jueves, 30 de noviembre de 2006

En la güeya del querer


Lo estaba debiendo.
(En realidad, no sé si lo estaba debiendo, ni por qué lo estaba debiendo, ni a quién...)
Los apuros de las idas, los apuros de las vueltas. Algo quedó inconcluso, es verdad.
Por las dudas, habrá que completarlo. No tanto porque valga más si agrego algo.
El asunto tiene su gravedad. Gravedad de peso y hondura, no tanto de urgencia y peligro (aunque, en esto, el peligro es siempre equivocar la senda, cosa posible porque es difícil acertar en aquello que más importa, por más que diga nuestro Martín Fierro que en la güeya del querer no hay animal que se pierda...)
Creo que de estas cosas está hecha la substancia de la vida.
Aquello en lo que no tenemos que fallar, al final: A la tarde te examinaran en el amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición, diría san Juan de la Cruz.
Como creo, al menos al principio, que hay que leer lo que Dante dice en italiano. Aunque no se entienda el italiano.
"O donna in cui la mia speranza vige,
e che soffristi per la mia salute
in inferno lasciar le tue vestige,

di tante cose quant'i' ho vedute,
dal tuo podere e da la tua bontate
riconosco la grazia e la virtute.

Tu m'hai di servo tratto a libertate
per tutte quelle vie, per tutt'i modi
che di ciò fare avei la potestate.

La tua magnificenza in me custodi,
sì che l'anima mia, che fatt'hai sana,
piacente a te dal corpo si disnodi".

Così orai; e quella, sì lontana
come parea, sorrise e riguardommi;
poi si tornò a l'etterna fontana.
Es aquel pasaje del Paraíso (XXXI, 79-93) de la Divina Comedia de Dante Alighieri que había mencionado vez pasada.
Señora, que das fuerza a mi esperanza
y por mi salvación has soportado
tu pisada dejar en el infierno,

de tantas cosas cuantas aquí he visto,
de tu poder y tu misericordia
la virtud y la gracia reconozco.

La libertad me has dado siendo siervo
por todas esas vías, y esos medios
que estaba permitido que siguieras.

En mí conserva tu magnificencia
y así mi alma, que por ti ha sanado,
te sea grata cuando deje el cuerpo.

Así recé; y aquélla, tan lejana
como la vi, me sonrió mirándome;
luego volvió hacia la fuente eterna.
El canto XXX, el anterior a éste, es un elogio de la belleza y del poder de Beatrice para purificar, por lo pronto, el amor de Dante y, con eso mismo -qué será primero-, purificar la mirada de su inteligencia y de su corazón. Para que el amor haga nueva todas las cosas y él vea y entienda. Y para que sea él más de lo que era. Y más que más, mejor. Para que el amor haga buenas todas las cosas. Y haga libres a los que bien aman, cosa difícil de entender y fácil de entender mal.

¿Primero fue el amor, la pureza, la mirada más lúcida para ver mejor la luz? ¿Cuál primero? ¿Finalmente el amor -un amor, no cualquier amor- pone luz, da luz, y la luz calor y más amor? ¿Amar lucidifica el alma? ¿La lucidez hace mejores amores?

Beatrice, dice Dante, ha ido antes, delante. Y ella ha sido el pie y la luz. Y el amor.

Los pies de Beatrice han precedido los pies del propio Dante en el Infierno, para que él llegara finalmente al Paraíso. Y con eso, Dante ha llegado al círculo de la Rosa -podría ser aquel círculo apretado de la rosa donde no hay pena, porque no hay dos, dijera el tan dantesco Marechal-, y con ello a la bienaventuranza. Mirada unitiva y propia unión. Una nota de las cosas que son. Y del que Es.

(Una antigua tradición esotérica diría cosas similares respecto de lo mismo, pero con un sentido diverso. Cualquier sentido superpuesto no desluce el primero. Aunque lo oscurezca.)

Cuando falta ese Unum no puede haber Amor ni Luz. De este modo, aquella tópica ceguedad del amor tiene que significar una cosa completamente distinta a lo que se cree.

Entonces, un amor tal que hace tal Unidad no puede ser cualquier amor. Ni en las cosas de dos ni en las de muchos, ni en la concordia de los amantes ni en la concordia social.

(Es verdad que existe la costumbre de nunca asociar las relaciones entre tipos de amores. Y lo mal que se hace...)

Decía Juan Álvarez Gato:
Gran belleza poderosa,
a do gracia no esquivó,
destreza no fallesció;
hermosa que tan hermosa
nunca en el mundo nasció...
O más todavía, después:
Los nudos que' en el cordón
distes vos alegre y leda,
como nudos de passión,
vos los distes en la seda,
yo los di en el corazón;
vos distes los nudos tales
por nombrar a Dios loores,
yo para nombrar d' amores;
vos para sanar de males,
yo para crescer dolores.
Nudos que unifican. Nudos que hacen una todas las cosas. Incluso a los que une el amor. No necesariamente al modo cómo lo pretende el amante apasionado y la pasión del amante pura pasión (o más que nada pasión...)

Igual que en el canto XXX, dice Dante de la luz de aquella que lo lleva a la Luz:
Forse semilia miglia di lontano
ci ferve l'ora sesta, e questo mondo
china già l'ombra quasi al letto piano,

quando 'l mezzo del cielo, a noi profondo,
comincia a farsi tal, ch'alcuna stella
perde il parere infino a questo fondo;

e come vien la chiarissima ancella
del sol più oltre, così 'l ciel si chiude
di vista in vista infino a la più bella.

Non altrimenti il triunfo che lude
sempre dintorno al punto che mi vinse,
parendo inchiuso da quel ch'elli 'nchiude,

a poco a poco al mio veder si stinse:
per che tornar con li occhi a Beatrice
nulla vedere e amor mi costrinse.

Se quanto infino a qui di lei si dice
fosse conchiuso tutto in una loda,
poca sarebbe a fornir questa vice.

La bellezza ch'io vidi si trasmoda
non pur di là da noi, ma certo io credo
che solo il suo fattor tutta la goda.

Da questo passo vinto mi concedo
più che già mai da punto di suo tema
soprato fosse comico o tragedo:

ché, come sole in viso che più trema,
così lo rimembrar del dolce riso
la mente mia da me medesmo scema.

Dal primo giorno ch'i' vidi il suo viso
in questa vita, infino a questa vista,
non m'è il seguire al mio cantar preciso;

ma or convien che mio seguir desista
più dietro a sua bellezza, poetando,
come a l'ultimo suo ciascuno artista.
Y también, sí: en todo la belleza. Poderosa belleza.

La belleza de la Beatriz de Álvarez Gato y la belleza de la Beatrice de Alighieri.

El misterio -otra vez- del misterio de la belleza al final de las cosas.


Creo que es de gran consuelo saber lo que un amor hace de nosotros. El amor.

El homenaje que Dante y Álvarez Gato le hacen a las damas de sus amores los pone en dirección al cielo. Porque amarlas los ha puesto en dirección al cielo.

Algo que el amor puede hacer. Debe hacer.

No solamente para que no se pierda uno el Cielo. Sino para que no pierda el amor.