lunes, 27 de marzo de 2006

Templanza

En la Segunda Parte de la Segunda Parte de la Suma Teológica, la II-IIa., santo Tomás habla de las virtudes (y de sus vicios opuestos). Tanto de las virtudes teologales, como de las naturales.

Llevado por uno y otro asunto en estos días, fui a dar a la cuestión 142 que trata acerca de los vicios opuestos a la templanza.

Allí trata tanto de la insensibilidad como de la intemperancia (con el agregado de una finísima y provechosa comparación entre ésta y la timidez.)

No tiene desperdicio, me parece. No solamente por la doctrina misma. Sino, además, por la sorprendente cantidad de asuntos -muchos actuales en más de un sentido- que la cuestión, tan breve, contiene.

Por ejemplo, y al pasar, ¿cuál es el vicio más propio de nuestros tiempos, la insensibilidad o la intemperancia?

Otro asunto, ampliando el espectro a todas las virtudes y vicios alrededor de la templanza: el tratamiento de la cuestión pone de relieve algo que el propio santo Tomás sostiene en otras partes con respecto a la propia templanza: no es la virtud más importante, no produce el bien por sí (como pasa con la justicia, la prudencia o las virtudes teologales), pero sí dispone al ejercicio de otras virtudes, es cauce de otras más importantes y excelentes absolutamente hablando. Así como la lujuria, por ejemplo y en el mismo sentido, impide que la realización del bien tenga precisamente cauce, energía, velocidad y cadencia, arruinando virtudes más excelentes en sí que la templanza.

Y más todavía: la relación de la templanza con la belleza en el hombre, entendida como la entiende en el artículo 4 de esa cuestión 142; o como la propone más impresionantemente aún en un texto de san Ambrosio que trae como primera objeción en el artículo 2 de la II-II, cuestión 155 (tratando la virtud de la continencia): "... podría considerarse que se da la belleza general cuando el continente, regulando todos sus actos, contribuye a la belleza y honestidad universal."

No voy a decir nada inédito si digo que la trabazón óntica, metafísca, de la moral en santo Tomás es de una potencia que me supera largamente. Y que tengamos a mano semejante potencia y la tengamos dormida y arrumbada, es algo que me deja completamente perplejo.