miércoles, 6 de abril de 2005

Es un vizcaíno, de Montellano: Antonio de Trueba. Vivió hasta 1889, unos 70 años. Escritor, cuentista, poeta, ensayista: Antón el de los cantares lo llamaban en sus años y en su tierra vascongada. Un agustino, el P. Escudero, hizo hace unos 50 años para Aguilar una antología de sus afamados Cuentos y Cantares, que en mucho son una pintura impecable del alma de los vascos y de sus casas blancas de tejas coloradas y de sus encinares y ciruelos y ríos y nocedales. El recopilador hace de él una breve biografía. Entre las cosas que dice está el que fuera un gran fumador, y defensor del tabaco.

Cuenta el agustino además que:
"La afición le venía por herencia. De su abuelo Don Francisco le refiere un interlocutor:

'En teniendo él tabaco, ya podían venir penas, que no le habían de acobardar. Una noche leía el señor cura la historia de los trabajos de Job, y cuando todos llorábamos admirando la paciencia de aquel santo varón, tu abuelo permanecía con los ojos enjutos.
-¿Qué es eso, Francisco? -le preguntó el señor cura-. ¿No le conmueven a usted los trabajos y la paciencia de Job?
-No, señor, porque yo sufro con paciencia todos esos trabajos y muchos más, teniendo, como el santo tendría, un poquito de tabaco.
-¡Qué tabaco ni qué niño muerto, si entonces no se usaba!
-¡Ah! Si no se usaba entonces, ya es otra cosa- contestó tu abuelo, y se echó a llorar como los demás'".

Don Francisco -tan distante de mis arraigados amores peninsulares- tiene desde este mismo momento mi entera simpatía.

Y pensar que los teólogos se despepitan buscando lianas que crucen de la Fe a la cultura...