viernes, 19 de mayo de 2006

Ayuno del cielo


Un cielo que ayuna
la luz de las cosas:
ni estrellas ni luna.

Es ciega esta noche y es niebla el sendero.
Y quietas estas piedras silenciosas.

A un brumoso espejismo
hondo como un abismo,
se asoman unas huellas temerosas.

Hay como crines broncas
de potros no domados.
Los baña una luz opaca
que acaricia y los aplaca.

Serenos ya los belfos resonantes
se sacian ya y se aquietan
a sorbos lentos,
sedientos
(como yo pero de estrellas)
sedientos como yo pero de río
lento y frío.

Si una luz me mostrara todas las cosas bellas...

Y la verdad en ellas.

Con su reflejo oscuro
va una nube de lluvia atribulando
el cerro puro,
grisado de silencio de luz en esta noche
en su orfandad cumbrera...

Tan huérfano de altura,
el cerro de este rumbo en esta noche oscura.

No canto mientras ando,
canturreo.

Silbo en el humo a pino
que viene de unos fuegos que ríen y no veo
al final sin saber de este camino.

Y espero, aguardo. Ahinco con mis manos mi lodo.

Siempre espero.

Mientras el cielo ayuna. Y yo con él de todo.