lunes, 2 de julio de 2007

Espada

Flamígera y serena, cierta y justa,
la espada espera el signo levantado
que la lleve a la lid, grácil, ligera,
terrible, con el tajo agazapado,
con el filo en ardor, tan silenciosa.
Relumbra el corazón ensimismado.
La mano bruñe el puño de la espada;
voraz de gloria, su dolor pasado.
Suena el aire y el grito y la batalla
quiebran la quieta paz del mundo ajado.
Fulgura el humo azul, caliente el polvo
suda en sangre y en luz y va mezclado
con lágrimas, rumores, ayes fieros
que cantan lo perdido y lo ganado.