Alcancé la última Flecha de Plata en Retiro y me bajé en El Palomar. Empalmé el siguiente con displicencia: era jueves y feriado el viernes. Se podía.
Subieron en Hurlingham, fin del turno. Fin del día y la semana.
Tallados a golpes de trabajo los dos. Tallados a fuerza de turnos y de silbatos de fábrica. Tallados, no hechos.
Como si Dios hubiera dicho: Tallemos al hombre...
El tren -un modelo popular esta vez, con el concepto gorila de lo popular: asientos de lata, sin puertas; en eso el socialismo y el capitalismo se ponen de acuerdo-, abarrotado de gentes parecidas. Gentes casi parecidas a como las que le oí a Eduardo Aliverti, hace un par de sábados, en su comentario oportuno -e ...ista-, cuando los líos en la estación de Constitución: "...viajan como la mierda para ir a trabajos de mierda en los que les pagan mierda..."
Casi parecidas. Nada más que casi. Claro. ¿Y qué iba a decir?
- ¿Trabajás mañana?, dijo el más alto, pelo oscuro, cara de chino (chinazo, decimos por acá), cara de chico pícaro, buen jugador de truco.
- No, dijo el más bajo, pelo entrecano, cara despejada, curtida, saboreando una pastilla como si gustara un vino.
- Pero, hay turnos mañana...., aclaró el chinazo.
- Sí, ya sé, dijo el degustador. Pero, ¿pa' qué? Tanto laburar al pedo... Total: más tenés, más gastás... No, mañana nos vamos a Florencio Varela.
- ¿¡Varela!?, ¿tan lejos?, se asombró el chinazo.
(Lejos, pensaba yo, ¿lejos? Claro, pensaba, estoy junto a los que no hacen kilómetros de cola para salir de Buenos Aires y entrar a la costa o para salir de la costa y entrar a Buenos Aires..., a estos no los alcanzó la miel turística de Scioli...)
- Unos parientes voy a ver, hay que salir un poco. Me voy con la vieja, se relamía el descanso y el asado el degustador.
Total: más tenés, más gastás...
Claro.
Ahí está toda la ley y los profetas. Desde la teoría de la Fiesta de Pieper, hasta los consejos de la virgen roja, Simone Weil, sobre los trabajos y los ocios de los obreros. Es la DSI sin libros ni encíclicas de un criollo cualquiera.
Seguro que, agazapados, un par de suficientes sabedores estarán rumiando: Qué bien le vendrían al degustador de Varela unas suculentas clases de plusvalía y de capitalismo, de cultura calvinista y revolución del proletario.
A mí, en cambio, se me hace que este tipo no debe escuchar radio los sábados a la mañana, ni debe oír a Longobardi en Radio10, durante la semana.
Mejor.
¿Cómo le habrá ido en Varela?
Bien, muy bien. Seguro.