lunes, 25 de julio de 2005

Santiago

Que no termine el día sin la memoria de uno de los Hijos del Trueno.

Extraño sabor tendrán seguramente para nuestra piedad, estas Letanías a San Santiago, el Mayor.

ver

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

Dios, Padre Celestial. Ten misericordia de nosotros.
Dios, Hijo Redentor del mundo. Ten misericordia de nosotros.
Dios, Espíritu Santo. Ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios. Ten misericordia de nosotros.

Santa María Ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios. Ruega por nosotros.
Santa Virgen de las vírgenes. Ruega por nosotros.

San Santiago, Apóstol de Jesucristo. Ruega por nosotros.
San Santiago, hijo de Zebedeo.
San Santiago, nacido de María Salomé.
San Santiago, que seguiste a Jesús incluso antes de ser testigo de Sus milagros.
San Santiago, que respondiste inmediatamente a la primera venida de Jesús.
San Santiago, que despreciaste el mundo para seguir a Jesús.
San Santiago, que dejaste a tus padres por amor a Jesús.
San Santiago, que deseaste llamar fuego del Cielo contra los que se oponían a extender el mensaje salvador de Jesús.
San Santiago, uno de los tres testigos presenciales de la resurrección de la hija de Jairo.
San Santiago, uno de los tres testigos de la Transfiguración de Cristo.
San Santiago, uno de los tres que disteis testimonio de la agonía de Nuestro Señor en el Huerto de Getsemaní.
San Santiago, por cuya predicación convertiste nueve discípulos en España.
San Santiago, que convertiste a una cantidad innumerable de personas en Judea y Samaria por tu predicación.
San Santiago, que desafiaste a los Judíos y confundiste a los Escribas y Fariseos.
San Santiago, que valerosamente discutiste con Pilatos y ganaste el día.
San Santiago, que torturaste a los demonios enviados por Hermogenus, el gran hechicero.
San Santiago, que conseguiste que Hermogenus fuera confinado por los mismísimos demoniosque él envió.
San Santiago, que posteriormente liberaste a Hermogenus y le hiciste seguidor de Cristo.
San Santiago, que arrojaste libros de hechicería a los mares profundos.
San Santiago, que curaste a un enfermo de reuma agudo e hiciste que alabara el Santo nombre de Dios.
San Santiago, que hiciste que tu verdugo compartiese tu agonía y obtuviste para él la salvación eterna.
San Santiago, que te sometiste a ser decapitado y sufriste el martirio con alegría.
San Santiago, que tuviste el privilegio de tener una muerte similar a la de Jesús.
San Santiago, que fuiste bendecido con un bautismo similar al de Jesús.
San Santiago, que te ganaste el honor de ser el primer mártir de entre los Apóstoles.
San Santiago, cuyos restos mortales llegaron a España en un pequeño barco sin timón ni velas.
San Santiago, que cuando tu sagrado cuerpo fue depositado en un duro bloque de granito, éste se ablandó para que recibieras un adecuado entierro.
San Santiago, que hiciste que los toros salvajes se comportaran como mansos corderos cuando los guiabas para tirar del carro que contenía tus sagrados restos.
San Santiago, que milagrosamente mantuviste vivo durante treinta días a un hombre inocente, injustamente condenado y ahorcado.
San Santiago, que salvaste España en muchas ocasiones de numerosos enemigos.
San Santiago, que montado en un caballo blanco como la nieve derribaste sesenta mil enemigos durante el reinado del rey Samir.
San Santiago, que fuiste recompensado con un trono Celestial por tu obediencia al Señor.
San Santiago, cuyo amor a la pobreza te hizo ganar el Reino de los Cielos.
San Santiago, que saliste victorioso de la batalla contra legiones de demonios y contra todos los poderes de la oscuridad.
San Santiago, que despreciando todos los honores mundanos y en combate con el mundo saliste finalmente triunfante.
San Santiago, que por oraciones y mortificación dominaste la carne, y ganaste la eterna corona del Cielo.
San Santiago, siempre voluntarioso para ayudar a aquellos que luchan por la defensa del nombre de Dios.
San Santiago, que tanto ayudas a los que están en el exilio.
San Santiago, rápido restablecedor de la buena salud.
San Santiago, libertador de aquellos que se encuentran en la esclavitud.
San Santiago, consuelo de los afligidos.
San Santiago, a quién se alaba y se da las gracias con gran devoción por el mundo entero.
San Santiago, invocado con fe y confianza por todos los Cristianos.
San Santiago, a quien se le da enormemente las gracias en todas las naciones.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Ten misericordia de nosotros.

Ruega por nosotros, oh San Santiago.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.


Al margen de la piedad que le debemos, más no fuera por su martirio temprano, estas coloridas erudiciones a propósito de su vida, del origen y la significación de su culto, muestran al menos algo de lo que hay en la raíz de Europa. Y en la raíz de nuestra visión del mundo. Aun de nuestro mundo contemporáneo, por más miope que se hubiere vuelto el hombre para distinguir de dónde viene y por cuáles caminos llegó hasta hoy.

Muestran también de que está hecha la cultura cristiana, cuál es la soberanía que el cristianismo ejerce sobre las cosas de la historia, aunque la mitad de lo que allí dice fuera pura patraña. Con que la décima parte fuera verdad, los tratados alemanes de teología dogmática -por decir algo- tendrían que disolverse en el aire, así como se volverían pura arena los balbuceos algo babosos sobre 'amor' y 'solidaridad'.

No se trata de impostar cara de cultores nórdicos de divinidades tronantes y crueles. No se trata de fetichismos ni de sincretismos paganizantes. Siempre a alguno le gustará jugar a los soldaditos o parpar druidismos hippies u otros ecumenismos. De eso siempre hay y habrá. Con un poco de imaginación se pueden inventar docenas de raíces para el cristianismo y para la cultura que llamamos oocidental. Con algo de imaginación se puede inventar cualquier cosa.

Aquí, el asunto es simplemente el modo en que los hombres vamos viendo en las cosas oscuras, las cosas verdaderas. Si tenemos fe. Y si tenemos buena fe.

Que el Camino de las Estrellas conduzca a la tumba de Santiago, por ejemplo, es algo más sencillo de entender que cualquier otra interpretación. El Boanerges, el hombre impetuoso que puede acompañar la Transfiguración de Nuestro Señor en el Monte Tabor no tiene que tener demasiado problema para ver a Nuestra Señora sobre un Pilar en Zaragoza.

Para todo lo demás, está -qué diré- la New Age o cualquier otro substituto más o menos sofisticado.

Tratar de volver atrás, queriendo hacer oscuras las cosas más claras, tratando de hacer paganas las cosas cristianas, tratando de hacer racionalismos sobre lo místico y oscuridades y esoterismos sobre la luz, tiene su riesgo.

Y es un riesgo mucho peor que peligroso: es innecesario.