martes, 7 de noviembre de 2006

Alegres penas felices

Casi es un lugar común. O dos lugares comunes.

Uno, el hacer de Chesterton una especie de agente oficial de la alegría frente a toda cosa. Y el sentido de esta percepción la mayor parte de las veces es ambiguo e impreciso. Como si alguien dijera que Chesterton no lloró ni se entristeció jamás por nada y pese a todo. Falso es. Y sin embargo, es verdad que una alegría profunda es algo que no se distingue fácilmente. Resulta más sencillo identificar y enmarcar una alegría superficial, que es la que solemos entender inmediata y cómodamente. Habitualmente con Chesterton se hace esto mismo. El asunto merecería algunos comentarios. Recuerdo ahora un trabajo de un amigo, que alistaba eficazmente los tópicos dolientes del juglar gordo, en esta misma línea que digo ahora, mostrando el valor de la pena en un alegre.

El otro lugar común, y que veo ahora que tiene relación con el anterior, es el de la alegría de Jesús.

Me topé con este texto en México. Es del conocido final de Ortodoxia:
Joy, which was the small publicity of the pagan, is the gigantic secret of the Christian. And as I close this chaotic volume I open again the strange small book from which all Christianity came; and I am again haunted by a kind of confirmation. The tremendous figure which fills the Gospels towers in this respect, as in every other, above all the thinkers who ever thought themselves tall. His pathos was natural, almost casual. The Stoics, ancient and modern, were proud of concealing their tears. He never concealed His tears; He showed them plainly on His open face at any daily sight, such as the far sight of His native city. Yet He concealed something. Solemn supermen and imperial diplomatists are proud of restraining their anger. He never restrained His anger. He flung furniture down the front steps of the Temple, and asked men how they expected to escape the damnation of Hell. Yet He restrained something. I say it with reverence; there was in that shattering personality a thread that must be called shyness. There was something that He hid from all men when He went up a mountain to pray. There was something that He covered constantly by abrupt silence or impetuous isolation. There was some one thing that was too great for God to show us when He walked upon our earth; and I have sometimes fancied that it was His mirth.

La alegría, que era la pequeña publicidad del pagano, se convierte en el gigantesco secreto del cristiano. Y al cerrar este volumen caótico, abro de nuevo el libro, breve y asombroso, de donde ha brotado todo el Cristianismo; y la convicción me deslumbra. La tremenda imagen que alienta en las frases del Evangelio, se alza, en esto como en todo, más allá de todos los sabios tenidos por mayores. Su patetismo era siempre natural, casi casual. Los estoicos antiguos y modernos se jactan de esconder sus lágrimas. Pero Él nunca las ocultó; antes las descubrió a plena cara a todas las miradas próximas, y a las más distantes de su ciudad natal. Algo ocultaba, sin embargo.

Los solemnes superhombres y los diplomáticos imperiales se jactan de disimular sus indignaciones. Él no disimulaba las suyas: arrojaba los objetos por la escalinata del Templo, y preguntaba a los hombres cómo esperaban salvarse de la condenación del infierno. Algo ocultaba, sin embargo. Lo digo con reverencia: esa personalidad arrebatadora escondía una especie de timidez. Algo había que escondía de los hombres, cuando iba a rezar a las montañas: algo que Él encubría constantemente con silencios intempestivos o con impetuosos raptos de aislamiento. Y ese algo era algo que, siendo muy grande para Dios, no nos lo mostró durante su viaje por la tierra: a veces discurro que ese algo era su alegría.
Aunque la traducción use la misma palabra, tal vez no sea casual que Chesterton se refiera a Mirth (de la misma raíz que merry) y no a Joy, como al comienzo del párrafo. Joy es más que Mirth, significativamente, es como la causa respecto de la manifestación. Y se ve que Chesterton no piensa que Jesús ocultara Joy, sino que velaba Mirth. Dice también, al principio de este final, que Joy es el gran secreto del cristianismo y, de ser así, ese secreto no puede haberse heredado sino de Cristo.

Como si dijera uno que Jesús dijo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. And the Joy. Y yo sé por qué no siempre exhibo Mirth, y más bien pocas veces, si acaso alguna.

Hay que volver a pensar.