martes, 25 de abril de 2006

Manos de barro



La tierra amasa las manos
y las manos a la tierra.

De la sierra o de unos páramos
a un llano voy o a una selva
y veo arder como palmos
de nubes gualdas y añejas
entre un cielo arrebolado
y ese campo ya cereza,
de tan rojo tan dorado,
tan de color de una fiesta,
antes de volverse campo
azul de tantas estrellas.

La tierra amasa las manos
y las manos a la tierra.

Ahíto voy por el alto
rumor de flores y abejas,
que mañana habrán un canto
pero que hoy son promesa
y me digo, mientras ando,
con voz que retumba hueca:
la tierra amasa tus manos
y tus manos a la tierra.

Y mientras arrastro el paso
por esa angosta vereda,
me digo que soy, acaso,
vasija y mano alfarera,
me digo que soy el barro
y la mano que moldea.

Y el sendero, que era largo,
y la noche, que era eterna,
con apenas ese salmo,
con esas voces apenas,
no hieren más y son bálsamo
que alivia, cura y sosiega.

Yo no sé por cuál encanto
decir que soy mano y tierra
como que soy tierra y mano,
barro sin luz, mano yerta,
y, al mismo tiempo, y ajado,
mano viva y barro en vela,
se vuelve paz y descanso
y luz contra toda pena.