martes, 16 de agosto de 2005

Alejandra Feodorovna

En 1976, el Padre Castellani publicó, en las Ediciones Penca, de Buenos Aires, un homenaje a su amigo y compañero de colegio, Horacio Caillet Bois ("Una gloria santafesina", dice el título).
En 1915 conocí a Horacio en el Colegio Inmaculada, de Santa Fe, por su primer triunfo de poeta, quizá el mayor de todos (las 25 estrofas de "Nostalgias imperiales", un homenaje en sextetos alejandrinos a Napoleón Bonaparte, leído junto con otras dos composiciones de otros tantos jóvenes estudiantes, tras la representación de Verdugo y Víctima, obra del siempre mentado Padre Juan Marzal, promotor literario del colegio y organizador de aquel homenaje).

Él estaba en Cuarto y yo en Tercer año, él era "externo" y yo "pupilo". Todo el Colegio lo conocía como "delantero" del equipo 5º, gambeteador insigne, flexible e invencible. Pero nadie sospechaba al poeta, que apareció de golpe. El mismo Padre Marzal que lo produjo, estaba asombrado.
Un personaje extraño para la literatura fue Caillet Bois. También cuenta Castellani dos "persecuciones" fieras que llevaron contra él.

Como algunos pocos otros, empezó triunfando en verso muy temprano, a los 16, para 'callarse' a los 23. Como Enrique Banchs o como Arthur Rimbaud pero distinto, dice Castellani.

Dice también que es un eximio poeta y el mejor poeta de su tiempo. En realidad, no puedo decir que su pluma sea de mi gusto y tal vez en otro momento explicaré por qué.

Lo cierto es que leyendo la segunda parte de la Vida y Obra, me di con una verdadera rareza: en Poemas, el primero de los tres libros que publicó, hay unos Poemas Exóticos, que son siete Elegías y una Antífona final, dedicadas a los miembros de la familia imperial de Rusia, ejecutados por aquellos años tras la Revolución de Octubre del '17.

Me imagino que los textos son del mismo año, 1918, aunque no se dice.

La segunda Elegía es la que más me gustó.
A Alejandra Feodorovna
(Zarina de Rusia, Virgen fuerte de las Escrituras)

Tu leyenda fue triste, como aquéllas
de las nórdicas sabanas de plata
donde hay castillos de encantadas huellas.

Allí mi espejo iluso se retrata,
en un país de torres seculares
cuyo hechizo de ensueño se desata

para que partas hacia regios lares
sin la luna invernal de tus baladas
ni el joyante cendal de tus pinares...

Llegaban a tu alcoba las celadas
del monástico claustro de la corte,
y el grito precursor de las manadas

desde los hondos páramos del norte,
mientras un monje, como un lobo hambriento,
acechaba tu armiño de consorte.

Ni el íntimo dolor de tu tormento
logró embotar las garras del felino (*),
ni tu sexo inspiró remordimiento.

Y en el supremo trance del destino
-lirio orgulloso de su propia albura-
bebiste todo el cáliz que te advino

sin abdicar tu sacra investidura,
y así diste a vasallos y enemigos
la lección de tu inmensa dsventura.

De tu pueblo de esclavos y mendigos
sacerdotisa y reina a un tiempo eras,
y en medio de tus mágicos abrigos,

bajo cetros y púrpuras y esferas,
ilustraba tu efigie de santuario
una luz de antiquísimas vidrieras.

Allí, bajo nubes de incensario,
y el doble cortinaje de blandones
cubro en lirios de plata tu sudario,

Princesa de ortodoxas religiones.


(*) Simple ignorancia de mi parte. Pero no sé cuál es el 'felino'. El 'lobo', no es, seguro.