martes, 7 de marzo de 2006

Ojinegra la oliva en tu mirada

Primero una décima de nuestro poeta anual.

Una viñeta como las que suele pintar (tiene muchas, frescas, hasta humorísticas) con estas estrofas algo barrocas, pero del barroco que pinta también con raro lujo las cosas sencillas (no todo Góngora está en las Soledades, después de todo...)

Tiene varias pinturas así, como de acuarelas. En este caso, dedicada a la horca que sostiene la vid cargada de frutos, promesas de mosto que el fiel espera.
Horca - de vid

Ya la vid no puede más
con tanto lujo sabroso;
¡qué rebién! resolverás
su cansancio, horca, en reposo.
Tomas el pulso a su acoso
de inflamación moscatel:
impides que tanta miel
reo de su peso sea,
y le ayudas, cirinea,
a llevar su estado al fiel.

Hay formas y formas de leer esto. Y la sugerencia 'crística' -por más humoroso que sea el trazo-, no es para nada desdeñable. Tal vez se va muy ancho uno por esa exégesis. No sé. Pero imposible no es. Y baldío tampoco. Haga usted la prueba, y después me dice.

* * *

Barroquizando más, uno encuentra este soneto moldeado con cuidado, enjoyado. Queda, para los coleccionistas, acopiar más palabras compuestas. Y queda, para los inquisitivos, una decisión algo barroca también por lo bifronte y claroscura y ambivalente.
Pena - bienhallada

Ojinegra la oliva en tu mirada,
boquitierna la tórtola en tu risa,
en tu amor pechiabierta la granada,
barbioscura en tu frente nieve y brisa.

Rostriazul el clavel sobre tu vena,
malherido el jazmín desde tu planta,
cejijunta en tu cara la azucena,
dulciamarga la voz en tu garganta.

Boquitierna, ojinegra, pechiabierta,
rostriazul, barbioscura, malherida,
cejijunta te quiero y dulceamarga.

Semiciego por ti llego a tu puerta,
boquiabierta la llaga de mi vida,
y agriendulzo la pena que la embarga.


Y sí.

Bifronte. Y tal vez haya que decidirse.

Porque, en el último terceto, la pena, ¿embarga a tu puerta o a la llaga de mi vida?

No es lo mismo, ¿no es verdad?

Y cuento, por supuesto, con que hay tanto de agrio como de dulce en la acción, sea cual fuere el caso, como para que nadie gloriándose de lo dulce omita lo agrio u, omitiendo lo dulce, cargue sólo con lo agrio.

Pero veamos.

Porque una cosa es agriendulzar la pena que embarga tu puerta: y casi triste cosa es, creo, porque ya tiene bastante la puerta con la pena como para ir a agriendulzarla; triste sí, aunque en algo disculpable acaso, si es que de verdad llego semiciego por ti.

Y otra cosa, en cambio, tal vez fatal y necesaria, ya que se exhibe boquiabierta la llaga de mi vida, es agriendulzar la pena que embarga mi llaga. Que eso ya corre a mi cargo, en lo dulce como en lo agrio, como en lo agridulce. Que eso ya es cosa mía, digamos.

* * *

Un parteaguas, me parece.

Y si es así, y creo que es, allí se miden los que aman.

De modo que, verá usted, buen amigo, estimada amiga, qué cosa anda agriendulzando cuando le toque en suerte esa parada.

Y cómo le va en ese empeño.