sábado, 5 de noviembre de 2005

¿Arde París?

Hablemos un poco de política.

Sin ánimo de ofender y me van a tener que disculpar la arbitrariedad.

Enójense los que quisieren: Mar del Plata es una ciudad que no me gusta. Para nada. Y no entiendo que a alguien le pueda gustar.

No falta el panegirista marketinero que habla de que hay sierra, mar y bosques. A ése ni le contesto.

Tampoco falta, sin embargo, el minimalista que me dice que hay un bosquecillo allá, y un caminito acullá, una flor que crece en un jardín acá, un acantilado en esta parte y un roble, un sauce o un liquidambar por el otro lado. Que este barquito en el puerto, o que los tanos de acá y los gaitas de allá, que este barcito, que la cerveza Antares, y que la librería Chesterton.

Pamplinas, bobadas.

Eso no es una ciudad. Esas son cosas, más o menos eternas, más o menos universales.

Conozco un barcito-parrilla en la Av. Patria, en Zapopan, Jalisco, que hace unas carnitas y un queso con chorizo de gloria y que nunca te mezquina el tequilita. Y entonces yo tendría que decir: "qué maravillosa es América Latina..." No sea ganso, quiere. No es serio. Hay uno de esos barcitos a la vuelta del Pireo y otro almacén igual al pie de un fiordo finlandés y el Transiberiano te deja a una cuadra de otro en Manchuria y hasta en una callecita de Samarkanda hay una cervecería alemana de un nazi refugiado de la guerra que terminó en el maoísmo y que te regala el chucrut si pedís dos picheles y que para qué te cuento las frankfurter...

Basta de romanticismos de catálogo.

Lo que no me gusta es el 'concepto' de la ciudad de Mar del Plata, porque, por lo pronto y para empezar, no me gustan las ciudades de bañador, los balnearios y esas cosas. Una ciudad no tiene que fundarse alrededor de un salvavidas y de un traje de baño. Las ciudades son otra cosa y tienen que salir de otra cosa. Nadie debería fundar una ciudad para ir a bañarse, y no me vengan con los ríos sagrados de la India y las piletas del Tibet. Dios puede hacer profetizar a una burra y hablar a las piedras. Pero no es el caso, que yo sepa. Que a Mar del Plata nadie -y dije 'nadie'- va a lavar nada importante, salvo que lave dinero y eso, aunque feo y malo, no es importante.

Porque me parece que si una ciudad deviene del ocio de unos petimetres y unas petimetras que quieren salpicarse las borlas de sus sombrillas con la nívea espuma, todo lo que venga después tendrá eso en su raíz y les aseguro que se va a notar. Porque eso es trivial y tilingo. Eso es una enfermedad del alma. Y es, a mayor abundamiento, la negación de hecho de la vera sociabilidad natural del hombre.

Pero no me gusta tampoco la piedra marplatense, no me gustan los negocios de sweaters y de ropa, no me gustan los deformes lobos marinos de piedra, no me gustan las fábricas de alfajores ni los carteles de Havanna y de Postre Balcarce, ni me gustan las playas del centro y no me gustan las playas de las afueras, no me gusta el histórico golf club, no me gusta la casa de Victoria Ocampo, no me gustan los socialistas marplatenses ni los conservadores marplatenses, no me gusta el barrio Los Troncos, ni Punta Mogotes, no me gustan las ferias hippies de Luro, ni la peatonal San Martín y las casas de jueguitos electrónicos y los predicadores de la fe Ba'hai, no me gustan ni Montecatini ni las fritangas de comer barato para playeros gasoleros, no me gustan los edificios insolentes mirando al mar, no me gusta Manantiales, ni los spa, ni el Sheraton. No me gusta el Casino, no me gusta el Hotel Provincial, ni el Hermitage, ni la rambla.

Y no sigo, que me acuerdo de más cosas y me da pena y fastidio.

