domingo, 31 de agosto de 2008

Sabotaje

La semana pasada, un compadre circuló una cita para ver si podíamos ayudarlo a encontrar su origen.

Es un texto de C. S. Lewis, que vi finalmente era de Mero Cristianismo (o Cristianismo y nada más, en otras traducciones de Mere Christianity), que está al final del capítulo II, La invasión, del Libro segundo, En qué creen los cristianos (páginas 48 y 49 de la edición A. Bello y página 62 de la de Rialp).
Una de las cosas que me sorprendió la primera vez que leí el Nuevo Testamento seriamente, es que hablaba tanto acerca de un Poder Oscuro en el universo: un poderoso espíritu malo considerado el Poder tras la muerte y la enfermedad, y tras el pecado. La diferencia está en que el cristianismo piensa que este Poder oscuro fue creado por Dios, y era bueno cuando fue creado, y se extravió. El cristiansimo concuerda con el dualismo en que este universo está en guerra. Pero no cree que sea una guerra entre poderes independientes. Piensa que es una guerra civil, una rebelión, y que vivimos en una parte del universo ocupada por un rebelde.

Territorio ocupado por el enemigo: eso es lo que es este mundo. El cristiansimo es la historia de cómo el rey justo ha llegado a esta tierra, podemos decir que ha llegado disfrazado, y nos llama a tomar parte en una gran campaña de sabotaje. Cuando vas a la iglesia, en realidad estás escuchando a escondidas la radio secreta de nuestros amigos: es por eso que el enemigo está tan ansioso de impedir que vayamos. Lo hace pulsando las notas de nuestra vanidad y pereza y esnobismo intelectual...
Lewis compuso el libro sumando publicaciones sucesivas entre 1942 y 1944, producto de unos ciclos de charlas radiales. Tal vez de allí -y del clima de guerra de aquellos años- venga la figura de la liturgia y de la asistencia a la iglesia como eso de escuchar a escondidas la radio clandestina de nuestros amigos. En la edición Rialp dice el rey verdadero y secreta telegrafía de nuestros amigos, tanto da me parece.

Hay más cosas en ese capítulo, como algunos apuntes sobre el dualismo y el cristianismo, que son muy útiles también.

Pero esas metáforas de sabotaje, de guerra, de clandestinidad, de mensajes cifrados, de reyes de incógnito en territorios rebeldes ocupados, son para pensar.

Claro que esas imágenes tan militantes y militares pueden despertar una fatigada y previsible épica de papel. Pero creo que uno haría bien en sacurdirse esos tópicos típicos bélicos y leer varias veces y ensayar interpretaciones un poco más agudas. Y no para hacerse el sutil o el mono sabio, sino para entender siquiera mejor el asunto.

Por ejemplo, ¿cómo será esa campaña de sabotaje? ¿Qué hay que hacer? ¿O por qué la liturgia, o lo que hay en la iglesia, es una radio clandestina, por qué es la secreta telegrafía de nuestros amigos? ¿Qué quiere decir que oímos allí a escondidas esa radio clandestina? ¿O qué quiere decir que nuestro esnobismo intelectual y nuestra vanidad -se entiende mejor lo de la pereza- son aliados del enemigo, y sabotean el sabotaje al que nos convoca el rey de incógnito?