jueves, 7 de junio de 2007

Niebla

Son días de niebla.

Y de neblinas.

Y de niebla.

Para unos cuantos, es un problema. Para los que vuelan, por ejemplo.

Pero la inteligencia en cierto modo vuela. Y el alma. Y el espíritu.

Y eso mismo puede ser un problema, si hay niebla y neblina. Y persiste. Y no se va.

El servicio del tiempo, en su alerta, dice del meteoro:
Esta situación se debe a la presencia de aire húmedo y vientos débiles en superficie, generándose condiciones favorables para la formación de nieblas densas y persistentes, especialmente sobre el área ribereña del Río de la Plata.

Se destaca que la noche y primeras horas de la mañana serán los momentos en que la niebla genere la mayor reducción de visibilidad.
Y uno se tienta, claro.

Es la propia vida. La vida en niebla, digamos.

No cualquier vida, se entiende.

Pero sí en la vida de cualquiera.

Un poco de aire húmedo y otro poco de vientos débiles en superficie...

Y listo.

Con ese poquito de nada, se forman nieblas densas y persistentes. Incluso en el área
ribereña del Río de la Plata de la vida. O de la vida en el área ribereña del Río de la Plata.

También eso. También aquí. En casi todo. Y en muchos.

Nieblas de las cosas.

Humedades aéreas del espíritu. Y debilidades superficiales de un espíritu que de tan débil y superficial, siquiera es espíritu apenas.

Y entonces, como la vida del hombre es una especie de día de hombre, pasa que la noche y primeras horas de la mañana son también los momentos en que la niebla genera la mayor reducción de visibilidad.

Niebla de la noche.

Niebla de primeras horas de la mañana.

Nieblas de noche y día.

Pero.

Entonces viene el viento y barre la niebla.

La niebla del espíritu.

Y es el viento del Espíritu, que no es débil ni superficial.

Que sí es viento.