miércoles, 18 de octubre de 2006

Arena

Ahora me entero de que escribe para Ñ. Pero no la conocía hace unos 5 años cuando me la encontré en La Nación, el domingo 26 de agosto de 2001, sección cultura, página 3. Le habían publicado allí unos cuantos versos. Creo que nació en el '70.
Argumentos de arena

No deberíamos amar nada que pase.
Nada que nos mate un poco
cuando sus signos mueran.

Es decir, nada que ría.
Nada que tiemble o se conmueva.
Nada que florezca para luego marchitarse,
de buenas a primeras.

Nada vivo, si apuramos conclusiones:
Duele tanto ver cómo lo que amamos
se deshace en nuestras manos vencido por el tiempo.

Es más,
no deberíamos amar, si lo pensamos.

Pero no lo pensemos.
Hoy no, al menos.

Se llama Raquel Garzón y vi que tiene una cierta presencia en foros y debates. Vi también de paso -leyendo cosas periodísticas y culturosas que ha publicado- que hay una furiosa agitación por allí alrededor de la literatura argentina actual y acusaciones ferocísimas cruzadas, entre capillas y tribus de la izquierda cultural. Todo con sus santos y preceptos, claro, con cielos de poesías e infiernos de novelas y purgatorios de ensayos.

Me aburrí durante 5 ó 6 páginas. Hasta que me aparté, harto de las filigranas de los puanistas o anti puanistas (por Puán, la cueva madre de Filosofía y Letras de la universidad de Buenos Aires, desde donde dicen que se manejan avenidas de becas y publicaciones, veredas de influencias, calles de premios y cosas así...: tedio infinito, con más la pobreza y autoreferencia de páginas y páginas de vacas sagradas de la rive gauche... Y todo para discutir la obra de César Aira o Ricardo Piglia. Que si Halperín Donghi o Beatriz Sarlo...)

Ay.

Basta.

A mí me había gustado aquel argumento, en su rispidez, en su firulete dialéctico para afirmar negando, para escapar de lo vitando y decir -con desesperación, con angustia- que dejar de amar no se puede, no importa lo que digan los mandamientos que mandan más que los mandamientos...

Y todavía me gusta el poema.

Hasta la cerrazón de tener que enfrentar ideológicamente amor y pensamiento. La modernidad como la postmodernidad no pueden sacarse su romanticismo de encima. Y es de esas cosas que no salen con jabón, así nomás. No pueden evitar perderse cuando llegan al amor (como todo el mundo, en realidad, pero distinto...)

Pero el desgarramiento de estos argumentos de arena -claro: argumentos pero de arena; de arena, sí, pero argumentos...-, me resulta conmovedor. Bajar la mirada para decir -imperceptiblemente, no vaya a saberse...- que el corazón pide 'amor eterno' y eternidad y amor, es conmovedor.

Y sobre todo me parece conmovedor el pudor, ese susurro:
Que nadie me oiga decir que no soporto amar lo que pasa, lo que se termina, lo que se pierde; y que no soporto amar de a momentos sueltos y un poco; y que no soporto amar libremente, sin poder asirme como querría a lo amado con furia feliz... Y que no soporto no amar libremente, porque querría que lo amado no muriera, ni se ajara, ni desapareciera. Que nadie me oiga llorar sobre la arena del tiempo y sobre la arena de esos amores frágiles como perentorios. Que se oiga sí, en todo caso, mi rebelión y mi desprecio, sollozado, hipante. Preferible que oigan mis conclusiones: amar lo vivo, lo que puede desaparecer, lo que puede no ser, hiere y mata. Ahora bien, morir es indeseable y ser herido por amar obligadamnente lo que no se puede asir aquí y ahora, es una ofensa a la dignidad del hombre libre y racional. Qué sentido tiene someterse a esa esclavitud y dependencia de lo que aquí y ahora me habrá de decepcionar en su contingencia e insuficiencia. Si nunca tendré bastante pues siempre querré todo. Claro. Por supuesto. Basta. No deberíamos amar. Nada. Nadie. Claro que no.

Pero: Ay... Ay de no poder no amar. Ay, la tristeza de la alegría de amar. Ay, la tristeza. Y ay la alegría. Breves, difíciles de asir, ambas, como la arena. Como los argumentos de arena que dicen que amar es una locura de la que nadie quiere curarse y una inconsistencia sin la cual nada tiene sentido y un dolor sin el cual no se puede ser feliz y una alegría sin la cual la tristeza es meramente tedio y una ausencia sin la cual no pueden hacerse presentes todas las cosas y una presencia sin la cual no existiría ninguna ausencia. Ay...