domingo, 17 de diciembre de 2006

Una esposa y una amante

A propósito de unas conversaciones en estos días, me quedé pensando en ciertas como si dijera notas y asociaciones afectivas (o emocionales) de derechas e izquierdas. Es verdad que se vuelve hasta aburrido e insípido el asunto, en muchos aspectos. Pero también es verdad que hay una presencia machacona de este par, en esto y aquello, de modo que hay que seguir mirándolo.

Más y más lo veía y lo pensaba, más me parecía perfilarse una simplificación, una imagen, una figura. Tengo que depurar la imagen, la metáfora; estos son simplemente algunos bocetos.

A mí me resulta medio estúpido, pero parece ser un hecho el que al campo en el que se baten esas cosas que se llaman derecha e izquierda, van a parar miríadas de cuestiones que parece que resulta más fácil -y más convenientemente confuso- debatir allí y en esos términos.

No porque no pudiera decirse algo propio acerca de qué es 'lo izquierdo' y 'lo derecho' y eso fuera algo significativo e importante. Pero creo que eso es harina de otrísimo costal.

En todo caso, no sé si es posible hablar de esto sin cierta generalización. Y aunque toda generalización puede conllevar cierta injusticia, no es tanta que no existan géneros y especies de cosas que por definición son colectivos o comprenden de hecho a un conjunto y, entonces, generalizaciones.

¿Cómo hablar de católicos, comunistas, fascistas, teóricos, depresivos, gauchos, porteños o hinchas de San Lorenzo, sin cierta razonable generalización?

Por otra parte, se ponen insoportables las dos orillas cuando empiezan a escaparle el cuerpo a la jeringa, pretendiendo a la vez tratos personalizados que no sólo no siempre son debidos sino que habitualmente no conceden, y más cuando comienzan a distinguir qué derecha no son porque la que dicen que es derecha no es la derecha o cuál es la izquierda que es izquierdista y cuál es la izquierda derechista y entonces no es la izquierda que es.

De veras insufribles.

Para seguir simplificando, diré que la derecha a la que me refiero tiene una pasión desordenada por el orden. La izquierda a la que me refiero, a su vez, tiene la pasión desordenada de ponerle zancadillas a ese orden de la derecha. En cuanto a si el término orden es completamente equívoco aquí, es asunto ahora de importancia escasa.
ver


En las conversaciones y en los cruces no veo -no he visto, habitualmente- mayor interés por lo que las cosas son en realidad.

(En sus esgrimas dialécticas, que hacen tantas veces la figura como de exóticos placeres solitarios, derechas e izquierdas de varia laya -sea lo que fuere que se estuviere discutiendo bajo esos nombres- no pueden sino ponerse simétricamente apologéticos, más que nada comprometidos con sus propias posiciones como válidas, por propias. Tanto como no pueden sino razonar como si dijéramos lunáticamente: 'vos dijiste que yo dije que vos dijiste que yo te dije, y no dije eso que vos dijiste que yo dije sino otra cosa que es parecida a lo que vos dijiste pero que tiene que sonar distinta a lo que vos dijiste que yo dije para que lo que dijiste ante lo que dije no sea la respuesta adecuada a lo que dije.

Igual con ciertas réplicas. Si me enuncian un argumento razonado, me pondré sentimental y romántico. Si se ponen sentimentales y románticos, podré ponerme serio y blandir cifras y doctrinas. Si se trata de doctrinas, podré llevar la hermenéutica hasta límites delgadísimos, abstrusos, pseudoeruditos e inverificables. Si la doctrina es demasiado densa e inexpugnable, siempre cabe un 'no sé si es tan así...' O un 'ustedes mejor no hablen, porque ustedes...' Si se trata de hechos que pesan en el bando propio, siempre se podrá encontrar otros hechos vergonzosos en algún bando contrario.

Uf.

Mitad forma emputecida de discutir. Mitad talante. Pero también, y sin determinismos, algo que parece propio de las posiciones que se asumen o de cuando de asumen posiciones de cierta manera.

Por supuesto, no hay que generalizar... Lo que pasa es que es tan previsible y tan sistemático...)


Voy mejor a las metáforas; todavía incompletas, eso sí.

La derecha es como si dijéramos una esposa.

Y me refiero a una severa, gruñona, seca. Ufana de sus papeles en regla, ufana de 'haber hecho las cosas bien', luce insoportable hasta donde la ufanía de algo bueno puede ser irritante, agria e incluso mala. Hasta parece que estuviera diciendo que cualquier cosa que ella hiciere o dijere estará bien porque tiene, precisamente, los papeles en regla. En algún sentido no le falta razón. Alguna razón chueca, claro.

La izquierda en cambio luce más bien como una amante.

Bien que una amante que no tolera la poligamia, ni la infidelidad, algo que al parecer es propio de las queridas, al final. Y bastante comprensible, si bien se mira. Como las amantes, impugna el matrimonio por hipócrita, visto que el infiel tiene un matrimonio. Y tal vez habría que darle la razón, si fuera el caso, hasta donde pudiera dársele crédito a su pasión por la fidelidad. Claro que es chueca su razón, también.

La derecha parece decir 'te mueras o no de amor por mí, soy tu esposa, ante Dios y los hombres'. La izquierda parece decir 'ante Dios -en fin, en algunos casos es un modo de decir...- y los hombres, el amor es la ley y, aquella a la que ames, es la esposa que cuenta'.

Falsa oposición, creo que bien se entiende. Y en verdad también que, cuando empiezan a depurarse los símbolos, hay rastros como de polonio 210 en cada una de las figuras.

Con todo, la parte de razón que pudieran tener ambas cada vez será menos importante y significativa, me parece. Y, a la vez, creo que lo que ambos talantes tienen de torcido y oscuro -pues sí que tienen de ambas cosas- ganará más y más espacio.

Al verlo como lo estoy viendo, no se trata de fatalismo. Es cierta dinámica: cada una de ellas está convocando lo peor de su contraria, como si lo necesitara.

Como si la esposa se solazara en que él tuviera una amante, para que se note la diferencia entre la esposa y 'esa otra...', por contraste; y como si la amante se enorgulleciera de que, teniendo una esposa, él quiera tener otra, para que se note la diferencia, por contraste.

En fin.

Continuaré (mirándolo al menos...)