domingo, 24 de junio de 2007

Solve polluti labii reatum

Hace un par de años, hablé de él y de unos recuerdos de infancia y adolescencia.

Puede que haya quienes sepan o recuerden que del antiguo himno a San Juan Bautista se tomaron notaciones musicales:
UT queant laxis REsonare fibris
MIra gestorum FAmuli tuorum,
SOLve polluti LAbii reatum,
Sancte Ioannes.
Texto que Bernárdez vuelca así:
Con el objeto de que nuestras voces
puedan cantar tus grandes maravillas,
desata nuestros labios mancillados,
Oh, San Juan el Bautista.
Pues, esto mismo digo ahora que voy a hablar sobre él, otra vez.

Y a ver si puedo seguir su música.

Oía esta mañana al sacerdote predicar acerca de Juan el Precursor, en su fiesta. Y recordó al pasar lo que Jesús dijo de él:
En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que él.
Me fui a ver, entonces, el contorno de semejante cosa, que es mucho decir.

Está en el capítulo 11 del Evangelio de san Mateo.
ver
Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle:
"¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?"
Jesús les respondió: "Id y contad a Juan lo que oís y veis:
los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva;
¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!"
Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes.
Entonces ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta.
Este es de quien está escrito: 'He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino'."
"En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron.
Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir.
El que tenga oídos, que oiga."
"¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo:
'Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado'.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: 'Demonio tiene'.
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras."

Con pocas variaciones, el episodio está en el capítulo 7 de san Lucas.
ver

Sus discípulos llevaron a Juan todas estas noticias. Entonces él, llamando a dos de ellos,
los envió a decir al Señor: "¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?"
Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: "Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?"
En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos.
Y les respondió: "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva;
¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!"
Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de Juan a la gente: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios.
Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta.
Éste es de quien está escrito: 'He aquí que envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino'."
"Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él."
Todo el pueblo que le escuchó, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan.
Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar el bautismo de él, frustraron el plan de Dios sobre ellos.
"¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen?
Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: 'Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado'."
Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: 'Demonio tiene'.
Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: 'Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'.
Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos."

Hay en estos textos varios asuntos.

Y las dificultades empiezan con la pregunta de san Juan Bautista, en la que coinciden ambos evangelistas:
¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?
Conviene leer los textos que trae la Catena Aurea al respecto, especialmente los de san Hilario, creo, aunque tal vez sea por gusto personal. Pero hay que leer esos comentarios, tanto para todo el pasaje en san Mateo, como para el pasaje en san Lucas.

¿Es posible que Juan no supiera quién era Jesús? Ya lo había bautizado y proclamado y señalado como el Cordero de Dios, y más. También están esas cosas de los celos de los seguidores de Juan, los de los discípulos de Jesús, lo que Jesús dice respecto de quién es mayor frente al Reino.

Ahora bien.

Llaman la atención varias notas de la versión de la Biblia de Jerusalén.

Al versículo 3 del capítulo 11 de san Mateo, acerca de la pregunta de san Juan, dice:
Sin dudar absolutamente de Jesús, Juan Bautista se extraña viéndole plasmar un tipo de Mesías tan distinto del que él esperaba.
Y remite a las palabras del propio Bautista en el evangelio de san Mateo 3, 10-12, supongo que tratando de avalar la nota áspera y terrible que pinta la figura del Bautista:
Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevar sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.
Mientras tanto, al versículo 5 del capítulo 11 de san Mateo, anota la versión, supongo que para contraponer ahora el aceite al fuego:
Con esta alusión a los oráculos de Isaías, Jesús muestra a Juan que sus obras inauguran ciertamente la era mesiánica, pero con maneras de bondad y salvación, no de violencia y castigo.
Y remite esta vez al capítulo 4 de san Lucas (7-11).
Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él.
Comenzó, pues, a decirles: "Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy."

Menuda cosa este asunto de que san Juan esperaba un reino distinto. Y un Reino distinto.

Y era el mayor entre los nacidos de mujer. Más que un profeta, dice Jesús.

Aunque dice también de él que el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.

Qué decir, qué pensar.

No sé. Pero, para confortar la perplejidad, mientras maduran las luces, tal vez mejor sea el bálsamo de estos versículos del Salmo 139 que se lee hoy:
Yahveh, tú me escrutas y conoces;
sabes cuándo me siento y cuándo me levanto, mi pensamiento calas desde lejos;
esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas.

(...)

Porque tú mis riñones has formado, me has tejido en el vientre de mi madre;
yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras.
Mi alma conocías cabalmente,
y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra.