viernes, 17 de junio de 2005

Los paganos

Apareció once años atrás, en aquella revista entusiasta. Como suele pasar, una cosa nos recuerda otra. Y, a propósito de Tácito, pidió permiso, como hacen los recuerdos. Levantan la mano para hablar...
No se adelanta, aprieta la sonrisa:
busca su puño en el dolor del aire;
en el tiempo sin voz, sin luz, sin sueño;
como se muere el grito desmañado.
No retrocede: sufre. No conoce
más que el llanto cerrado y sin sosiego.
Lo corona el espanto y no se atreve
a la ceniza el pie; la mano tiembla.
Pero al rondar la noche conocida
no deja ver el cielo entre la nube
ni aclara la tormenta el cielo opaco.
Fue ayer nomás, el horizonte lejos:
perdió la huella, resistió el futuro
y amaneció en misterio el infinito.