domingo, 27 de mayo de 2007

Buenos muchachos (pero, de veras...)

Eran dos hombres ya mayores. Tal vez 60 años. Criollos, provincianos del este. Quizá correntinos, entrerrianos. Obreros de fábrica.

Alcancé la última Flecha de Plata en Retiro y me bajé en El Palomar. Empalmé el siguiente con displicencia: era jueves y feriado el viernes. Se podía.

Subieron en Hurlingham, fin del turno. Fin del día y la semana.

Tallados a golpes de trabajo los dos. Tallados a fuerza de turnos y de silbatos de fábrica. Tallados, no hechos.

Como si Dios hubiera dicho: Tallemos al hombre...

El tren -un modelo popular esta vez, con el concepto gorila de lo popular: asientos de lata, sin puertas; en eso el socialismo y el capitalismo se ponen de acuerdo-, abarrotado de gentes parecidas. Gentes casi parecidas a como las que le oí a Eduardo Aliverti, hace un par de sábados, en su comentario oportuno -e ...ista-, cuando los líos en la estación de Constitución: "...viajan como la mierda para ir a trabajos de mierda en los que les pagan mierda..."

Casi parecidas. Nada más que casi. Claro. ¿Y qué iba a decir?
- ¿Trabajás mañana?, dijo el más alto, pelo oscuro, cara de chino (chinazo, decimos por acá), cara de chico pícaro, buen jugador de truco.
- No, dijo el más bajo, pelo entrecano, cara despejada, curtida, saboreando una pastilla como si gustara un vino.
- Pero, hay turnos mañana...., aclaró el chinazo.
- Sí, ya sé, dijo el degustador. Pero, ¿pa' qué? Tanto laburar al pedo... Total: más tenés, más gastás... No, mañana nos vamos a Florencio Varela.
- ¿¡Varela!?, ¿tan lejos?, se asombró el chinazo.

(Lejos, pensaba yo, ¿lejos? Claro, pensaba, estoy junto a los que no hacen kilómetros de cola para salir de Buenos Aires y entrar a la costa o para salir de la costa y entrar a Buenos Aires..., a estos no los alcanzó la miel turística de Scioli...)

- Unos parientes voy a ver, hay que salir un poco. Me voy con la vieja, se relamía el descanso y el asado el degustador.

Total: más tenés, más gastás...

Claro.

Ahí está toda la ley y los profetas. Desde la teoría de la Fiesta de Pieper, hasta los consejos de la virgen roja, Simone Weil, sobre los trabajos y los ocios de los obreros. Es la DSI sin libros ni encíclicas de un criollo cualquiera.

Seguro que, agazapados, un par de suficientes sabedores estarán rumiando: Qué bien le vendrían al degustador de Varela unas suculentas clases de plusvalía y de capitalismo, de cultura calvinista y revolución del proletario.

A mí, en cambio, se me hace que este tipo no debe escuchar radio los sábados a la mañana, ni debe oír a Longobardi en Radio10, durante la semana.

Mejor.

¿Cómo le habrá ido en Varela?

Bien, muy bien. Seguro.