martes, 13 de junio de 2006

Apostolado

A veces los minimalistas cometen errores maximalistas. Y eso siempre produce un efecto humorístico, si es que uno tiene humor para ciertos temas. Y buen humor. Lo que tal vez ya sería mucho pedir.

Es el caso de este periodista.

Por cierto que no es el único caso de minimalismo, ni el caso más peligroso. Porque hay temas más graves -como el cristianismo, por ejemplo- en los que estas mismas categorías que estoy usando ahora no caben, aunque funcionan...

Ahora bien.

A este caballero podría habérsele ocurrido, al releer su nota, que incurrió en maximalismo al enarbolar su bandera minimalista.

Podría haber reparado en que eso de que
La ética no es generalista. Es situacionista, es compleja, no admite el juicio fácil ni el dictamen inquisitorial de tribunales que disfrazados de democráticos ocultan su autoritarismo y su pretensión elitista de decidir a quien se aprueba y a quien se desaprueba moralmente.

El dictamen ético se sustancia en la acción, no en la inmaterialidad de los mandamientos abstractos. La moral depende de innumerables variantes, se pone a prueba cada día, y a lo largo de una vida.
es un postulado con pretensiones universales, cuando menos: una ley para todos en toda circunstancia que aprueba o desaprueba con pretensión elitista a quienes obran o no éticamente (según su doctrina, claro...)

Podría haberse dado cuenta de que sin un nómos no hay ética, ni universal ni particular, ni individual siquiera. Y tal vez lo que quiso decir fue eso mismo. Y que todo nómos tiene pretensión universal, como ya había descubierto Kant, que si no es lo que quiso decir es lo que dijo en realidad.

Es cierto también que el ejemplo que parece haber movido la nota, y le permitió su tractatus brevis y esta carta apostólica urbi et orbi, tiene un regusto ideológico tan políticamente correcto que no deja de teñir el asunto con los colores del guapo de barrio que le pega a las mujeres.

Se metió en camisa de 111 varas el amigo, creo. Podría haber defendido que 'la subjetividad es la verdad', pero habría necesitado otros autores me parece. O tendría que haber entendido mejor con qué Nómos conecta la conciencia moral individual cuando toma de si misma el nómos que la guía en su acción particular.

Pero, además.

Más allá de que todo el planteo es engañoso y engañador -por lo que tiene de discurso demagógico, en especial, porque soliviantar la autonomía siempre vino teniendo rédito entre los hombres-, lo que no dice este joven es que la propia práctica periodística se concibe como la imposición -dije bien: imposición, no exposición- de un hecho, pero también, y más y peor aún, de una opinión que vale lo que un mandamiento llamado a tener el destino universal y universalizador de una ética.

Un mandamiento más sutil y perversamente tiránico que la tiranía del Decálogo de Moisés o de cualquier código de autorregulación, de cualquier código de ética periodística.

Si él no sabe lo que es la 'moral media' que se busque alguien que se lo explique. Si él no sabe cómo se llega a la media de eso que se tiene por moral, que algún periodista se lo explique... y ya que está en Clarín, que aproveche.

Estoy oyendo en este momento, y a esta altura, las voces ecuánimes y reposadas de los que preferirían que fuera suave y amigable con este buen hermano nuestro.

Bueno. Adelante. No me opongo. Si les parece, (y parafraseando a Raúl Alfonsín) si quieren, si pueden, si saben: no me digan nada a mí y anímense y vayan a explicarle lo que falta, como crean que hace falta.