El mar
Te surcarán apenas las manos como quilla;
como remos de plata abrirán esas verdes
entrañas de tu entraña, remontando tu fuerza
desde el este al oeste y desde el norte al sur:
Serás surcado sólo por el aire, y la nave
-que el corazón empuja sobre tu piel de luna-
abrirá por tus venas una estela de brisas
y parirás tormentas, tú, madre de los vientos...
Y seré el navegante de tus olas de nadie,
seré quien te gobierne, y seré quien se rinda
para que tú sometas a aquel que te ha domado.
Y un día, sobre rocas, frías de ti, en la altura
de una costa sin nombre, un corazón de arena
sabrá que de surcarte ahora es playa en silencio.