miércoles, 31 de enero de 2007

Tanto va el cántabro a las fuentes...

Gracias al cielo, me pasé unos días estelares...

(Con total desparpajo -y con felicidad- le robé algún tiempo a tareas insufribles... Pero no basta el aliciente de saber que uno no está haciendo algo aburrido y estúpido. Es claro que hay que saber cosas para entender cosas...)

De entre todas las páginas instructivas, y seriotas algunas, hay una que ya no miro como neofiloastrofílico sino, digamos, poéticamente.

Parece que, menos en verano, los martes de 19 a 21, en la primera planta del Centro Cultural Doctor Madrazo, Calle Casimiro Sainz sin número, en Puertochico, Santander, unos cien aficionados a las estrellas se reúnen y conversan.

Se llaman la Asociación Astronómica Cántabra y les leí unos artículos de lo más interesantes sobre cosas que me asombran (y que se ve que a Herodes, por ejemplo, no le interesarían demasiado, porque teniéndolos allí a mano a los 'cántabros' de Oriente, bien podría haberles charlado del asunto, pero parece que no...)

Ahora bien.

No sé del todo bien cómo será aquello, pero no puedo dejar de imaginar a estas gentes y sus días, y sus 'martes de 19 a 21', y sus excursiones por la tierra para ver el cielo, y sus conversaciones, intercambios de 'chismes' celestes, explicaciones mitológicas, investigaciones históricas, elipsis y cometas y galaxias y perihelios y afelios y telescopios...

Y sus días de anteojos negros mirando eclipses y, mejor aún, sus noches tirados sobre el pasto campirano, sobre la nieve cántabra, las manos detrás de la cabeza, pastito mordisqueando en la boca, un buen cigarro (tal vez desaconsejado, porque el humo en tus ojos no deja trascender más allá, hasta las esferas móviles...)

Y tales y tantas cosas así.

Y tal vez lo que es mejor: miran algo bastante difícil y hasta misterioso y que en parte -siquiera algo, más o menos- saben lo que es.

Cosa infrecuente.