martes, 25 de septiembre de 2007

Los secundarios (V): Secundarios (III)

Tengo por seguro que san José no es Gollum.

Sin embargo, no creo que Gollum tuviera tampoco la noción clara y nítida de que sus años en la Tierra Media iban a ir a parar a la resolución de un hecho axial en la historia de ese mundo, como era la destrucción del Anillo de Sauron con todo lo que ello significaba. Lo más cerca que estamos de ver que alguien tuviera por allí alguna noción de esto, es cuando Gandalf evita que se lo mate pues algún papel podría todavía tener que cumplir en esta historia, antes del fin. Y de su fin.

Hay mucho dicho alrededor de Gollum y de las cosas que se significan a su alrededor y alrededor de sus peripecias y acciones, digamos así, personales. Pero solamente estoy mirando ahora a Gollum en relación con la cuestión planteada y su derivación en la doctrina del secundario o extra.

Es muy conocido el pasaje del capítulo segundo (La sombra del pasado) de la primera parte de El Señor de los Anillos. Pero me es preciso traerlo aquí otra vez.
-¡Qué lastima que Bilbo no haya matado a esa vil criatura cuando tuvo la oportunidad! -dijo Frodo.
-¿Lástima? Sí, fue lástima lo que detuvo la mano de Bilbo. Lástima y misericordia: no matar sin necesidad. Y ha sido bien recompensado, Frodo; puedes estar seguro: la maldad lo rozó apenas y al fin pudo escapar por el modo en que tomó posesión del Anillo, con lástima.
-Lo lamento -dijo Frodo-; estoy asustado y no siento ninguna lástima por Gollum.
-No lo has visto -interrumpió Gandalf.
-No, y no quiero verlo -replicó Frodo-. No puedo entenderte. ¿Quieres decir que tú y los Elfos han dejado que siguiera viviendo después de todas esas terribles hazañas? Ahora, de cualquier modo, es tan malo como un orco, y además un enemigo. Merece la muerte.
-La merece, sin duda. Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos. No hay muchas esperanzas de que Gollum tenga cura antes de morir, pero creo que aún podría salvarse: está ligado al destino del Anillo. El corazón me dice que todavía tiene un papel que desempeñar, para bien o para mal, antes del fin; y cuando éste llegue, la misericordia de Bilbo puede determinar el destino de muchos, no menos que el tuyo. De cualquier modo no lo hemos matado; es muy anciano y muy infeliz. Los Elfos de los bosques lo tienen prisionero, pero lo tratan con toda la benevolencia que es posible esperar de esos prudentes corazones.
Un poco más adelante, dentro de esta misma conversación, Frodo quiere destruir el Anillo y está determinado a ello. A instancias de Gandalf, prueba con el fuego común y fracasa.
-Hay un solo camino -dijo Gandalf-: encontrar las Grietas del Destino, en las profundidades de Orodruin, la Montaña de Fuego, y arrojar allí el Anillo. Eso siempre que quieras destruirlo de veras, e impedir que caiga en manos enemigas.
-¡Quiero destruirlo de veras! -exclamó Frodo-. O que lo destruyan. No estoy hecho para empresas peligrosas. Hubiese preferido no haberlo visto nunca. ¿Por qué vino a mí? ¿Por qué fui elegido?
-Preguntas que nadie puede responder -dijo Gandalf-. De lo que puedes estar seguro es de que no fue por mérito que otros no tengan. Ni por poder ni por sabiduría, a lo menos. Pero has sido elegido y necesitarás de todos tus recursos: fuerza, ánimo, inteligencia.
Esta escena y estas conversaciones transcurren en el mes de abril, es decir la primavera de 3018 TE. Para la primavera siguiente, exactamente para el 25 de marzo de 3019 TE, Frodo entenderá mejor aquellas palabras de Gandalf.

La escena debe trasladarse inmediatamente al capítulo tercero de la tercera parte (El Monte del Destino). Frodo, ya con nueve dedos y ensangrentado, ha vuelto a ser él mismo después del arrebato de codicia que le impidiera arrojar el Anillo cuando estaba ya frente a las Grietas del Destino. Se lo había puesto incluso y, mientras permanecía invisible, fue atacado por Gollum, ante la mirada atónita de Sam que veía una lucha entre Gollum y el aire, al borde del abismo. El propio Sam en un acto de misericordia le ha perdonado la vida a Gollum apenas un momento antes, cuando pudo haber traspasado con la espada a aquel guiñapo debilitado y lloriqueante que le pedía clemencia. Y lo dejó ir.

Pero Gollum volvió sobre sus pasos preso de su furor y su codicia por su tesoro. Y así se lanzó por encima del propio Sam, hiriéndolo, y después sobre un Frodo invisible. Hasta que Sam vio aquellos dientes afilados cerrarse con un golpe seco e inmediatamente después a Gollum bailoteando sobre el borde, y, entre sus manos huesudas, el dedo de Frodo que tenía el Anillo. Después el paso en falso y la caída de Gollum que se pierde para siempre entre las llamas gritando ¡Tesssoro!.
-¡Oh, esa mano de usted! -exclamó Sam-. Y no tengo nada con que aliviarla o vendarla. Con gusto le habría cedido a cambio una de las mías. Pero ahora se ha ido, se ha ido para siempre.
-Sí -dijo Frodo-. Pero ¿recuerdas las palabras de Gandalf? Hasta Gollum puede tener aún algo que hacer. Si no hubiera sido por él, Sam, yo no habría podido destruir el anillo. Y el amargo viaje habría sido en vano, justo al fin. ¡Entonces, perdonémoslo! Pues la Misión ha sido cumplida, y todo ha terminado. Me hace feliz que estés aquí conmigo. Aquí al final de todas las cosas, Sam.
Se ha hecho toda suerte de comentarios con respecto a la figura de Gollum y a las reacciones que provoca, y también respecto de estos mismos episodios. Está claro que la suerte de Gollum me interesa aquí en relación con la razón por la cual vivió tantos años, el para qué de su existencia penosa, rodeada de tantos infortunios y perversidades y traiciones, como de misericordia al final. Y el caso es que viene muy anunciado el hecho de que algún papel le tocaba en relación inmediata con Frodo y con el Anillo. Es decir como un secundario de la destrucción del Anillo, un extra en la Guerra final que tiene como centro a un Frodo que, a su vez, no sabe por qué ha sido elegido para la Misión pero que tiene asignada una Misión.

Queda, entonces, terminar de exponer asuntos de la doctrina del secundario y sacar algunas conclusiones y consecuencias.