lunes, 23 de junio de 2008

Castellano de 2º

Vino hace unos días mezclado en una parva de libros, de los que mi madre y mis hermanas se deshacen de tanto en tanto. Algunos viejos, otros no.

Éste no era nuevo. Castellano de 2º, hay que decir. Editorial Codex, 1962. Tapas duras color verde seco, letras negras y un grabado del Quijote. Un clásico. Héctor Luis Arena es el autor. Pocas ilustraciones, salvo unos retratos de autores, como plumas o tintas, de Raúl Veroni. Unas 235 páginas.

Lo encontré hoy y me lo leí de una sentada. O mejor dicho, seguramente, lo releí.

Lindo libro, bien impreso, sencillo, letras grandes, buenos 'blancos', aunque con sus más y sus menos. ¡Quién sabe las veces que lo habré leído!

Veo que en la falsa portada anoté "4to. grado". ¿Cuándo? Y sí, puede ser. A esa altura de mis años -cuando estaba en 4to.- leía de más, porque inauguraba la renguera.

Veo también -ahora veo, no creo que antes- que tiene un cierto equilibro elegante entre gramática y literatura. En general, los textos son bastante buenos, aunque varios autores son de los que figuran en el panteón normalista. Y así se rastrea fácil por dónde viene tanta zoncera.

Me hizo gracia leer una nota que hay debajo del seudónimo Jerónimo del Rey, que firma Zorzalito, una de sus fábulas camperas, incluida allí:

Jerónimo del Rey es el seudónimo de un escritor argentino contemporáneo, profesor de filosofía y ensayista. Los personajes de sus fábulas en prosa de su libro "Camperas" son animalitos de nuestra América.
Es raro en eso el libro: al lado de los que tienen que estar hay unos cuantos que no deberían estar. Y tal vez lo sabía el autor.

Tiene muchos versos y algo de poesía. Por ejemplo, siembra refranes y coplas en los finales de los ejercicios o lecciones:

Lo que me pasa contigo
no lo puedo comprender;
pues yo me veo en tus ojos
¡y tú no me puedes ver!

(...)

No pienses que yo te quiero
porque te miro a la cara;
que muchos van a la feria
por ver, y no compran nada.
O ésta, que me gusta mucho más:

Es piedra que se echa a un río
el querer que puse en ti:
que llega al fondo, se clava
y ya no vuelve a salir.
O este gracioso epigrama de Quevedo, conocido:

Doctor Don Juan Pérez de Montalbán

El doctor tú te lo pones;
el Montalbán no lo tienes;
con que, quitándote el Don,
vienes a quedar Juan Pérez.

Como ejemplo del uso de que como conjunción copulativa, el autor copia este fragmento del poeta y revolucionario cubano José Martí, que si lo hubiera leído a tiempo el Che, se (nos) ahorraba una ponchada de cosas...

¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara. La poesía que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida.
Aunque, pensándolo bien, tal vez sí lo leyó y la ponchada de cosas que hubo, vienen de eso mismo, precisamente. Lo que debe ser cierto es que yo debo haberlo visto por entonces: y de ahí me viene, seguro, el que no me haya hecho industrial o ministro de Industria. Seguro.

Hay otras cuantas cosas.

Pero hay una que se me apareció de pronto -tan luego ahora...- en las páginas 65 y 66, y que de veras me dejó pensando.
Mi patria la del trigal

Estoy mirando tus trigos
desde que aprendí a mirar.
Ya las niñas de mis ojos
son pura lumbre trigal,
mi lirismo es trigo alado
que emana harina lunar,
y el trigo nombro si quiero
nombrar mi argentinidad.
¡Soy casi una espiga tuya,
tierra mía del trigal!
Por eso en los simples surcos
de un romance mi cantar
brota sencillo en tu elogio,
casi trigo y casi pan.
Tu trigo, detrás del hambre,
tu trigo va por el mar;
va hacia los hombres sin trigo
y va en el nombre del pan.
Tu trigo va por la tierra;
detrás de tu trigo, el pan.
¡Qué Dios tu suerte proteja
y la conserve trigal,
oh constelada de espigas
que al mundo dorando estás!
¡Que Dios tu harina prefiera
para su blanco sayal!
¡Que Dios en tu mies ensaye
su gran silencio de pan!

Ana María del Pinar

Varias cosas podrán decirse de estos versos, que son buenos versos, a mi gusto. Cosas de historia del país, cosas de políticas y sociologías, incluso.

Pero hay que recordar ahora mismo aquello que ya dije: en la bifurcación entre industria y poesía, seguí de largo.

Porque, leyendo el poema, me quedé pensando en cómo se las van arreglar los verseadores para rimar soja, poroto, yuyo, colza, Chicago, jojoba, 4x4, siembra directa, glifosato, Aduana, D'Elía, pool, Nidera, Cargill, Randazzo, De Angeli...

Un lío lírico, mire lo que le digo.

Otro más.