Digo la otra primavera. Porque hay otra. La que en el otro hemisferio alumbró la Resurrección, por ejemplo.
América
Un silencio de ángeles corría
por las provincias de la Primavera.
Era toda la sal hecha ribera
y el misterio hecho todo especiería.
Alta la mar recóndita y sombría,
plena la luz como la luz primera,
iba sonando a gracia delantera
-¡Salve Regina!- la marinería.
Ya la tierra era tierra. Ya el morado
estandarte escribía sobre el cielo
su león y su castillo y su cuidado.
Su viento era su viento. Y en la altura
-¡Salve Regina!- al aire de su vuelo
reinaba Dios en Padre y creatura.
Ignacio Braulio Anzoátegui