carta de san Pablo a los Gálatas, aunque esta vez es Pedro el que le habla a los gentiles, digamos, y les advierte acerca de lo mismo -básicamente lo mismo, creo, en cierto sentido- que Pablo le enrostraba a Pedro.

Y sí.

Tengo ya siete libros abiertos -que cuelgan en posiciones imposibles, porque no tengo lugar en el escritorio de la cueva- para entender algo de todo lo que están diciendo todos los que oigo decir algo. Y es nada más que una parte de todo lo que se dice a la vez y que uno habitualmente oye, casas más, casas menos...

Por suerte, mientras pienso las preguntas que me hacía más temprano, veo que el evangelio del día empieza con la magnífica conminación: "Señor, enséñanos a orar..." y a continuación -sin tanta milonga, lo que ya es un gran alivio- viene el Padre Nuestro...

Mejor, entonces, me vuelvo a la cocina un poco (con su horno de tortas a todo trapo, está más acogedora que la cueva), reparo el mate, pellizco alguna vianda.

Y después vemos.