martes, 27 de septiembre de 2005

Pensa'murí

Cuando era chico, desde siempre, desde que recuerdo, oía a mi madre que solía repetir una frase que para mí era enigmática. Grave, honda, misteriosa. Parecía la frase de un dios.

Todavía hoy la dice, aunque tal vez la edad le haya dado al tono con que la repite, una gravedad que antes no tenía. Propia, más que ancestral.

Nunca supe exactamente el origen de la frase. Ni siquiera estoy seguro -todavía hoy- de saber exactamente la carga que lleva.

El dicho era de su abuela, según creo, una italiana del sur con raíces en Sicilia y después en Calabria y San Severino Lucano.

Como es tradición oral -y dialecto- mejor transcribo casi la fonética.

Pensa'murí.

La usaba, aunque nunca de más, nunca demasiado. Era módica, económica. Y nunca en voz fuerte, nunca haciéndola valer; entredientes, casi, dejándola valerse por si misma. Como si fuera una receta magistral, una pócima secreta, de poder seguro, aunque insospechado. La aplicación del dictum era indefinida. Creo saber que siempre la asociaba a un comentario relacionado con la muerte, la desgracia, el dolor. Algo que en un lenguaje más ligero y menos serio habría que llamar pesimista o, lo que es peor, depresivo, deprimido.

Si alguien decía una frase terrible, honda, oscura: ah, pensa'murí...

Y nada más. Sólo eso.

Si acaso el desconsuelo, la fatiga del espíritu, la desdicha, el desengaño atroz: ah, pensa'murí...

Y sólo eso. Nada más.

Tal vez era la cerrazón, el horizonte sin salida aparente, la fatalidad, el fatum ciego, la aporía, el destino cruel, el arrancón en los afectos, en el amor, en la amistad, la desleatad: ah, pensa'murí...

Nada más y sólo eso.

Nunca era un reproche, no era una moraleja o una reconvención. Tenía el sonido y el sabor rotundo de un hecho. Era un auténtico dictum. Casi fatal, debería decir por el recuerdo que me queda.

Pero, sin embargo, siempre sonaba tan terrible como 'solar'. No era algo que ella quisiera para otro, ni algo que quisiera acaso evitar.

Era, tal vez, una 'visión', más bien. Una intuitiva visión del espíritu que mira al espíritu. Unos ojos, entornados y atentos, casi sonrientes, entrando por otros ojos y diciendo con misericordia: ah, pensa'murí...

La sola mención de la muerte era espeluznante y sin embargo parecía detener la caída libre del alma, parecía derretir la tibieza insana de la tristeza o el desconsuelo, de la desesperación.

No tenía el sonido chocante y altanero del optimismo, con ese algo de insubstancial que siempre tiene. Casi diría que la frase y su acento obraban por paradoja: cuanto más terrible y amenazante sonara, más serenidad destilaba, más calma, más luz, más paz.

Entonces era irónica también, en un sentido dulce y manso de la ironía. La ironía como una caricia, como un abrazo, como una palmada lenta sobre un hombro abatido.

Porque, además, estaba el tono. El acento dialectal, sureño, opaco y fatal, pero milenario y experto, sabio. Alegre, en suma.

La frase era alegre, al fin de cuentas. Y las más de las veces, que yo recuerde, daba alguna felicidad, algún consuelo fuerte. Hacía la alegría. O frenaba verdaderamente la caída del alma en la grisidad y el vacío.

Era más parecida al brazo que acompaña hasta la salida al desconsolado y obscuro, que el empujón que pretende animar arrebatadamente al abatido. Porque tenía una extraña y remota gentileza, en su misma dureza.

Pensa'murí...

Una traducción posible, más allá de la literal -sin la magia que roban las traducciones, claro- sería más o menos obvia:
Ah, sí, claro, piensas en morir, buscas la muerte, juegas con ella, saboreas la idea, claro...; pues, ya verás...; adelántate, apúrate, ve; quieres salirle al encuentro, apurar el trago, claro...piensas en morir, sí... ya verás; ¿esta vida no es lo suficientemente buena, verdad? ¿y piensas en morir, no?, ¿quieres morir, verdad?; pues, claro... piensas en morir, en salir, en huir, en dejar, en ya no sufrir, no tener que sufrir; piensas en no tener que pensar en que tendrás todavía algo que sufrir, que tendrás que sufrir 'esto' o aquello'; claro, sí...piensas en morir...sí, yo entiendo, claro, sigue pensando en morir...; sí, ya verás...; no te apures tanto, al fin de cuentas; no te apures, ya morirás, sí..., un día será cierto, un día morirás...

* * *

De tanto en tanto, en estos tiempos, muchas son las cosas que me traen esa frase a la mente, muchas cosas me la hacen poner por delante. Me obligan a no olvidarla. Hay tantas ocasiones. Hay tanto desconsuelo, tanto temor, tanta grisidad. Tanto sufrimiento en tantos, tanta angustia, congoja, desdicha. Tantas ocasiones de hundimiento, de obscuridad, de tropiezos que parecen infinitos. En la vida del cosmos y en la vida bajo el cielo, en esta tierra de sombras, en este valle de lágrimas. En los ojos, en la media sonrisa de muchos. En el corazón abatido, mecánico. Tantas miradas perdidas. Tantas vidas desastradas. Tanto vacío, tanta desazón, ansiedad, sed. Tanta necesidad sin ley, tanto deseo sin consuelo, tanta frustración. Tanta risa suicida. Tanta alegría lagrimeante y sangrante. Tantas ganas de apurar el trago de este mundo. Y pasar a nada o a otro, que para muchos es lo mismo. Tanto esperar sin puerto, tanto mar sin costa. Fatigas, cansancios. Y tantas más cosas. Entonces, claro, un paladeo, un saboreo de anestesia, algo que quite el dolor y la espera, la incertidumbre, el paso, el trago, una nada de horas y días y años. Algo a cualquier lugar, a ningún lado, siquiera. Algo. Lo que sea.

Sí, claro.

Pensa'murí...

* * *

En realidad, apenas si sé decirla como mi madre la decía. No sólo por el tono cantado, alegremente áspero. Sino porque ella seguramente sabe cosas que ignoro. Cuando ella la decía -cuando la dice-, a mí me parece siempre que estalla la vida alegre, otra vez: una campana, viril y suave, sonora, fuerte y mansa. Me parece un emblema de la esperanza, de la ecuanimidad. Tal vea sea ella y no la frase. Aunque yo creo -y con alguna certeza creo- que es la frase, más que otra cosa.

Pero la digo, igual. O la pienso, más bien. O pienso decirla. Pienso que la digo.

Y me la digo, también. ¿Por qué no? ¿Cómo que no?

Claro que sí.