Cuenta el agustino además que:
"La afición le venía por herencia. De su abuelo Don Francisco le refiere un interlocutor:Don Francisco -tan distante de mis arraigados amores peninsulares- tiene desde este mismo momento mi entera simpatía.
'En teniendo él tabaco, ya podían venir penas, que no le habían de acobardar. Una noche leía el señor cura la historia de los trabajos de Job, y cuando todos llorábamos admirando la paciencia de aquel santo varón, tu abuelo permanecía con los ojos enjutos.
-¿Qué es eso, Francisco? -le preguntó el señor cura-. ¿No le conmueven a usted los trabajos y la paciencia de Job?
-No, señor, porque yo sufro con paciencia todos esos trabajos y muchos más, teniendo, como el santo tendría, un poquito de tabaco.
-¡Qué tabaco ni qué niño muerto, si entonces no se usaba!
-¡Ah! Si no se usaba entonces, ya es otra cosa- contestó tu abuelo, y se echó a llorar como los demás'".
Y pensar que los teólogos se despepitan buscando lianas que crucen de la Fe a la cultura...