Si uno quiere mar, vaya al mar y meta las patitas en el mar y entiérrese en la arena fresca. ¿Desde cuándo el mar no es de Neptuno y las vacaciones de mar no son de mar sin clericó y cornalitos fritos? ¿Quiere sardinitas a la calabresa? Pues cómalas sin panegíricos de agencia de turismo y ya. ¿Quiere bosque? Pues, zambúllase en la foresta y no moleste. ¿Le hace cosquillas la Sierra y las quintas y las chacras? Lo entiendo. ¿Y? ¿Le gusta ver llegar los barcos a la tardecita y le gustan las procesiones del Círculo Calabrés con su Madonna? Pero, por supuesto..., hay que tener el corazón de telgopor para que no te guste...

Pero, ¿por qué me tengo que llevar también Mar del Plata si quiero comer un alfajor, o hacerme una brótola en chupín, o si quiero recoger bellotas o echarme a dormir la siesta en la arena?

Les regalo Mar del Plata. Y, de lo demás, me llevo lo que me valga la pena.

Porque, al final y después de todo, si uno elige semejante ciudad para hacer algo que considera importante, créanme: le va a salir como le va a salir: mal.

Va a creer que está haciendo algo y dudo mucho de que esté haciendo algo. Va a parecer que está haciendo algo. Nada más. Y aun eso, saldrá chueco y rengo.

Hasta pienso si no será que cuando uno elige Mar del Plata para hacer algo que considera importante, no está mostrando ya la hilacha. Y creo que sí.

Le puede a uno pasar cualquier cosa en cualquier parte. De acuerdo.

Y aún podrían pasarle a uno cosas peores, pero no hay que quejarse -si uno elige Mar del Plata- de que las cosas salgan como le salen.

Prodría pasarle esto mismo a uno en otras partes, claro. De hecho pasa y tanto...

Pero, allí, en Mar del Plata, por ejemplo seguro que podría a uno pasarle que en un solo día, apenas en un ratito, tuviera que verle la cara a Bush (y por el mismo precio, oírlo...), y a Lula, y al crudo Kirchner (y a la vaporeada Cristina), y a Bonasso, y a Pérez Esquivel, y a los imperialistas bolivarianos y a los piqueteros quebrachudos. Y esto por decir algo.

Porque podría uno tener que ver un acto político de Maradona y hasta oír un discurso político de Maradona, o una arenga de Lazarito el cubano, o recibir un consejito geoestratégico de Condoleeza Rice (en voz muy baja y amenazante), o una impúdica e insolvente maratón diarreica de Hugo Chávez(por más que -acompañando- cante enrevolucionado a nuevo, el 'compañero' Silvio Rodríguez...)

Hay sesudos analistas para todas estas cosas. ¿Qué me voy a meter yo a sacarle más jugo del que ya le sacan los cagatintas y lenguaraces?

Creerá Chávez que tiene razón cuando dice "al ca...rajo con el Alca".

Bien. No lo discuto y hasta estoy dispuesto a entonar semejante 'genialidad' caribeña, por mis propios motivos que no tienen una sola gota de petróleo venezolano en las venas.

Pero no seamos tímidos: "al carajo Chávez", también, y su Simón Bolívar (que ya me está pudriendo un poquito y bastante más que un poquito esa salsa de merengue y mambo latinoamericano y bolivariano...). Y "al carajo Bush" y sus Spurs. Y el estadio mundialista de la Contracumbre de la 'izquierda dura' (¿?) y la Cumbre sin estadio (y de los centristas de destrosinistra) y la avenida Colón y los que destrozan la avenida Colón y los que fueron a destrozar la avenida Colón y los que esperan que se vayan los que destrozaron la avenida Colón, para seguir vendiendo sweaters, alfajores y fichas del casino...

Al carajo todos, vamos, no seamos mezquinos.

Y todo esto, al final, digo yo (los politólogos y analistas digan su parte, no me opongo, pero no me importa), porque Mar del Plata es Mar del Plata.