miércoles, 6 de diciembre de 2006

Pucherito

Siempre pensé que la cocina es poética. Y aun a la inversa.

De modo que con un poco de las Nanas de la cebolla de Miguel Hernández
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.
y este soneto del entrerriano Amaro Villanueva que recoge Fermín Chávez en su antología despareja,
Papa

Bronceada piel cautiva la blancura
que en tu cándida carne se aliviana
desnuda en el puchero o cortesana
del rescoldo en la ardida sepultura.
Como el indio y su tierra estás oscura
bajo amarilla flor en pena hermana,
pero al mundo, por boca trasoceana,
primicias de sabor dio tu ternura.
Mas cuando adjetivado de repente,
por gracia de mujer que lo suscita,
tu nombre a boca del elogio escapa,
parece que brotara el continente,
pues América en quichua se desquita
de mudos siglos en tu voz: ¡Qué papa!
creo que podría hacerse un cocidito o una tortilleja, para ir tirando (sazonado todo con unas pizquitas de ideología, claro, que siempre le agrega un saborcete a las cosas...)

Papa y cebolla. Para un pucherito, carne no hay. No le hace: la carne es débil.