miércoles, 23 de noviembre de 2005

El trato

No deja de sorprenderme.

Retorno a Brideshead
de Evelyn Waugh es una de ésas: una novela de culto personal. Otra de ésas en las que uno encuentra cosas que no ve -no que no estén- en otras.

Como si dijéramos, emulando a Borges, que es un libro escrito para que yo lo entienda. Aunque sé de otros a los que les pasa algo parecido.

El asunto es que recordé que el final de Brideshead es una despedida, también.

Charles Ryder y Julia Flyte, tras la muerte del padre de ella, se ven a escondidas después del velorio para encontrarse "como dos jóvenes amantes".

Amantes, son. Desde aquella fantástica tormenta en medio del Atlántico. Vidas de náufragos las de ambos, en medio de dos matrimonios escorados.
Julia dijo:
-Aquí, en la sombra, en un rincón bajo las escaleras, un minuto para decirnos adiós.
-Tanto tiempo para decir tan poco....
-¿Lo sabías?
-Desde esta mañana; desde antes de esta mañana. Durante todo este año.
-Yo no lo supe hasta hoy. Amor mío, si fueras capaz de entenderlo... Entonces soportaría nuestra separación, o la soportaría mejor. Debería decir que se me está destrozando el corazón, si creyera en los corazones rotos. No puedo casarme contigo, Charles. No puedo estar contigo nunca más.
-Lo sé.
-¿Cómo es posible que lo sepas?
-¿Qué harás?
-Seguir sola, simplemente. ¿Cómo puedo saber lo que voy a hacer? Tú me conoces totalmente. sabes que no estoy hecha para una vida de luto. Siempre he sido mala. Es probable que vuelva a ser mala, y volveré a ser castigada. Pero cuando peor soy, más necesito a Dios. No puedo estar fuera del alcance de su misericordia. Eso es lo que significaría empezar una vida contigo: sin Él. Lo único que puedo desear es ver un paso más adelante. Pero hoy me di cuenta de que hay una cosa imperdonable, como las cosas de mi infancia, tan malas que sólo mamá podía arreglarlas, la cosa mala que estaba a punto de hacer, pero no acabo de ser lo bastante malvada para hacerla: situar a un rival a la altura de Dios. ¿Por qué se me permite a mí entender esto y a ti no, Charles? Quizá sea a causa de mamá, de Nanny, Cordelia, Sebastian, quizá Bridey y la señora Muspratt, que siempre me han tenido presente en sus oraciones; o quizá sea un trato privado entre Dios y yo: si sacrifico lo único que quiero de veras, por mala que sea no me abandonará totalmente al final.
Ahora los dos estaremos solos, y no tendré ninguna posibilidad de hacértelo comprender.
-No quiero hacerte las cosas fáciles. Espero que se te destroce el corazón; pero lo entiendo, sí, lo entiendo.

Lo cierto es que fue verdad que Charles lo entendió. E hizo bastante más que entenderlo al final.

Pero lo que me resulta curiosamente coincidente en más de un sentido es otra cosa, presente en esta despedida.

Porque también es verdad que ese trato privado entre Dios y Julia -aquello tan singular de sacrificar lo único que se quiere de veras a cambio del Cielo- es algo que, precisamente en la despedida, y aunque no por las mismas razones, Frodo Bolsón también pudo haber dicho y haber hecho.

Y de hecho así lo dijo y lo hizo.