lunes, 29 de agosto de 2005

Stiglitz


La era actual es evidentemente la era del disparate; los niños suministran los disparates más juiciosos y los adultos, los más necios. Llamamos al siglo XVIII el siglo de la Razón, y supongo que no hay duda de que el siglo XX es el siglo de la Insensatez...

Porque vivimos en lo que parece un mundo en el que se marchitan los huertos porque prosperan y en el que la abundancia de manzanas en un solo manzano las convierte en fruta prohibida y hace que el esfuerzo para su consumo sea infructuoso en todos los sentidos. Ésta es la moderna paradoja de la economía, llamada exceso de producción o saturación del mercado...

(...)

Y puesto que el precio es una cosa disparatada e incalculable mientras que el valor es algo intrínseco e indestructible, nos han arrastrado a una sociedad que ya no es sólida sino inestable, tan insondable como el mar y tan traicionera como las arenas movedizas. Ya no queda espacio para discutir detenidamente si la podríamos volver a construir sobre una filosofía de valores sociales, de lo que estoy seguro es de que es imposible edificar algo sólido sobre otra filosofía absolutamente irracional del comprar y vender a ciegas, de forzar a la gente a comprar lo que no necesita, de fabricar objetos sin calidad para que la gente los rompa y se imagine que los necesita de nuevo, de mantener la basura en rápida circulación como una tormenta de arena en el desierto; y que pretende que está enseñando al hombre a tener esperanzas, porque no le deja un momento de lucidez en el que desesperarse.

No, es verdad. No es Joseph Stiglitz.

Es Chesterton en Reflexiones sobre una manzana podrida, un artículo que recopiló en The Well and the Shallows (que se ha traducido como La Sima -o la Hondura- y los Bajíos) y que apareció en septiembre de 1935.

Estos textos los trae Joseph Pearce y los comenta:
Estas son las palabras de un hombre completamente desilusionado con la filosofía y la economía de su tiempo. Era un exiliado que se encontraba fuera de lugar en una atmósfera intelectual de escepticismo tan "traicionera como las arenas movedizas".

Contemplaba como si fuera un extraño "la tormenta de arena del desierto" desde las aguas tranquilas que fluían en el interior de su fe y de su propia filosofía: "Nosotros los católicos -escribió en otro de los ensayos de The Well and the Shallows- debemos darnos cuenta de que en la actualidad estamos viviendo en tierras paganas y de que los bárbaros que nos rodean no saben lo que hacen".

Y no dice Pearce nada más.

Tengo alguna que otra cosa que decir respecto de lo que dice Chesterton, y alguna que otra sobre el comentario de Pearce.

Pero, para eso, tendría que traer algún texto más y ya se haría muy largo.

Así que, mejor y entretanto, mastiquemos un poco estos asuntos.


(ACA VA TEXTO OCULTO!)