lunes, 29 de mayo de 2006

Sobre la causa 'cristiana' del Anticristo (IX )

Excursus III

La nota no es ninguna maravilla, pero me parece que conviene leerla.

Lástima, eso sí, la malversación chestertónica.

Tal vez el autor de esta nota no haya reparado en la ironía con que su admirado definía expresiones como 'libertad religiosa'. Entonces, o no leyó bien a Chesterton, o prefiere olvidarlo en lo substancial -particularmente en lo referido a Europa y la fe- y lo usa como fetiche cultural, tal vez hasta para demostrar que es culto (y no entiendo por qué cuando un tipo quiere pasar por culto se tienta citando a Chesterton...)

Pero, considerando lo que escribe, no sé qué pensar. O sí, pero me lo guardo, por ahora.

En cualquier caso, estos pasajes que entresaco creo que están en directa relación con lo que venía tratando en estos últimos días, aunque insisto en que conviene leer el texto completo para ver la ilación.
El ideal de los "europeístas" consistió siempre en forjar una ciudadanía democrática y supranacional. La realidad de estas pequeñas comunidades independientes nos indica, por su parte, que los habitantes de esas comarcas buscan plasmar ciudadanías más primarias, ligadas a la lengua, la religión y el suelo. La ciudadanía supranacional fue impulsada, hasta los años finales del siglo XX, por el crecimiento económico, el Estado de bienestar y la movilidad social ascendente. ¿Qué ocurre cuando estos pilares se deterioran, la inmigración golpea a las puertas de sociedades satisfechas, las poblaciones marginales se rebelan y nadie quiere ceder sus privilegios en cuanto a la seguridad social y la estabilidad en el trabajo?

Tal pregunta demanda inquirir acerca de los hechos que acaban de sacudir a Francia e Italia. Los mismos desembocan en un empate social (Francia) y en un empate político (Italia). Ambas son sociedades ricas, aunque estancadas, que no atinan a reaccionar ante los desafíos del portentoso cambio social que se avecina. Entramos de lleno en esa terra incógnita en la cual -vuelvo a las meditaciones de Aron acerca de las desilusiones del progreso y la dialéctica de la modernidad- "el progreso del saber se manifiesta por el reconocimiento de la ignorancia y por una seguridad menor acerca del porvenir". La conclusión es obvia: las certezas no aumentan necesariamente en la medida en que aumenta la riqueza material.

Claro está que esta clase de reacciones puede tener objetivos materiales o bien trasladarse al campo de la moral religiosa. Ya hemos visto la virulencia con que un sector de la cultura islámica atacó, en pleno corazón europeo, a quienes difundían caricaturas de Mahoma. Este poder de veto está lanzando un desafío de proporciones al largo movimiento de secularización que arrancó en Occidente hace ya tres siglos. Tercera y última paradoja: habría que mirar atentamente cómo la secularización posterior a la caída del Muro de Berlín alberga en su acelerado desarrollo nuevas formas de fanatismo religioso (a no engañarse, siempre fue así). En un caso, como acabamos de ver, ese impacto proviene de culturas ajenas al tronco europeo, pero si dirigimos nuestra atención hacia Polonia, podríamos tal vez comprobar que los antiguos fantasmas de un antisemitismo vaciado en el molde de una intolerante tradición, lejos de desaparecer, parecen gozar, por ahora, de buena salud.

Estamos hablando siempre de lo mismo: hay un modo amable -que aquí viene aditado con el ingrediente de la secularización programática y bienhechora- que debe sumarse a las bondades económicas y materiales que se han alcanzado, como prueba de que hemos progresado intelectual, espiritual y religiosamente.

En qué consiste esa amabilidad -y en qué no-, de sobra lo explica el autor de esa columna, poniendo ejemplos del día y de los últimos días. Y es curiosa esa muestra de semejante vigilancia del presente, del minuto a minuto, que demanda una energía que nadie gasta si no es movido por cierta ansiosa expectativa del porvenir más o menos inmediato.

Este punto me llama la atención. El pormenor sobre lo presente puede ser un rasgo de liviandad y de frivolidad. Pero también es signo de otra cosa.

Difícil modo de ver la historia éste, sin la perspectiva del tiempo; salvo que se tenga una sensación de inminencia de tal naturaleza que exija casi el acecho de la profecía: la espera de un advenimiento, la ansiedad por el resultado de una trabajosa construcción que ha de florecer de un momento a otro, si nada empece.

Y de allí mismo podría venir esa lamentación por las rémoras, por los retrocesos, las regresiones, especialmente las intelectuales, espirituales y 'éticas' (qué bonito comodín: lo ético...), incluso trasladadas a lo político.

Una sociedad 'plural' (aprovecho a usar la palabra, porque está de oferta en estos días...) que supone un general acomodamiento más político que económico. Y, tal como se ve, más espiritual -y 'ético', claro- que político.

Sin embargo, hay algo más alrededor de la noticia y del comentario de la noticia. Algo relacionado con el cristianismo también y con cierta expectativa sobre su papel ejemplar en el logro de la tan ansiada 'armonía ética' entre 'religión y libertad'.

Un papel que parecería dar por entendido que el cristianismo -y más específicamente el catolicismo- debe proclamar explícitamente su adhesión irrestricta a los términos 'éticos' de lo que se está construyendo en el mundo.

Es verdad que podría parecer esto una forma algo tortuosa de reconocerle una primacía cultural y espiritual.

Pero.

Al mismo tiempo, y por ello mismo, es una forma de hacer bastante transparente que parte de lo que se está construyendo en el mundo exige la aquiescencia 'amable' del cristianismo.

Como si dijera, y no creo estar tensando las conclusiones, que precisamente esa aquiescencia 'amable' del cristianismo es algo así como la piedra angular de lo que se está construyendo en el mundo.

Lo que no está para nada lejos de las inquietudes de Kant, según entiendo.

* * *

Algunas citas de Gilbert K. Chesterton, podrían venir bien para cerrar este capítulo:
La primera cosa característica y sobresaliente de la nota moderna, es un cierto efecto de tolerancia que se manifiesta por la timidez. La libertad religiosa podría significar que todo el mundo está libre de discutir la religión. En la práctica, significa que casi nadie tiene permiso para mencionarla. (Autobiografía)


El círculo externo del cristianismo es una guardia de abnegaciones éticas y de sacerdotes profesionales; pero, salvando esta muralla inhumana, encontraréis la danza de los niños y el vino de los hombres; porque el cristianismo es la única armadura de las libertades paganas. En la filosofía moderna todo sucede al revés: la guardia exterior es encantadora y atractiva, y dentro, se retuerce la desesperación. (Ortodoxia)
Y hablando precisamente de esta obra y de su disgusto por el título que le había puesto, dice en su Autobiografía:
De todos modos, el único efecto interesante del título, o del libro, que yo sepa, ocurrió en las fronteras con Rusia. El censor, bajo el antiguo régimen ruso, destruyó el libro sin leerlo. Por llamarse Ortodoxia, dedujo, naturalmente, que debía ser un libro acerca de la Iglesia Griega. Y por ser un libro acerca de la Iglesia Griega, dedujo naturalmente que debía ser un ataque contra ella.

Pero conservó una virtud bastante vaga aquel título, desde mi punto de vista: era provocativo. Y es un fiel exacto de esa extraordinaria sociedad moderna, el que fuera realmente provocativo. Había empezado a descubrir que, en todo aquel sumidero de herejías inconsistentes e incompatibles, la única herejía imperdonable era la ortodoxia.