sábado, 29 de abril de 2006

Nihil novum

Leí todo lo que dije el sábado pasado que iba a leer. Con esfuerzo, confieso. Y bastante poco interés.

La producción periodística acerca del Opus Dei que publicó Le Figaro, no me dijo demasiado, finalmente. Aburridas preguntas y sosas sobre cilicios y cuentas bancarias secretas, sobre el poder detrás del poder y la francmasonería. Como aburridas respuestas de catálogo sobre la interna felicidad inmarcesible y una foja de servicios intachable...

Salvo por dos o tres cosas aquí y allá que tal vez valdría la pena comentar. Pero no en relación con la nota en cuanto tal, porque, como creo que ya dije y confirmé leyendo, se trata efectivamente de una producción periodística, sea lo que fuere que cuadrare entender a tal efecto.

Pero, me detuve en una de las notas que hacen el conjunto, en la que contesta el director de comunicación, Arnaud Gency, por ejemplo.
Tous les membres s'engagent à «vivre l'esprit de l'Opus Dei», et à faire ce que le Prélat demande. Les numéraires, qui représentent entre 20 et 30% des effectifs totaux, s'engagent pour leur part à vivre le célibat apostolique, à travailler et à aller où l'Opus Dei le leur demande, ainsi qu'à demeurer disponibles pour les tâches apostoliques de l'Oeuvre ; cet engagement n'est définitif qu'au bout de 6 années et demi. Il peut être à tout moment rompu, mais cela signifie que l'intéressé rompt aussi tous liens avec l'Opus Dei.

Me pregunto si esto es así exactamente y si pasa en otras congregaciones u órdenes o institutos de este tipo, si bien es cierto que otras instituciones carecen de esta figura del numerario. Me gustaría saber cuál es el fundamento para esa medida. Porque en realidad no se me ocurre ninguno. Como no se me ocurre nada respecto de la existencia de un director de conciencia, laico, para más datos.

La respuesta a esta otra siguiente pregunta me suscitó a su vez otras:
On vous considère au mieux comme une institution «très conservatrice», au pire comme «intégriste». Et dans les deux cas, hostile à Vatican II. Que répondez-vous là-dessus? Quelles sont vos réticences -si vous en avez- à l'égard des modifications entérinées par ce concile?

C'est peu dire que nous sommes «pour» Vatican II. En fait, nous «sommes» Vatican II. Il y a même eu un pape, je ne sais plus lequel, Pie XIII peut-être? qui avait remarqué qu'Escriva était une sorte de précurseur de ce concile. Vatican II, c'est la modernité: l'importance du rôle des laïcs au service de l'Eglise, la mission universelle de l'Eglise, une nouvelle façon pour l'Eglise d'aller vers le monde sans rien renier de ce qui la fonde depuis 2000 ans. Exactement ce que nous sommes : une institution composée à 95% de laïcs, un diocèse universel, une fidélité totale à nos 2000 ans de tradition, auquel s'ajoute la liberté de conscience puisque certains de nos coopérateurs ne sont même pas catholiques. Plus modernes que nous, ça n'existe pas! Et c'est bien ce que certains nous reprochent? à commencer par les intégristes! Il suffit d'ailleurs de consulter ce qu'ils écrivent sur nous dans leurs sites internet pour s'en rendre compte. Quant à ceux qui nous qualifient d'intégristes, ils font sûrement référence à notre attachement aux 2000 ans de tradition chrétienne, ce que d'aucuns appellent «l'ordre moral». Nous sommes «une Eglise dans le Monde» mais certes pas une «nouvelle Eglise», voilà ce que les progressistes nous reprochent.

Entiendo -creo que entiendo- estas 'diferencias' entre integristas y progresistas, ese tironeo del cristianismo, como creo que entiendo la razón y la sintaxis de estas distinciones que Arnaud Gency formula aquí en favor del Opus Dei.

No entiendo sin embargo la necesidad de enfatizar Plus modernes que nous, ça n'existe pas! O eso de que Vatican II, c'est la modernité...

Puede ser una necesidad dialéctica del que responde acusaciones de tradicionalista, cuervo, ave negra, troglodita, conservador y esas cosas, y para sacarse de encima el mote de integrista (del mismo modo que tiene que sortear la excomunica de ser progresista...; claro que, por otra parte, me parece un error poner el acento en el aspecto moral, aunque pueda entender que sea un punto importante para la forma de ver la teología de la institución.)

Parece -y el que constesta lo hace parecer- que la modernidad en sí fuera algo necesario y que no hay modo de perdérsela. Y eso porque es modernidad, un valor en sí. Y otro tanto con el Vaticano II.

Como si dijera que alguien se propusiera ser lo más progresista que pueda ser siendo conservador. O a la inversa, lo más conservador que pudiera ser siendo progresista.

Términos resbaladizos y al final falsos. Existe el conservadorismo, existe el progresismo, existe el integrismo y existe el liberalismo, existe el tradicionalismo y existe el 'moderadurismo' (acabo de inventar la palabra, no discuto su fealdad, pero como designa una cosa bastante fea...)

Ahora bien, existe el cristianismo también. Es decir, distinto de aquellas otras cosas. Radicalmente distinto. Otra cosa.

Se es tan conservador o progresista, tan tradicionalista o liberal, como el cristianismo se lo permita a uno. O como el cristianismo se lo exija a uno. Y punto. Cosa difícil, claro. Pero más difícil aún porque eso no depende tanto de lo que quiere decir modernidad o tradicionalismo (siempre llenos ambos de quisquillosos codicilos), sino de lo que quiere decir cristiansimo.

Lo cual me lleva al autoreportaje del arzobispo Carlo Martini.

¿Quiere saber el director de comunicación del Opus Dei-Francia quién viene ganando la punta en aquello de Plus modernes que nous, ça n'existe pas!?

Pues: Carlo Martini, muchacho. Y eso termina pasando así porque ser moderno no sirve como medida. Es radicalmente movedizo. Siempre habrá uno adelante. Y si la lógica es seguir a la modernidad (aunque fuere que sólo lo afirmo dialécticamente para que no me digan integrista), habrá que seguir al más moderno. Y guarda, amigos, porque no necesariamente el más moderno puede resultar el más cristiano. Y me da vergüenza decir algo tan obvio como su opuesto de que no necesariamente el más conservador resulta el más cristiano.

Hay un equívoco curioso en el que incurren tanto el vocero del Opus Dei como Martini respecto de la permanente actualidad del cristianismo. Solamente forzando las palabras resulta actualidad y modernidad la misma cosa. Y no por prurito de exégeta minucioso. Si tengo que resignar lo que las palabras significan y lo que significan aquí y ahora y dichas por quién..., entonces, mejor apago y nos vamos.

Por donde llego a la conclusión de que nihil novum sub sole.

Y para pensar en el sacerdocio, que era de lo que venía hablando, tendré que rumbear para otros lares.