lunes, 9 de mayo de 2005

Por supuesto que el mundo es vasto y vario. Por supuesto que mucho hay de bueno. El amanecer, sin ir muy lejos. O el fuego del atardecer que hice ayer mientras los chicos se congregaban tribalmente alrededor, conversando, jugando a las escondidas, alimentándolo con hojas de laurel para que hiciera chispitas. Claro que sí.

Por supuesto que está su bondad natural. Que hasta lo que es malo, en tanto es, es bueno por ser (y ahí está aquello que citaba días atrás de la Suma Teológica, para explicarlo mejor que yo...)

Pero.

En todas partes hay toda clase de cosas. Y es hasta cierto punto una tontera dar el bien por hecho y dar el mal por un mero episodio sin relieve, de lo que no hay que ocuparse.

Tal vez, entre las obras de estos tiempos, sea en El Señor de los Anillos donde el equilibrio emocional e intelectual entre el bien y el mal esté mejor planteado. Creo que allí Tolkien dejó bien dicho que mirar excesivamente las obras del mal distorsiona la realidad, tanto como ignorar la maldad del mal. Saruman se rindió -por doblegársele el corazón- creyendo que Sauron era invencible. Boromir trastabilló también por las razones opuestas y desdeñar lo que el mal puede hacer en el corazón de un hombre.

Por eso miro los diarios, ahora, y entresaco esta miscelánea con glosa.

Una breve revista de algunas muestras.

Para empezar por algo de apariencia ingenua: los cuentos de hadas, perversiones culpables de la sumisión femenina: mejor es la televisión que ayuda a las mujeres a ser ellas mismas...

Con una rarísima molestia atávica, Clarín se fastidia por esa iconoclasia, aunque venga del progresismo científico al que habitualmente difunde y aplaude. Y es curioso que para sacarse la bronca recurra a psiquiatras, psicólogos y psicoterapeutas. Y más curioso todavía es que la legión psi acierte 7 u 8 de cada diez proposiciones.

Pasemos después a esta 'experta' descripción de la conciencia como un manojo de cables y flujos eléctricos con zonas oscuras, un manojo mucho menos transparente que una máquina. Y por supuesto, sin libre albedrío.

Expertos tiene el mundo...

Y uno pensando pavadas sobre el alma. Pensando pavadas sobre que el alma informa...

Ya decía Aristóteles que solamente se la conoce por sus efectos, por sus operaciones, como que es inmaterial. Pero no es lo que saben los neuros, estos pneumatólogos (me refiero al espíritu, no a los pulmones...) que no saben sino lo que ven. En fin, ven es un modo de decir porque ven más o menos, porque más es lo que suponen. Y pienso que es muy difícil tomar decisiones sobre un hombre sin saber de qué se trata. Y mucho más difícil -y terriblemente peligroso- será seguir avanzando en las investigaciones habiendo descartado cualquier hipótesis que no tenga cables y conectividades eléctricas, químicas.

Me parece que pega con la preferencia por la televisión, antes que caer en los opresivos cuentos de hadas.

Y ya que de mujeres oprimidas se hablaba, aprovechemos la buena voluntad de Ginés González García, el grueso, gerente ginecológico generalmente, y no el verdadero general en esta guerra.

Quieren librarlas de abortos, librarlas de embarazos, librarlas de culpa, librarlas de su cuerpo. Librarlas obligatoriamente.

No sé por qué, pero creo que esto también pega con librarse de los cuentos de hadas y de otras sumisiones inducidas.

Y un poco de política, al fin y al cabo.

La pobre lógica que profesa nuestro tiempo, obliga a que las distinciones sean lisa y llanamente argumentos de parte. Qué se le puede hacer, es tan excluyente y elementalmente dialéctica la lógica política...

Se trata del aniversario del fin de la II Guerra.

Lo primero que me llamó la atención es esta curiosa aplicación del Génesis a la shoah que, en mi enciclopédica ignorancia, nunca había visto. Abel como el 25%, Abel como la víctima, Abel como la víctima epónima, Abel como la shoah...

Aunque está dicho con matices, me sonó de nuevo aquello de George Steiner sobre el "contrasacramento satánico de la Última Cena", Jesús el gran responsable de todo holocausto, condenando a Judas-Israel a la noche de las persecuciones, expulsándolo de la humanidad.

Lo que publica Clarín está más extenso y preciso en The New York Times. Pero en cualquiera de ambos lugares dice lo mismo: el nazismo es -de hecho- el mal. Y -de hecho- el único mal que merece la pena de investigación exhaustiva, repudio exhaustivo, aniversarios exhaustivos.

Quizá solamente así Vladimir Putin puede decir lo que dice, mientras desfila el Ejército Rojo, solamente así puede mencionar los diez millones de muertos rusos por la ocupación nazi. Solamente así puede hablar -mientras flameaban las banderas de la URSS en su desfile militar- de paz, libertad y democracia, de autodeterminación de los pueblos.

Solamente así pueden sentarse todos juntos en el palco, un rato, mientras recuerdan al nazismo. Mientras se prometen otras ambiciones veladamente y se amenazan no tan veladamente con nuevas guerras, que nunca serán como el mal mismo: el nazismo.

Como la lógica bipolar y dialéctica no puede pensar las cosas de otro modo, y por eso, de todas maneras, lo que diga va a sonar revisionista, entonces ni me preocupo. Pero calculo que, cada noche, legiones de amantes de la libertad y de la vida, de la democracia y de la paz, deben elevar un oración ardiente y esperanzada a la vez: "¡gracias (aquí va el nombre o el ente de preferencia), por el nazismo!"

Y esto me hace acordar también a los cuentos de hadas.