lunes, 6 de marzo de 2006

Por la dolencia y por la sierra arriba...

Iba a llevarlo al viaje. Pero al final no lo hice, aunque no sabía entonces que iba a rodar y viajar y maldormir de noche y andar y caminar de día, durante los días de esta vuelta surera.

Cuando llegué, a la vuelta, entre las primeras cosas estuvo buscarlo y desamordazarlo y regresarlo.

Y habló y dijo esto.
El silbo del mal de ausencia

Pedro te llamas, Pedro, pena mía.
Pedro me llamo, y ¡ojalá lo fuera!:
¡ay, piedra del barranco y la ladera
de esta joven y vieja serranía
siempre pasada y siempre venidera!

No sería esta llaga
sin curación, amor, sin ti, posible,
que reconcome el corazón y estraga,
cuanto más contemplada más terrible.

Todo lo puede un fuego propagado.
Dolido voy de zaga
del aire y el ganado,
con el alicamiento de la aulaga
y con la delgadez de mi cayado.

Más triste que un cordero degollado
de la dolencia voy a la dolencia,
por la dolencia y por la sierra arriba.
¡Ay, cuánta soledad sin la presencia
de tu compaña, nieve decisiva!
¡Ay, cuánta lana y cuánto pastoreo!

Con una sencillez sin competencia
sabe el Señor que sufro, como meo,
este tenaz deseo
de ver la paz serrana de tu frente,
cuya serenidad no hay quien discuta,
pero sí quien evita tercamente:
la ausencia, esa hi de puta.

Voy por la luz hirsuta
sobre el imán del precipicio esbelto,
y suicido suspiros y pesares
limitado y envuelto
por los altos silencios ejemplares.
Me asaltan a millares
el cardo fósil y el espino denso;
y espino soy que embiste
y cardo que ardo solo si te pienso.

Bien por ti, Miguel Hernández. Bien por tus Silbos.

* * *


Recién ahí me di cuenta de que el viaje -este viaje, esta parte del viaje- había terminado. Y hasta que no lo leí, no terminó del todo, me parece ahora.

No sé si habré hecho bien en no llevarlo. Porque me habría bonitamente acompañado por el campo y por la sierra, este pastor de campos y de sierras, que él es y yo no. Tal vez me habría ayudado a ver cosas que se me pasaron o que miré y no vi. En aquellas tierras de ausencia, en esa tierra de altos silencios ejemplares.

Es bueno el verso
...la ausencia, esa hi de puta.
Pero.

No sé.

No siempre.

La ausencia, Miguel, es tanto desdicha como promesa.

Las cosas que faltan, Miguel, al fin de cuentas, si son malas no faltan, porque no deberían existir. Y si son buenas, Miguel, tampoco faltan. Apenas se demoran.

Por eso mismo, Miguel, por lo de la sierra arriba, a pesar de la dolencia, y también por la dolencia:
Más triste que un cordero degollado
de la dolencia voy a la dolencia,
por la dolencia y por la sierra arriba.

Y así en todas las cosas, Miguel, en toda cosa.

Desde la patria al corazón, Miguel...
...por la dolencia y por la sierra arriba.


Ánimo, Miguel, que vas de vuelo...