domingo, 20 de marzo de 2005

Según parece, el asunto de la pelea entre el gobierno argentino y el Vaticano (*), es un asunto importante.

Y es el caso que, así dicho, a mí me parece más o menos importante.

Porque este asunto no es el principio de nada. Acaso el final, y más seguro es una estación intermedia.

Ni que decir que hablar de esto como si fuera una quiebra de la religiosidad en la Argentina, es una pomposa enormidad. Ni ataque a la Iglesia, ni brote de comecurismo. Hablar de persecución y de ataque a la libertad religiosa hasta cierto punto me parece una hipocresía.

Será que si no se ve un poco de sangre no se pueda hablar de herida. En todo caso, si Baseotto no hubiera dicho nada, igual las cosas serían lo que son. Y si llegaran a producirse consecuencias serias a propósito de estas cuestiones, esas consecuencias no serán las consecuencias de que Baseotto haya abierto la boca. Si hay persecución, ya había; si hay ataque, ya había; si hay quiebre, ya había.

La clave de la cuestión, creo, está en ver qué se supone que se defiende cuando se defiende a Baseotto y qué se supone que se ataca cuando se ataca a Baseotto.

Que Baseotto haya dicho algo es una anécdota, al fin de cuentas, por más que sea una anécdota ruidosa.

No me hace mayor diferencia. Salvo que uno tuviera como propia la agenda de los medios, o del gobierno asociado a los medios.

Que Baseotto sea la ocasión, vaya y pase. Seguro que Baseotto no es lo central del tema.

Que en ocasión del episodio se discuta lo esencial, podría llegar a pasar. Pero, francamente, no lo creo. Y, si me preguntaran, diría que prefiero pensar que el propio Baseotto piensa así y que no pretende que se hable tanto de él y ni siquiera de lo que dijo, sino de lo que supone lo que dijo y de las razones por las cuales lo dijo.

Lo mejor sería que no pasara que no hubiera preocupación alguna por lo que está detrás de la pelea, y que no pasara que la única preocupación resultara que hubiera pelea. Y lo que está detrás no es ni el preservativo ni el aborto. Ni el petróleo de Venezuela ni la Esma, ni las próximas elecciones ni la frivolidad de la búsqueda de fortaleza política, ni cualquiera otra noticia.

A como lo veo, creo que todo tiende a diluirse mediáticamente en una pulseada (diluir no significa menos espacio y ruido, acaso más). Pero se volverá una pulseada de poder contra poder. A ver quién gana este asalto.

Podrá pasar que se elijan los campos de batalla, las estrategias y las tácticas. Hasta la oportunidad y el momento en que convenga guerrear por esto y aquello.

No podrá pasar que se escatimen las razones de fondo. No podrá pasar que no se sepa exactamente de qué se está hablando cuando se habla del caso Baseotto.

Porque si pasara eso, estaríamos leyendo y comentando los diarios, las noticias. Poniendo cara y voz de preocupación, hasta casi diría que nada más que porque estas cosas aparecen en la primera plana de los diarios. No mucho más.

(*) Sí, el Vaticano, es decir Roma, la Roma religiosa y la política. Porque no estoy para nada seguro de que las autoridades eclesiásticas argentinas -así, corporativamente entendidas- sean realmente parte convencida de esta batalla. Que vayan a verse obligadas, podrá ser. Pero no lo sé. Y creo que no lo quieren, si les dieran a elegir.